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Dos partidos a la baja

"Los sindicatos tienen motivos para sentirse satisfechos por haber colmado calles y plazas y también el gobierno con sus acólitos pueden alardear"

Como era de esperar, derecha e izquierda, cada frente con sus pertrechos, han tratado de mostrar músculo a la hora de valorar la huelga del pasado día 14. Dos percepciones a menudo irreconciliables que ni siquiera se rinden a la controvertida evidencia de los hechos, susceptibles siempre de ser interpretados con distintos criterios. Fue un éxito, no lo fue tanto o incluso se resolvió en un fracaso. Los sindicatos tienen motivos para sentirse satisfechos por haber colmado calles y plazas y también el gobierno con sus acólitos pueden alardear de haber salido indemnes –aunque no reforzados- de esta confrontación que, no lo perdamos de vista, tampoco se agota en esta jornada de paro y protesta. Una jornada que, para su cabal valoración, requiere ser contemplada en el contexto de los sucesos que vienen aconteciendo y en la degradación de la crisis que caldea futuras y quizá inminentes convocatorias.

Por lo pronto, y en sintonía con este episodio huelguístico, se ha producido un fenómeno sin precedentes que podamos recordar. Nos referimos a la rebelión de una parte notoria y más joven del estamento judicial contra la legislación hipotecaria que se viene aplicando y que se ha traducido en miles y miles de dramáticos desahucios de gentes atrapadas por la crisis económica. Han sido, como se sabe, casi dos centenares de jueces -47 decanos entre ellos- y magistrados además de secretarios judiciales que se han levantado contra el papel que se les está atribuyendo como verdugos o personajes del frac para cobrar las abusivas deudas contraídas con cajas y bancos. Además, formulan otras reivindicaciones materiales y legales atinentes a la eficiencia y dignidad de su función social. Ha sido, a nuestro entender, la gran noticia lenitiva entre tanto descalabro. Que en el seno de la judicatura se constate esta sorprendente sensibilidad delata que hay alguna esperanza más allá de este desolador y perverso clima laboral y económico. Aleluya.

Contemplado desde el País Valenciano, este fenómeno nos aviva la nostalgia de lo bienaventurado que pudo ser y no fue como mano de santo para disciplinar y frenar en su día la corrupción sin fronteras que nos ha afamado en el orbe autonómico. En descargo de los juzgadores hay que anotar la carencia de medios personales y materiales para abordar tan ingente tarea, de la que, por cierto, algunos jueces estaban sobradamente concienciados como han demostrado a propósito de esta “movida” judicial a la que han contribuido de manera destacada con su voz y experiencia.

De todo lo dicho y sabido se desprende la penosa conclusión de que los dos grandes partidos hegemónicos, PP y PSOE, no solo van a la baja en el orden demoscópico, sino que se han sumido en el descrédito. Solo faltaba la decepcionante –por miserable- solución dada al drama acuciante de los desalojos. Proyectan la impresión de que Cánovas y Sagasta, uf, queremos decir Rajoy y Rubalcaba se han asesorado de los banqueros para concertar el alcance del remedio. Eso quizá explique que de su contubernio hayan excluido a IU, BNG, ERC e ICV, las fuerzas políticas que tiempo atrás propusieron preventivamente cambios resolutivos en la legislación hipotecaria.

Y una adenda. ¿Qué les parecen les refacturaciones con que nos sablean las empresas suministradores de electricidad? Serán legales, pero atufan a confiscación, fruto del pertinaz amancebamiento entre ese sector industrial y los sucesivos gobiernos. Que Manitú nos ampare.

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