Un ejercicio de cordura
"Desde que dimitió en buena hora el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, los valencianos no hemos sufrido otra cosa que malas noticias y penalidades"
Desde que en junio del pasado año dimitió en buena hora el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, los valencianos no hemos sufrido otra cosa que malas noticias y penalidades. Liberados del discurso oficial eufórico que nos tenía alucinados, hemos tropezado de morros con la realidad, que es lo más parecido a una maldición calé. Solo hay que ver cómo crece el desempleo, la calamidad más apremiante que hiere o amenaza a casi todo el censo y lleva camino de colmar los 700.000 parados, a poco que la Administración, sus empresas y tinglados sacudan las plantillas. Y los desahucios, esa horrenda agresión que, con el dinero de todos, deja en la calle a miles de familias, sabiendo que una de cada cuatro —un centenar al día— es de esta Comunidad. Hay que ponerse en la piel de las víctimas para percatarse del drama.
Paro y desahucios son ahora estrellas de la desgracia que nos abate. Pero ¿qué decir de la sanidad pública que se degrada a ojos vista, y de la enseñanza, asimismo pública, ambas en perspectiva de privatización? Dos capítulos decisivos en los que el País Valenciano figura a la cola en punto a eficiencia e inversión. Aparecemos a menudo en esas mortificantes clasificaciones estatales que sus usuarios no necesitamos consultar porque somos testigos de cargo al tiempo que víctimas de tal ruina, tan sobrevenida como arteramente propiciada. Mencionemos las listas de espera quirúrgica y el sofocante puesto que ocupamos a la cabeza del fracaso escolar. Un apartado éste en el que, por su abandono, hay que agregar el de los servicios sociales —dependencia, ayudas a los disminuidos...—, ahogados por los impagos.
No acaba aquí el memorando de nuestras aflicciones, propias de una autonomía que perdió el oremus y crédito a golpe de despilfarros y banalidades y, consecuentemente, hoy por hoy, y lo que te rondaré, morena, no pinta un ardite en el concierto político, a la vista de lo visto y de cuán desmedrados están sus partidos hegemónicos, PP y PSOE. Adviértase además, como sin duda el lector ya lo ha percibido, que no hemos hecho la menor referencia a la desmadrada corrupción que ha enlodado la gestión política desde que nos gobierna el partido de las gaviotas, tan premonitorias por voraces. Ristra de pecados y delitos que se agravan por lo desoídos y desdeñados que han sido los avisos, alarmas y denuncias que han aireado tanto la oposición como eminentes observadores bien informados e imparciales, que no cito porque no caben en este espacio. Pero tanta ha sido la sordera, la arrogancia y la codicia que nos han abocado a esta ruina, de la que únicamente sigue boyante la Iglesia, que, como suele, ha salvado su vida y la bolsa.
Todo lo dicho no es más que el proemio al mérito que le incumbe a este pueblo paciente que ha padecido con resignación —y en ello está— la mala gobernanza, el saqueo y el engaño reiterados. Se le podría reputar de menfotista o muelle como le delata su idiosincrasia, pero tengo para mí que, en esta ocasión, anonadado como anda, ha optado por la cordura, sabedor de que, a fin de cuentas, siempre es el jodido pueblo quien paga sobre sus costillas los platos rotos. Tanto más, cuando resulta alarmante el rearme legal y disuasorio de la fuerza pública a manos de un ministro que iba de liberal. Será cosa de ver cuánto más se prolonga esta templanza, rayana ya con la cobardía civil ante la provocación que no cesa y la miseria que nos arrasa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
Últimas noticias
Al menos dos muertos y ocho heridos en un tiroteo en la universidad de Brown, en Estados Unidos
‘Los domingos’, en cine, y ‘Anatomía de un instante’, en serie, ganan en los premios Forqué 2025
Hamás acusa a Israel de “socavar el alto el fuego” en Gaza al atacar al número dos de su brazo armado
Pedri dirige y Raphinha ejecuta en el Barça de Flick
Lo más visto
- Guardiola elimina la prohibición de que los jefes de servicio de la sanidad pública ejerzan en la privada y sube un 59% la derivación de pruebas
- El jefe de la misión de rescate de María Corina Machado: “Fue una de las operaciones de mayor riesgo en las que he participado”
- Sin duchas ni camas adecuadas, y con obras en marcha: así estrenaron 30 niños extranjeros el centro de acogida de La Cantueña de Ayuso
- Rusia eleva la presión sobre la UE con una demanda para evitar que financie a Ucrania con sus activos congelados
- Los 50 mejores libros de 2025




























































