¿Qué ocurre con los jóvenes?

“Los jóvenes de 20 años no han conocido los peores momentos de la violencia de ETA; les resulta ajeno. Tenemos que ser realistas y conseguir una memoria, una transmisión y un conocimiento realistas de ella”. Con estas palabras, Txema Urkijo, adjunto a la dirección de la Oficina de Atención a las Víctimas del Terrorismo, reclama a la sociedad que no sea “demasiado ambiciosa ni demasiado optimista” con las nuevas generaciones y la manera en que vayan a interiorizar el medio siglo de existencia de ETA.

“Conforme ETA vaya formando de manera más nítida parte del pasado, lo veremos con más seguridad. No es algo diferente de lo que ocurre con el franquismo o la Guerra Civil. Hay déficits porque no hay una política pública de memoria”, sostiene.

“Hay que contar la historia, pero al mismo tiempo hay que formar en valores”, defiende Carmen Álvarez, jefa de estudios del Colegio San Pelayo, en Ermua. Para afrontar esos déficits, en centros como el San Pelayo han contado en tres ocasiones con la presencia de víctimas en sus aulas. Ya han solicitado una cuarta experiencia.

Álvarez detalla: “No hablamos de política; solo de personas, del perdón, de mirar hacia delante”. Los alumnos vuelven a casa “impactados, con ganas de buscar en Internet qué es lo que pasó y con ganas de hablar en casa algo que antes no se trataba”, relata.

Y es que en muchos hogares vascos “se ha tapado una parte de la historia que es muy reciente, pese a que los jóvenes no la hayan vivido”. El objetivo de los docentes “es trabajar en la memoria histórica para que no se vuelva a repetir”, subraya Álvarez, parafraseando a la consejera de Educación, Isabel Celaá.

Las enseñanzas no se quedan en el aula o en sus mentes, sino que los jóvenes “lo trasladan a su vida diaria, a su manera de enfrentarse a los conflictos”, dice la jefa de estudios de este centro educativo.