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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Valenciano y federal

"Cuando uno no se reconoce a sí mismo como es, y tampoco quiere reconocer a los demás como son, es cuando el problema se agrava"

Vuelve el “España se rompe” con motivo de la manifestación independentista de Cataluña, adobado en esta ocasión por un creciente rechazo a las actuales autonomías, pero, a su vez, con una profunda desconfianza hacia el poder central. Es decir, se rompe, no nos gusta lo actual, pero preferimos controlar nosotros los restos, que no que lo manejen otros.

Es la propia complejidad de un Estado que, durante siglos, no ha resuelto el problema de las nacionalidades que lo conforman. Santiago Petschen, valenciano, con orígenes en el Jura, en Suiza, catedrático emérito de Universidad, y profesor que tuve en la adolescencia, afirmaba el pasado 14 de septiembre, en estas mismas páginas de EL PAÍS que queda por imaginar un federalismo compuesto por cuatro unidades, la castellana, la catalana, la vasca y la gallega. ¿Por qué no? si ello es más aproximado a la realidad, y más operativo que las actuales 17 comunidades autónomas. Efectivamente, no estaría de más, con el propósito de contribuir a solucionar el problema, que se conociera la opinión de los catalanes -como la de todos los españoles- respecto a la forma de abordarlo, para tratar de acertar con el diagnóstico.

“El problema español”, lamentablemente hoy todavía no resuelto, continúa siendo el mismo al que se refería Manuel Azaña hace ya cien años, en la conferencia impartida, con ese título, en la Casa del Pueblo de su localidad natal, Alcalá de Henares, el 4 de febrero de 1911. Y cabe abordarlo, sin ignorarlo, negarlo o imponer una solución que no sea adecuada. Se trata del reconocimiento de la diversidad partiendo de un mismo plano de igualdad. Teniendo presente la cita del presidente Azaña, para la solución del problema, “que los españoles estén a gusto dentro de su Estado”.

Y ahí está la cuestión. Hasta dónde el estar a gusto, hasta dónde el reconocimiento de la identidad de cada cual. Lo que se mantiene igual desde entonces es la tendencia a la uniformidad, mientras que lo que ayudaría a solucionar el problema es precisamente el reconocimiento suficiente de la diversidad. Pues lo que debe ser, es el trato a cada cual en atención a su condición y a sus diferencias reales de identidad. No en más pero tampoco en menos. Y sin perder de vista que son numerosos los Estados democráticos en los cuales el trato diverso, en atención a sus diferencias, no se considera desigual sino equitativo, mientras que lo que entienden como discriminatorio resulta ser el trato idéntico de quienes no lo son.

Cuando la propia historia es ignorada, cuando uno no se reconoce a sí mismo como es, y tampoco quiere reconocer a los demás como son, es cuando el problema se agrava. Y así, desde determinados círculos próximos a la capital del Estado, y más desde la óptica creciente del centralismo, se resiste al reconocimiento ajeno, cuando precisamente algunos territorios más reivindican su derecho a decidir. La España de las autonomías, debe avanzar en la diversidad desde la iniciativa de la España plural, y reconocer a cada cual según su identidad. Sin ataduras centralistas como tampoco exigencias independentistas que no se correspondan con la voluntad popular.

Dos días más tarde del artículo de Santiago Petschen, Josep Torrent, delegado de EL PAÍS en la comunidad Valenciana, se cuestionaba en las mismas páginas, sobre dónde quedaba lo valenciano, en los ámbitos federales arriba enunciados. Primero sobre nuestra concepción federalista preguntándose, “¿Valenciano y federal?”. Ambas, desde mi particular opción. Y también, al no aparecer el valenciano entre las unidades arriba propuestas, si se le sitúa en el ámbito castellano o en el catalán. Ésta es la cuestión que, de una vez por todas, debe ser contestada por los valencianos. Él apuntaba que, tal vez, se nos coloca dentro de la España castellana, pues parece éste es el ámbito de mayor aceptación. Por mi parte, no exclusivamente, y por eso lamentaría un alejamiento de Cataluña que nos privara de unas raíces, para mí obvias, de nuestra cultura. Trayendo aquí, una frase de Bernard Shaw, sobre las diferencias entre ingleses y americanos, diría que, las diferencias más notables de nuestra identidad cultural, entre nosotros y los catalanes (y los baleares), es que hablamos la misma lengua. El resto es artificial.

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