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OPINIÓN | MARÍA JOSÉ CARIDE

Dime de qué presumes...

Es imprescindible una alternativa progresista solvente que dé respuesta a la indignación

En ausencia de datos de gestión que avalen su paso por la Xunta, el presidente Feijóo centra su capital político en que no miente a los gallegos. Bien cabría plantearse si la sinceridad, de ser cierta, es el único mérito que cabe valorar de un político. Reconocer que la situación es grave es importante, pero no acertar con las causas y esperar de brazos cruzados a que la crisis se supere no es deseable ni conveniente, más aún cuando se tiene responsabilidad y competencia sobre servicios públicos, sectores productivos y políticas de empleo.

Sin embargo, en este caso tampoco podemos dar por válida su sinceridad. Más bien al contrario, el Feijóo presidente renegó del Feijóo candidato y de su contrato con Galicia, aquel compromiso político, personal y moral con todas las gallegas y gallegos que haría del empleo la máxima prioridad del Gobierno y que ha derivado en el mayor incremento de desempleo de la historia de Galicia, 113.200 parados más en solo tres años y medio.

Siendo razonables, deberíamos reconocer que no todo este incremento del desempleo es achacable a Feijóo, como tampoco era responsabilidad de Touriño el existente hace tres años. Sin embargo, el Gobierno de Feijóo ha tomado decisiones importantes que han contribuido a que el ritmo de destrucción de empleo haya sido un 66% mayor en Galicia que en España. La ausencia de modelo económico, la brutal caída de la inversión pública, la pasividad del Igape tras los escándalos en su dirección, el recorte de los fondos autonómicos para políticas activas de empleo, la paralización del eólico y la acuicultura, o el descenso de los recursos para investigación y capital humano condenándonos a competir con bajos salarios, explican buena parte de la profundización de la crisis.

La ausencia de modelo económico tiene mucho que ver con el intento de Feijóo de externalizar sus responsabilidades. Así, el Gobierno autonómico anterior y el Gobierno de Zapatero fueron la cortina de humo en la que intentó ocultar y negar sus compromisos electorales, los malos resultados de gestión y la ausencia de iniciativa. Hace apenas un año, sin rubor, el presidente ligaba la solución a la crisis a la victoria de Rajoy. Sin embargo, transcurridos 10 meses, el efecto milagroso del candidato popular se esfumó y vivimos instalados en una espiral de déficit, recorte social, subida de impuestos, recesión y mayor déficit que día a día agrava el drama social, familiar y personal de miles y miles de ciudadanos, poniendo en cuestión la respuesta conservadora a la crisis en España y en Galicia.

En esta precampaña, de lo único que saca pecho Feijóo, amén de su “sinceridad”, es de nuestra solvencia. Sin embargo, el nivel de endeudamiento público gallego prácticamente duplica hoy la deuda pública que Feijóo encontró a su llegada al Gobierno. Deuda pública que no ha promovido ni una reactivación de la economía, ni la modernización de Galicia, ni la mejora de nuestra posición competitiva en el mundo, por el contrario, ha ido acompañada de la paralización de las inversiones, de la privatización de servicios y del recorte de derechos. Por otra parte, los objetivos de déficit, que Galicia viene cumpliendo desde el año 2005, han introducido innovaciones contables más que cuestionables en esta legislatura. Así, año a año el presupuesto de la Xunta acorta su duración, de modo que el 2011 solo computó gastos durante nueve meses impidiendo a las empresas presentar facturas a partir de septiembre. A consecuencia de ello, se inicia el 2012 registrando facturas correspondientes a gastos realizados durante el año anterior, lo que ha provocado que Galicia acumule entre enero y junio un déficit de 604 millones de euros, el 71% del previsto para todo el año, lo que llevará necesariamente a un incumplimiento, salvo que Feijóo el “sincero” acorte el 2012 y decida que solo computa gastos de ocho meses.

En cuanto al compromiso personal del presidente con la regeneración democrática, la evidencia muestra un Parlamento de Galicia al servicio de los intereses del Gobierno del PP, que ha impedido sistemáticamente el control al Gobierno, vetando la constitución de la comisión de investigación sobre la desaparición del sistema financiero gallego. Un Gobierno opaco que mantiene secuestrados informes, auditorías o documentación, como la auditoria exprés de KPMG que avaló la fusión de las cajas. Un presidente que intentó modificar las reglas de juego electorales con el único propósito de debilitar la voz de los votantes de A Coruña y Pontevedra para garantizarse así la reelección, o que convocó anticipadamente las elecciones para evitarse el coste de los durísimos recortes que impondrá en breve el Gobierno del PP. Una legislatura de involución democrática, de utilización partidista de las instituciones y subordinación del interés general de Galicia a los intereses del PP.

Así las cosas, lo único que ofrece el presidente Feijóo es su cuestionada sinceridad y lo único que traslada el Gobierno de Rajoy son recortes y depresión. En este escenario, es imprescindible una alternativa progresista realista, solvente y sensata que dé respuesta a la creciente indignación social, garantizando un reparto justo de los ajustes, cohesión social, buena gobernanza e impulso de los sectores productivos. Con un proyecto socialdemócrata y galleguista realista para hacer frente a esta crisis, un liderazgo social claro y altura de miras de las fuerzas políticas progresistas, la marea popular que comenzó con la victoria en las autonómicas de 2009 debería iniciar su declive en Galicia.

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