Apartamentos con playa propia
Los baños de Can Rius, en Sant Feliu de Guíxols, son de titularidad pública, pero los disfrutan unos pocos
La playa es un asunto de verano, quizás por eso solo en verano nos ocupamos de asuntos como este. Si ustedes se dan un paseo por la orilla del mar, comprobarán que la ley que protege nuestras costas se cumple en casi todas partes. El artículo 28 de esa ley ampara el derecho de todos los ciudadanos a acceder al agua de forma libre y gratuita, sin que pueda privatizarse el paso. Sin embargo, en la población de Sant Feliu de Guíxols sobrevive una playa que se encuentra cerrada tras un muro.
Las arenas de Can Rius están situadas bajo el precipicio rocoso que corona la ermita de Sant Elm, el mismo lugar desde el que Ferran Agulló bautizó la Costa Brava. Tiene un aire desangelado y decadente, con el abandonado edificio de lo que fue la discoteca Palm Beach. Y justo al lado, la pared de la discordia.
La historia de los balnearios en Cataluña escribió uno de sus capítulos más importantes en estos acantilados de Santa Rosaria y Sang i Fetge. Como explicaba Agustí Calvet Gaziel, fue aquí donde el cubano Antonio Romaguera fundó en 1875 un pequeño negocio de casetas de baño, conocido como Els Banyadors. Años más tarde, en 1893, Baldomero Ribot construyó el Balneario Guixolense —más conocido como Can Baldomero—, que incluía una cafetería donde se iba a escuchar zarzuela.
Su máximo apogeo llegaría en 1922, con la inauguración del balneario de Sant Elm, conocido popularmente como Can Rius. Su promotor, Pere Rius i Calvet, urbanizó toda la montaña y adecentó el paseo que recorría la costa, incluida la fuente de Sant Elm. Sus instalaciones albergaban baños de agua caliente, un club de waterpolo y un restaurante de postín, que fue uno de los grandes emporios del turismo catalán en los años veinte.
Durante la Guerra Civil el balneario quedó en ruinas tras un bombardeo, hasta que en 1953 lo compró la empresa Turispania. En aquellos años, el Ayuntamiento de Sant Feliu estaba cubriendo el torrente del monasterio. Falto de presupuesto, en 1958 concedió un permiso para edificar un hotel, a cambio de acabar las obras de la riera. En vez de un hotel, en 1972 la constructora edificó un bloque de apartamentos conocido como Club de Mar. Y con el tiempo se cerró el paso, se secó la fuente, se construyó un amarradero y la playa pasó a ser privada. Desde esa fecha, varias han sido las instituciones en señalar esta situación.
Ya en 1975 se recordaba a la promotora que la parte no edificada era una concesión municipal de público disfrute. Pero no fue hasta 2010 cuando un particular —un pescador en este caso— presentó una denuncia contra el Club de Mar. Se creó incluso la plataforma cívica Recuperem Can Rius. Entonces, tanto la Generalitat como los inspectores de puertos y costas constataron la irregularidad. En diciembre de 2011, el Gobierno catalán instaba a demoler el acceso tapiado, solicitud a la que se añadió en mayo de 2012 el voto unánime del Parlament. La fecha límite para derribar la pared era el pasado 4 de agosto. Sin embargo, ahí sigue, impertérrita, a la espera de un nuevo recurso presentado. El 15 de agosto, un vecino intentó hacer el trabajo que no hicieron las autoridades, y con total desfachatez fue denunciado por ello.
La playa de Can Rius es de titularidad pública, pero su disfrute sigue reservado a unos pocos. Y todo ello tras las resoluciones en contra del Gobierno y del Parlamento catalán, del Ayuntamiento de Sant Feliu y de las autoridades costeras. Sopla la brisa a esta hora de la mañana y el muro acaba de cumplir su 40º aniversario. Cosas de un verano ya en horas bajas.
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