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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La batalla del otoño

Juntos, Griñán y Valderas, podrían demostrar que otra salida a la crisis es posible. O al menos que lo intentan

Los socialistas españoles llegaron el fin de semana a una conclusión que sus correligionarios andaluces alcanzaron en el mes de marzo: tienen que construir una alternativa al recetario de la derecha.

Tampoco había que ser muy linces. En todo el sur de la vieja Europa se alzan voces pidiendo un cambio radical de rumbo. El catecismo neoliberal solo ha traído más paro y más pobreza.

En los seis primeros meses del año, la EPA registró 420.000 parados más. Casi con toda seguridad, el año acabará con más de seis millones. Ni la reforma laboral, ni ninguna otra de las medidas tomadas por el Gobierno de Mariano Rajoy, han dado resultado positivo.

El ejemplo de Cataluña, pionera en el camino de los recortes brutales (ya va por su quinto plan de ajuste), es concluyente: esas recetas han fracasado. La otrora potente economía catalana está al borde del precipicio. Solo un rescate puede salvarla. Y posiblemente ni eso: Grecia y Portugal, rescatados hace tiempo, se hunden cada día más en el abismo.

¿Y la oposición? La política de mano tendida del líder socialista Alfredo Pérez Rubalcaba también ha fracasado. Era ilusorio esperar que Rajoy aceptara esa mano. Así, las miradas se posaron en Andalucía.

El resultado de las elecciones de marzo abrió la posibilidad de ensayar una alternativa distinta a la neoliberal. Aunque con diferente intensidad, los dos partidos que formaron gobierno, PSOE e IU, rechazaron la simplista receta de recortes sin crecimiento.

El presidente Griñán se mostró dispuesto a cumplir con los objetivos de déficit, pero no a cualquier precio. Había que salvar el corazón del Estado del bienestar: la sanidad, la educación, la dependencia. Para que los recortes económicos no llevaran aparejados recortes en derechos, que con tanto sudor se conquistaron en las últimas décadas.

Griñán encontró un buen aliado en Diego Valderas. Desde la vicepresidencia del Gobierno, el máximo dirigente de IU ha sabido contener a los más radicales de su formación, al tiempo que empujaba a los socialistas hacia posiciones más de izquierda.

Juntos, Griñán y Valderas podrían demostrar que otra salida a la crisis es posible. O al menos, que lo intentan.

La tarea no es sencilla: enfrente tienen un partido y un Gobierno dispuestos a dinamitar la comunidad antes de permitir al gobierno de izquierdas que los deje en ridículo. Valderas denunciaba este fin de semana el “intento del PP de derrocar, por la vía de la asfixia política, al Gobierno andaluz”. Duras palabras para una realidad incontestable. El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, ha presionado a los bancos para que dejaran de financiar la deuda andaluza, y en general, la de todas las comunidades autónomas. Para obligarlas a recurrir al Fondo de Liquidez Autonómico, que más bien debería llamarse Fondo de Liquidación de las Autonomías. Una vez rescatadas, se les dictará la política económica desde Madrid. Está claro cuáles serán las partidas que, siguiendo su recetario, habrán de recortarse en Andalucía más aún: sanidad y educación.

Ante esta embestida, al Gobierno andaluz no le queda más remedio que resistir y rebelarse. Y explicar a los ciudadanos el acoso que sufren y la alternativa que proponen.

Griñán plantea como temas prioritarios la lucha contra el paro, por delante del cumplimiento del déficit, una fiscalidad más progresiva y combatir el fraude fiscal. Valderas, preocupado por los alarmantes índices de pobreza, despliega una batería de medidas: renta básica, banco de tierras, instituto público que facilite el crédito y apoyo a los desahuciados.

La batalla del otoño está planteada. Veremos quién gana la guerra.

@JRomanOrozco

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