Rosetones de rojo tomate
Ocho parejas de jóvenes participan en el primer concurso de ensaladas de la Semana Grande de San Sebastián
Era uno de los actos más esperados de la Semana Grande donostiarra desde que el alcalde, Juan Karlos Izagirre, de Bildu, se presentara en el anuncio del programa rodeado de hortalizas y destacase en el mismo la celebración del primer Concurso para Jóvenes de Ensalada. A las 11.30, ocho parejas de chavales de 16 a 22 años, según lo estipulado en las bases y precisamente el número mínimo de participantes requeridos, se dispusieron a lo largo de las mesas que la organización había instalado en un lateral del Mercado de la Bretxa.
A simple vista, entre los participantes, destacaban la pareja de novios con aire semiprofesional, Aitor Jaime y Miren Arostegui, armados con todo tipo de utensilios: centrifugadora de lechuga, pela patatas, una mandolina y su correspondiente salsa secreta —todos los concursantes fiaron su suerte al aliño—. En el extremo opuesto, el único equipo compuesto por dos chicos, Elías Arruabarrena e Imanol Garmendia, curtidos, como aseguraban, en la cocina de una sociedad gastronómica, pero más de “tortilla de patatas y chuletón”, de expresión distraída, y sin tanto artificio, de hecho, su fórmula magistral para el secado de lechuga consistía en un trapo de cocina.
Pistoletazo de salida y los 16 concursantes abandonaron por unos minutos sus sillas para hacerse con los productos que cedía la organización: tomate, lechuga, cebolla, bonito, anchoas y palitos de cangrejo. A cuenta de los participantes corría, si querían, huevo cocido, patata, aceite, vinagre, sal y salsas de cualquier tipo. También debían llevar el menaje.
“Yo no pondría tanto de eso”, recomendaban los familiares
Las dos componentes del equipo de Las Guindis sopesaban dos tomates antes de iniciar la prueba. “Uno o dos, uno o dos, uno o dos”, murmuraban Naiara Izurriaga y Alba San José. Ellas, junto a la Brigada Makinala, Las Perejilillas, Las Ketchup y Las Finas, destacaban por sus nombres respecto a las formaciones que habían seleccionado el de algún barrio de la capital guipuzcoana. Eso sí, todos señalaban al organizador como ideólogo de la nomenclatura. “Nos lo han elegido ellos”, argumentaban.
Entre el público, abuelos y padres, novios y hermanas pequeñas con videocámaras o móviles registraban el momento. “Yo no pondría tanto de eso”, se escapaba entre los familiares de mayor rango de edad, “Aitor, luego, añade un poquito más de salsa”, recomendaba una madre.
Una hora para preparar los platos, sobre los que el jurado,compuesto, entre otros, por Elena Arzak, debían evaluar sabor, presentación, aspecto y originalidad. Un tomate relleno con mahonesa, atún y patata, sobre el lateral de un corazón dibujado con anchoas fue la propuesta de Las Guindis, frente a la abrumadora mayoría de rosetones de tomate —con mayor o menor sofisticación, láminas de patata, finas tiras de palitos de cangrejo o cebolla—, sobre lecho de lechuga. La opción por la que se tuvieron que decantar Las Finas, Paula Sánchez Vicente y Uxue Letuzzi Iribarren, después de intentar dibujar con las hortalizas, sin mucho éxito, “un tambor de Tamborrada”.
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