Un bailaor llamado Don Quijote
Una versión flamenca del clásico llega al teatro Arteria Coliseum de Madrid antes de inicar un periplo por China
Un taconeo sacude el parqué del escenario. Le siguen los pasos de otro bailarín. Una vuelta, palmas, mucha concentración. Respiran y siguen. El ensayo no se puede detener a tres días del estreno. Está todo preparado, aunque los nervios se sienten en el aire y en los bailes incompletos de abanico y volantes. Sin música. Solo para probar antes de que llegue el gran día. La obra El Quijote, al compás de un sueño,de la compañía Prodigio BAF Flamenco, se presenta el próximo jueves en el teatro Arteria Coliseum. Entre bastidores, los 20 bailarines que componen este espectáculo en clave flamenca retocan su maquillaje. El ensayo general está a punto de empezar.
El jueves se abrirán las puertas del teatro madrileño en el marco de los Veranos de la Villa y allí los espectadores podrán conocer al Quijote bailarín, a la Dulcinea multiplicada en la mente del hidalgo, a un Sancho Panza que siempre divierte. Sin palabras, solo con gestos, baile, música y sentimiento. El Quijote, al compás del sueño se ha marcado un objetivo. “Nuestra pretensión no es contar el libro, sería soberbio por nuestra parte”, asegura Concha Jareño, coreógrafa junto a Javier Latorre. “Aspiramos a acercar al público de un forma cercana y natural a Don Quijote de la Mancha”.
Se han elegido los pasajes más representativos para que todos “puedan entenderla aunque no la conozcan”, según la coreógrafa. Después de su paso por Madrid —estará en cartel hasta el 26 de agosto—, partirán rumbo a Oriente. Durante casi un mes recorrerán China con el flamenco y Cervantes como carta de presentación.
Don Quijote se arregla la barba canosa en su camerino. No lleva armadura ni lanza. “Hemos tenido que prescindir de parte del vestuario porque era imposible bailar”, revela Manuel Díaz, el bailarín que interpreta al hidalgo de Castilla. Es solemne y elegante, tiene la mirada perdida durante sus delirios de grandes batallas y consigue bailar sin perder la compostura.
A su lado, Sancho Panza, más conocido entre el elenco como Alejandro G. Molinero. Este madrileño afirma que se había visto a sí mismo en un papel como el de Sancho. “Nunca me vi como el príncipe de ninguna obra. No era el alto ni el guapo de la clase”.
Desde el patio de butacas se oye la llamada a los artistas. El teatro se sume en la oscuridad mientras los bailarines toman sus posiciones. “¿Preparados?”, grita Jareño. “Silencio… ¡y música!”. El escenario se llena de luz y de alegría flamenca. El taconeo y las palmas se sincronizan y el ensayo se torna actuación. “La energía cambia gracias a que somos dos coreógrafos. Cuando parece que no habrá más giros en el baile aparece la danza contemporánea y otros géneros del flamenco con diversos elementos como abanicos y colas”, dice Jareño.
Once dulcineas emergen de debajo de las colas rojas de sus vestidos. Palpitan y envuelven al compás de la música, creada por Gabriel Expósito, al caballero que terminará muriendo de locura bajo las lágrimas de su fiel escudero. El ensayo termina. Los bailarines se aplauden, dándose ánimos para lo que vendrá. Madrid es solo un aperitivo, a partir del 2 de septiembre se enfrentarán al público chino y tratarán de enseñar lo que Cervantes quiso contar de la mano de su eterno caballero.
El Quijote, al compás de un sueño. Teatro Arteria Coliseum. Del 9 al 26 de agosto. Desde 16,50 euros.
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