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El cofre del tesoro

Gordailua, el depósito de fondos artísticos de la Diputación, espera el traslado de 56.000 nuevas piezas

Giorgio Stueler, uno de los restauradores que trabajan en el centro Gordailua, revisa piezas del castillo de Amaiur.
Giorgio Stueler, uno de los restauradores que trabajan en el centro Gordailua, revisa piezas del castillo de Amaiur.JESÚS URIARTE

Gordailua es un coloso, una especie de gigante que custodia los fondos artísticos de la Diputación de Gipuzkoa. El edificio, en los lindes de un polígono industrial de Irún, con tres pisos y una superficie de 9.148 metros cuadrados, alberga a día de hoy unas 17.000 piezas de todo tipo: cuadros, cerámica, aparejos de hierro,...

El espacio, inaugurado hace poco más de un año, aguarda para el próximo otoño una gran mudanza: el traslado de otras 56.200 piezas, entre el resto de fondos de la Diputación almacenados en otros puntos del territorio, los del Museo San Telmo (24.000) y los de la Kutxa (1.000). Pero el coloso aspira a ser algo más que un simple almacén. El proyecto busca además construir un relato completo y unitario de las obras artísticas de la provincia, así como su custodia óptima y su difusión.

El interior del edificio parece vacío. Una sucesión de estanterías sumidas en la oscuridad conforman el corazón de la planta baja. En un extremo de la sala se distribuyen cuadros de los siglos XIX y XX, retratos, bodegones y paisajes, de cualquier estilo, de muchos autores. En el lado opuesto, piezas de cerámica de Pasaia ocupan unas baldas.

Entre lienzos y tazas, los fondos editoriales de Arteleku que pudieron ser salvados y tratados tras las inundaciones del pasado noviembre descansan a la espera de regresar a la biblioteca del centro artístico. “Menos mal que existía Gordailua; si no, no hubiéramos podido recuperarlos”, explican las anfitrionas de la visita: la directora de Cultura de la Diputación, Garazi López de Etxezarreta, y la jefa del Servicio de Patrimonio, Gabriela Vives.

El centro recibirá en otoño obras del Museo San Telmo y del fondo de Kutxa

No entra la luz, al igual que en muchas de las dependencias de Gordailua, como la piscina, el tanque que utilizan los conservadores para desalinizar las piezas que han sido halladas en el fondo del mar o las otras salas reservadas para el almacenaje. Los rayos de sol solo franquean las estancias destinadas a restauración, en las que un especialista en pintura y otro en madera trabajan y las dependencias dedicadas a oficinas, salas de reuniones y centro de documentación.

“Al margen de la función como apoyo a los museos de Gipuzkoa, Gordailua tiene en sí un alto valor expositivo”, explica López de Etxezarreta, porque una vez encendidas las luces, las primeras estanterías descubren al visitante unos cuadros de Zumeta. Lucen, sin contar el soporte en que están colgados y el cristal que separa un pasillo de la sala, casi como en un museo. Las anfitrionas recuerdan que el cambio de ubicación no impide la consulta de las obras por parte de los especialistas o que cualquier otra institución requiera alguna para una exposición temporal, por ejemplo.

Un punto rojo sobre un letrero que resume lo que esconde cada estantería indica que la pieza está siendo restaurada o tratada por si pudiera tener cualquier tipo de insecto u hongos.

El proyecto busca construir un relato artístico unitario y potenciar su difusión

Las medidas de conservación son extremas. Nada entra si no ha sido revisado previamente y los técnicos del depósito determinan que está libre de cualquier infección. Las obras se distribuyen por las salas en función de las condiciones ambientales que precisen: luz regulada, temperatura en su punto exacto,...

El coloso se prepara ahora para la avalancha del otoño, detalla Vives. La Diputación trabaja con los responsables de San Telmo —las piezas de Kutxa llegarán después—. Las 24.000 obras que reciban del centro donostiarra ya tienen su hueco reservado en Gordailua, han recibido una numeración, se les han tomado fotos y han sido revisadas para comprobar si precisan algún tratamiento de desinfección o de restauración. Todo parece bajo control: “Cómo embalarlas, cómo desembalarlas, las condiciones del transporte, su limpieza, su estado de conservación”, enumera Vives.

Gordailua es un centro único, explican sus responsables, por la ambición y por sus objetivos. Inspirado en el Museum Resoruces de Glasgow (Reino Unido) o en Le Dépot de Marsella (Francia), cuando se halle a pleno rendimiento cuatro personas trabajarán allí de forma constante. Se antojan pocas para tantas obras y metros cuadrados. De hecho, a lo largo de la visita, y a excepción de los restauradores y de otro grupo de especialistas interesados en Gordailua nadie parece recorrer los pasillos y salas del depósito.

Cada puerta se debe abrir con una tarjeta especial. “Esto es sólo un ejemplo de las mediadas de seguridad. Del resto, no te puedes ni hacer ni idea”, puntualiza Vives, una vez terminado el recorrido y a las puertas del edificio para despedir a los intrusos. No cuenta más.

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