La nueva rebeldía
Esta semana he dado un curso de verano en Bilbao. Mi antiguo profesor Patxi Urkijo nos llama cada año a un grupo de exalumnos de la UPV (y que ahora nos dedicamos profesionalmente a hacer películas) para impartir un taller de cine. Lo mejor del curso es lo mucho que aprendes. Yo me vuelvo a casa cada año con la sensación de haber visto y escuchado cosas nuevas y que dan que pensar. Quizás con lo que más me he quedado en esta ocasión es con una reflexión de otro profesor, el cineasta Juan Flahn. Juan habló de cine undergroundy señaló que una de las diferencias más llamativas entre las películas alternativas de hace 40 años y las de ahora es que las primeras trataban de jóvenes que querían rebelarse contra lo establecido, que ponían en cuestión la institución familiar, la dignidad que da el trabajo y en general el modo de vida tradicional.
Y por otra parte, el cine independiente actual curiosamente habla de jóvenes desorientados que buscan su integración en la sociedad a través de conseguir un trabajo, encontrar pareja y en general acoplarse al modo de vida tradicional. Lo ilustraba con un ejemplo muy claro: mientras Divine comía mierda de perro en Pink Flamingos de John Waters, en una reciente película underground el mayor acto de inconformismo del protagonista era tirar una botella de cerveza al suelo. Pero no creo que tenga que ver con que nos estamos domesticando, con que la corrección política sea la tónica imperante. Eso también pero la explicación tiene pinta de ser mucho más simple.
El sueño húmedo de la chavalería actual poco tiene que ver con enfrentarse a la figura paterna, rechazar cualquier empleo con horario fijo y huir del hogar familiar para vivir aventuras. Más bien se parece a tener una nómina, tranquilidad a fin de mes y vacaciones pagadas. Una casita, un marido o una mujer, hijos, fines de semana libres. Es decir, la pesadilla del joven del siglo XX. Supongo que en realidad lo que quieren las chicas y los chicos es ser especiales, ser diferentes. Y antes ser distinto tenía que ver con la insumisión. Ahora la originalidad reside en tener estabilidad. Vamos, que el nuevo iconoclasta es un aspirante a gris oficinista. El conformismo es el nuevo inconformismo. Un enfant terrible es el que consigue una hipoteca. En realidad aquí estamos deseando aburrirnos. Mejor aburrirse que estar preocupado (o más bien, aterrado) porque se te acaba la prestación por desempleo, ¿no? No es que hayamos rebajado las aspiraciones, más bien se valoran los bienes escasos. Antes ser funcionario era sinónimo de vida coñazo a evitar. Hace poco era un objetivo en la vida de mucha gente. Y ahora incluso formar parte de la administración no es sinónimo de tranquilidad y seguridad. Ya no te puedes fiar ni de eso.
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