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Arqueología viva y en directo

Científicos excavan un yacimiento en Lira mientras divulgan el proceso en tiempo real

Grabación de los trabajos de excavanción de Torre dos Mouros, en Lira (Carnota).
Grabación de los trabajos de excavanción de Torre dos Mouros, en Lira (Carnota). SOLE FELLOZA

Frente al tópico del científico encerrado en la torre de marfil de sus investigaciones arcanas, otra torre, la de Os Mouros. En este yacimiento arqueológico enclavado en plena Costa da Morte se desarrolla un proyecto de excavación para profundizar en otro lugar común —este más reciente—, no tan practicado como citado: la socialización del conocimiento, hacer a la ciudadanía partícipe de la construcción del saber. Armados con picos, palas, paletas, cámaras de vídeo y móviles 3G, un grupo de arqueólogos, periodistas y voluntarios tratan de desentrañar los misterios de un enorme recinto fortificado de origen desconocido, a la vez que cuentan en tiempo real todo el proceso.

La Torre dos Mouros es un otero que se alza 310 metros sobre el Atlántico, en la parroquia de Lira, municipio de Carnota. Un incendio a mediados de la pasada década dejó al descubierto una imponente y extraña estructura defensiva: dos líneas de muralla a lo largo de un perímetro de 550 metros que encierra dos hectáreas de superficie. Más monumental, aún, que este sistema defensivo construido con aparejo ciclópeo —piedras de grandes dimensiones— es el paisaje sobre el que se alza, la kilométrica playa de Carnota a los pies, con el Monte Pindo a un lado y el fin del mundo, cabo Fisterra, al fondo. Dos hipótesis manejan los especialistas sobre la cronología; o es un peculiar castro de la Edad del Hierro o una fortaleza altomedieval, de las que hay pocas noticias en Galicia.

Como el Ayuntamiento carecía de recursos para excavar el lugar, buscó embarcar a varias empresas, a la Universidade de Santiago (USC) y al Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el proyecto. Con los guantes en la mano y el sudor en la frente, Iván Franco, edil de Cultura, lo cuenta a pie de obra. “El objetivo es que la gente se involucre con su patrimonio, que lo sienta como propio”, expone. Desde mayo vecinos han ido a desbrozar para que durante este mes los arqueólogos, también con apoyo de voluntarios de otras partes de la comunidad, hagan los trabajos de excavación específicos. El apoyo del consistorio no es una figura retórica, el propio regidor colaboró en las labores de limpieza.

Vecinos y el alcalde han desbrozado el terreno que exploran ahora arqueólogos

Junto con la participación directa de la ciudadanía en el trabajo arqueológico —no solo en el yacimiento, también recopilando tradición oral o microtoponimia— la otra pata sobre la que se asienta el discurso de una arqueología pública es la transparencia informativa. Manuel Gago, del grupo de Novos Medios de la USC y coordinador de la comunicación del proyecto, ahonda en la relevancia de transmitir en tiempo real (cuando la conexión a Internet en este paraje aislado lo permite) cómo se desarrolla una investigación científica.

“La ciencia es muy resultadista”, reflexiona, “a nosotros nos interesa también el proceso, cómo se hace arqueología, con sus problemas y sus contradicciones”. Para ello, cuatro periodistas empotrados narran a través de las redes sociales y mediante vídeos, fotos y textos los avatares de la excavación y las tribulaciones del equipo de arqueólogos que, después de dos fines de semana excavando, aún no sabe muy bien a qué se enfrenta. “Es como hacer un documental sin guión”, ilustra Gago. La parte divulgativa se complementa con una serie de charlas de especialistas en locales de la zona, las barferencias, y con talleres para los más pequeños.

El resultado de la investigación se publicará en formato de cómic

Sobre el yacimiento, el director arqueológico, Antón Malde, explica las dos hipótesis sobre el origen. Por ahora, parece decantarse por la opción de la fortaleza tardoantigua o altomedieval. Varios elementos dificultan la interpretación del lugar como un asentamiento de la cultura castrexa, como lo rectilíneo de las murallas —frente la forma de elipse más frecuente en los castros— o que las inmediaciones del otero no son aptas para la agricultura. De hecho, hay dos castros a menos de dos kilómetros, y estos sí responden a los parámetros más normales. El problema es que no ha aparecido ningún resto de cultural material —utensilios, armas, adornos— que permita fijar un horizonte cronológico claro. Solo una construcción anexa al muro interior, que podría alzarse más de cuatro metros.

Lo que sí parece evidente es la función de control sobre el territorio del emplazamiento, que domina una amplia franja costera. Malde cree que la parte que da al mar era más monumental, es decir, se construyó con el objetivo explícito de que se viese, ya sea por los habitantes de las laderas y de la costa o por posibles visitantes llegados en barco. Esto, junto con la tradición oral, refuerza la idea de que se trate de una fortaleza con la que defenderse de los habituales ataques de los piratas normandos, durante los primeros siglos medievales. “Puede ser la Santa Tegra de la Costa da Morte”, tercia Gago. La primera síntesis sobre el yacimiento llegará en septiembre, pero no se publicará en ninguna revista internacional, sino en un cómic realizado por el dibujante Manel Cráneo.

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