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La ilusión por avistar cetáceos

El Centro de Biodiversidad revierte en Euskadi casi el triple de lo presupuestado Uno de sus mayores atractivos es la posibilidad de embarcarse para avistar ballenas

Una joven trata de avistar cetáceos con unos prismáticos en la expedición naútica organizada por Ambar y el CBE
Una joven trata de avistar cetáceos con unos prismáticos en la expedición naútica organizada por Ambar y el CBERAUL MARTÍNEZ

Desde lo alto de Torre Madariaga se divisa una panorámica espectacular de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai y la jornada soleada que amaneció ayer parecía ideal para un avistamiento de cetáceos. Pero antes de embarcarse tocaba presentar los resultados del impacto socioeconómico del Centro de Biodiversidad de Euskadi (CBE) en 2011. Y de paso, hacer balance de cuatro años de vida que hoy en día le erigen como uno de los motores de la reserva natural vizcaína. Solo en el pasado ejercicio, cada euro presupuestado generó un efecto retorno de 2,72 en Euskadi, casi el triple de la inversión realizada. Desde su apertura en 2008, el impacto de la actividad del centro sobre el PIB vasco ha alcanzado los 8,3 millones de euros.

En las aguas del Golfo de Bizkaia se pueden avistar, entre abril y octubre, delfines, rorcuales, orcas, zifios e incluso cachalotes

El museo ha mantenido desde sus comienzos los 39 empleos directos de media por año y ha recibido más de 100.000 visitantes, de los cuales 40.000 se acercaron el año pasado. “La mejor promoción es el boca a boca”, aseguraba Fernando Barrenechea, director de Ihobe, la gestora ambiental del Gobierno vasco. “Sin olvidar a los niños, que se lo cuentan a sus padres y también ayudan”. 27.700 estudiantes han visitado ya el CBE y el programa didáctico de este verano está completo. El reto, según Barrenechea, es “conseguir que vengan más guipuzcoanos y alaveses”, y que “se animen a pernoctar en la zona”.

Además de las actividades del centro de interpretación o el relajante gastrobar, uno de los mayores alicientes para visitar el CBE es el programa Cetáceos a las 10. Enrique Franco pertenece a Ambar, una sociedad para el estudio y la conservación de la fauna marina que colabora estrechamente con Torre Madariaga. Ya a bordo del barco, un catamarán con dos motores de 480 caballos cada uno, Franco enumera apasionado las hasta 24 clases de cetáceos que pueden divisarse en el Golfo de Bizkaia. Aunque “mucha gente no lo sabe”, en sus aguas hay delfines, rorcuales, orcas, zifios e incluso cachalotes. La clave es el cañón Capbretón, donde la profundidad marina alcanza de pronto los 1.000 metros, casi al borde de la plataforma continental.

El centro recibió 40.000 visitantes durante 2011 y 100.000 en sus cuatro años de vida

El barco pone rumbo al norte, dejando a la derecha la plataforma de gas La Gaviota y adentrándose hasta las 12 millas. El viento del noroeste revuelve la superficie del Cantábrico y crea efectos ópticos de aletas y lomos en el oleaje. Las expectativas son altas entre la veintena de personas que otea el mar, no en vano desde el CBE y Ambar aseguran que hay un 85% de probabilidades de avistarlos entre abril y octubre.

Pero después de tres horas a bordo solo se vislumbran dos zifios, un ejemplar muy esquivo y ligeramente menor que la orca que baja un kilómetro de profundidad para alimentarse. “No hemos tenido mucha suerte”, lamenta Pedro, el patrón, al atracar en el puerto de Bermeo, y se despide con sorna: “Es lo que tienen los animales salvajes, a veces son unos maleducados”.

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