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OPINIÓN

Algo más que perdón

Castellano se distancia de sus antecesores y sigue confiando en la independencia de NCG

José María Castellano, presidente de Novagalicia, da por hecho que su banco seguirá existiendo, pese a necesitar una inyección de hasta 6.000 millones de euros, un billón de las antiguas pesetas; habla de garantías para los depósitos y de dificultades para recuperar las preferentes, y anuncia que probablemente se personará ante la justicia contra los anteriores gestores, varios de los cuales se fueron con indemnizaciones multimillonarias. En aparente coherencia con todo eso ha pedido perdón públicamente; perdón en nombre de la entidad, claro, lo que supone una crítica a sus antecesores, que no le han replicado ni parece probable que lo hagan hasta que comparezcan ante la justicia y el poder legislativo. Son muchos elementos que conviene analizar con calma, porque es mucho lo que está en juego en Galicia: nada menos que su primera entidad financiera, la única opción de que exista un banco independiente hasta cierto punto gallego. Tampoco es menor el aplauso de la Xunta y de su presidente al mensaje de perdón de la cúpula de Novagalicia, porque puede volverse controvertido.

Distingamos primero lo que es periodismo declarativo de los hechos, porque éstos son relevantes y lo primero puede parecer llamativo pero no será trascendente. Si se confirma, lo más importante del anuncio de Castellano y de su audaz campaña de comunicación es que Novagalicia no desaparecerá; es decir, que no será liquidada, ni será subastada ni será absorbida por el Santander o el BBVA. Es más, su presidente descarta incluso que pueda ser objeto de una fusión con otros bancos intervenidos, entre los que Bankia es el de mayor dimensión. Desde Galicia solo cabe desear que acierte en su pronóstico, para lo cual sería alentador que su accionista mayoritario —léase el Estado— ratificase sus palabras.

La liquidación sería cara y socialmente costosa, sin duda, por lo que parece una hipótesis descartada en Bruselas, que es donde se mueven ahora los hilos de Novagalicia, a pesar de que este banco tenga su sede en A Coruña. La subasta, reivindicada por CiU en el Congreso, tampoco parece una buena opción, porque sería un regalo, y la absorción por otra entidad supondría, en el fondo, regalar dinero público a un banco privado, cosa distinta, por ejemplo, de una fusión con Bankia y/o las demás entidades nacionalizadas. El problema de seguir independiente es que Novagalicia consumirá muchos recursos cuyo retorno a las arcas públicas es una incógnita. Ahora bien, hecho el análisis con mirada gallega, es la mejor opción.

Las luces y las sombras que acompañan a Castellano se irán disociando con el paso del tiempo, si bien a día de hoy están solapadas, con riesgo de suscitar inconvenientes. Un botón de muestra: su audacia de pedir perdón, que a primera vista suena bien, puede volvérsele en contra si no resuelve bien el problemón de las preferentes —al menos la parte que parece de libro que hay que arreglar, con la gente que fue engañada, sobre lo que ya hay una primera sentencia— y también si no toma medidas en su propia cúpula, donde quedan altos cargos no menos implicados en la gestión anterior que quienes los nombraron y se fueron. Yendo más al grano: cuando Castellano pide perdón en nombre de los anteriores gestores, ¿lo hace también en nombre de los que siguen a su lado? ¿Solo se equivocaron los cuatro o cinco que se marcharon con los bolsillos llenos? ¿Los demás solo cumplieron órdenes? Cuando menos habría que explicarlo, sin que nadie se ponga nervioso.

También cuesta creer que Castellano pida perdón en nombre de Gayoso y Méndez o de sus segundos, Pego y García de Paredes. No menos, desde luego, que si Rajoy pidiese perdón en nombre de Zapatero. Sin embargo, por contradictorio que parezca, la campaña de Castellano es tan original que si le sale bien puede darle buenos resultados, que a lo mejor es lo que hay que desear, mirando para otro lado, por el bien de la entidad y del país.

No menos resbaladizo es el suelo que pisa Feijóo, para quien este asunto de las cajas es todo un quebradero de cabeza, cuyo desenlace puede empañar su cada día más próxima campaña electoral. Feijóo fue el gran abanderado de la fusión de Caixa Galicia y Caixanova, cuyos líderes —especialmente Gayoso— jamás creyeron en el invento, por mucho que una auditoría por encargo dijese que todo iba a ser un camino de rosas.

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@J_L_Gomez

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