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Dicotomía del cisne

La producción rusa cuenta con una preciosa escenografía de aires góticos El vestuario es de lujo y el conjunto de danza está totalmente armonizado

'El lago de los cisnes', de Moscow City Ballet.
'El lago de los cisnes', de Moscow City Ballet.

La producción de los moscovitas tiene una de cal y otra de arena, cosas maravillosas, hallazgos poco vistos en estas latitudes, y una exagerada cantidad de pasos acumulado en las sucesivas danzas de la obra. Junto a esto, hay una preciosa escenografía de aires góticos a base de telones pintados tradicionales, un vestuario de verdadero lujo recamado al detalle y un conjunto armonizado y tratado con exigencia. Vemos tan poco ballet decente en España, que hasta se agradece esa obsesión por llenar los compases de evoluciones complejas, algunas realmente de bravura, como en el tercer acto los bailes napolitanos o las czardas. La versión del pas de trois del primer acto es una joya de alta coréutica y los artistas que lo interpretaron fueron de lo mejor, lo mismo que el brujo lleno de gallardía y malicia del estatuario Danil Orlov.

Entre las rarezas están los cisnes mitad blancos, mitad negros (a la manera de cómo ya los usó Boumiester en el Teatro Stanislavski y Grigorovich en el Bolshoi entre otros coreógrafos rusos). Es aceptable, casi se inserta ese pastiche plástico en esos detalles de la tradición del periodo soviético (como el bufón) que han acabado por tener carta de naturaleza, y además eso permite a Smirnov extenderse en el uso de la música, con algunos fragmentos que raramente se usan ya.

El doble papel de Odette-Odille (cisne blanco versus cisne negro) estuvo encarnado en el estreno por Lilia Orekhova y en ella podemos palpar varios de los problemas de los grandes papeles clásicos hoy, cómo encarnarlos, sacarlos adelante con sentido de contemporaneidad pero respetando unos patrones, unos cánones, por ejemplo, en las líneas. El cisne es su línea física, su ondulación controlada y expresiva. Lilia roza la acrobacia en repetidas ocasiones, confunde sus extensiones y rompe tanto el encanto como el eje de los dos personajes en persecución de una espectacularidad fácil propia de la balletomanía menos enterada. Talgat Koshabaev dio un recitar con sus bellísimo pies, aunque por momento ablanda a Sigfrido.

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