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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Apabullante

Gorka Benítez y David Xirgu son dos veteranos, al comenzar a tocar se les notan los galones

Gorka Benítez y David Xirgu son dos auténticos veteranos, solo con comenzar a tocar ya se les notan los galones. Se han baqueteado en mil aventuras distintas (ya se sabe que, por aquí, las aventuras duran poco) coincidiendo en muchas ocasiones. Ahora, prescindiendo de todo lo superfluo, han decido compartir el entarimado en la más absoluta intimidad: un saxo tenor (ocasionalmente trasmutado en flauta) y una batería. Sin más ayuda ni más estorbos.

Jazz

Gorka Benítez-Davis Xirgu Dúo.

Jamboree, 10 de julio.

Con un ancestro tan explosivo como el Interstellar Space de John Coltrane y Rasihed Ali lo más probable era que todo se les hubiera escapado de las manos en una debacle instrumental impactante en su superficie pero hueca en el trasfondo. No ha sido así, todo lo contrario. En vez de dejar que fuera la madre fortuna disfrazada de hada del swing, o así, la que guiara sus pasos han optado por la contención y la melodía. Todo temas originales escritos por Benítez para la ocasión. El resultado es sencillamente apabullante en su simplicidad y bello en su contenido.

Realmente Xirgu y Benítez no necesitan a nadie más en el escenario, lo llenan y rebosan de musicalidad y ritmo. Pueden pasar de la balada de sensualidad insinuada al ritmo desasosegador demostrando cada vez que, incluso en el caos, pueden encontrar una melodía.

El martes presentaban en Jamboree su disco en dúo, con un título curioso A Marte otra vez pero que describe a las mil maravillas lo que, por espacio de algo más de una hora, sucedió en el sótano de la plaza Reial: un viaje espacial (por ponerle algún nombre) sin rumbo fijo a través de sensaciones a flor de piel, sentimientos profundos a pesar de su aparente frivolidad y ritmos casi diabólicos por su hipnotismo.

Sí, Xirgu y Benítez no necesitan más y el público tampoco. Con un saxo y una batería han construido uno de los edificios más sólidos de nuestro panorama jazzístico actual. Ahora a esperar que dure.

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