Es el crecimiento, estúpido
"Lo que ahorramos por una parte con los recortes lo perdemos por otra al asumir las pérdidas que mas pronto que tarde aflorarán en el sistema financiero"
“Enséñame un héroe y te escribiré una tragedia”. Este desafío de Scott Fitzgerald tendría una sencilla consecución en el sector financiero español, tal y como anda el patio económico, que está adquiriendo la virtualidad de convertir a los antiguos héroes en los nuevos villanos. Seguramente no eran tan eminentes antaño ni tan viles hogaño, sino que han sido y son las circunstancias económicas las que han ampliado el foco a esta calificación. La evolución económica general y la del sector inmobiliario en particular, ambas estrechamente ligadas, llevan camino de convertir a estos prebostes en carne de cañón, cuando lo que falla no es su actitud profesional y personal, que también, sino sobre todo el marco en el que se desarrolla, el cual les permite campar a sus anchas sin que se les mueva un pelo de la calva.
Pero no nos pongamos trascendentes hablando de la arquitectura del edificio cuando está a punto de caer y lo perentorio es su apuntalamiento, so pena de tener que dormir al raso. Pues bien, el puntal básico que nos permitiría seguir a cobijo y de paso salvar alguno de nuestros antiguos héroes no es la austeridad, predicada por nuestra querida hada calvinista Merkel y su acólito Mariano, sino el crecimiento.
La losa inmobiliaria que soporta nuestro sistema financiero es del orden de 500.000 millones de euros (un 50% del PIB), una losa que se puede convertir en lápida no porque se incremente su peso sino porque cada vez estamos más débiles para poder sobrellevarla. Esta debilidad proviene básicamente del insuficiente crecimiento económico, que impide aumentar la demanda de viviendas y atender el pago de las ya adquiridas, lo cual conduce a una pérdida de valor de los activos inmobiliarios y a mayores provisiones en los balances del sistema financiero (que, de paso, dan una vuelta de tuerca más al ya reducido grifo crediticio) hasta llegar a lo que eufemísticamente algunos expertos financieros consideran una “situación de insolvencia”, que no es una quiebra oiga, es una situación en la que una entidad se queda sin liquidez porque el mercado no le paga lo que cree que valen sus activos. Manda… lo que ustedes ya saben.
Como consecuencia, y a riesgo de ser tachado de demagogo, les diré que lo que ahorramos por una parte con los recortes lo perdemos por otra al asumir las pérdidas que mas pronto que tarde aflorarán en el sistema financiero. Ya sé, ya sé, que todavía no todo son pérdidas, que la mayor parte es deuda pública que de momento no computa en el déficit del Estado, pero todo llegará si la situación sigue como hasta ahora, y si no, miren lo de Bankia. Mientras tanto, Mariano sigue con el mantra de que “no podemos gastar lo que no tenemos”. Lo malo es que cada vez tenemos menos y el equipo económico habitual, con el ministro de Windows a la cabeza, deberían enseñarle el mantra a la inversa: “No tenemos porque no gastamos, no tenemos porque no gastamos…”
En fin, que conforme el tiempo va pasando el rostro de Rajoy me recuerda cada vez más a la cara que aparece en El grito de Munch, ese cuadro que representa el icono de los complejos de culpa y la ansiedad de un personaje perplejo en medio de la nada.
Juan Usach es doctor en Economía.
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