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Las preguntas y la luz de ‘Pelléas et Mélisande’

La ópera de Debussy regresa al Liceo tras medio siglo con una producción firmada por Robert Wilson

Wilson, María Bayo y el maestro Michael Boder, en el Liceo.
Wilson, María Bayo y el maestro Michael Boder, en el Liceo.SALVADOR FENOLL BERNABEU

Ópera de culto, Pelléas et Mélisande (1902) constituye un punto de inflexión no solo en la historia del género lírico, sino en la de la propia música. El novedoso planteamiento musical del drama que hace Claude Debussy, con su sorprendente tratamiento de la melodía, la armonía y el ritmo, la convierte en una obra radical, que, aunque no pueda ser calificada de revolucionaria, marcó toda una época. Quedó para siempre como una rareza, entre el romanticismo y el verismo, que, pese a formar parte del repertorio, se representa escasamente. A partir de mañana vuelve al Teatro del Liceo de Barcelona, donde no se presentaba desde hacía 49 años. Y lo hace con una producción firmada escénicamente por Robert Wilson, que ha contado con la aprobación unánime de la crítica desde su estreno, en 1997, en el Festival de Salzburgo. El barítono Jean Sébastian Bou y la soprano María Bayo serán Pelléas y Mélisande bajo la dirección musical de Michael Boder en la que es su última ópera como director musical de la Orquesta del Liceo.

Debussy encontró en la poética y el simbolismo de Maurice Maeterlinck el drama que mejor se ajustaba a la música que tenía en la cabeza. Lo descubrió en 1893 en el Théâtre des Bouffes Parisiens, en el estreno de la última obra del dramaturgo belga. Se trata de un cuento de hadas para adultos sobre un joven príncipe que encuentra a una bella y sensible mujer perdida en un bosque y se casa con ella. La mujer, infeliz en palacio, halla en su cuñado a su alma gemela. Sobre este material dramático Debussy elabora su ideal de ópera.

La obra está estructurada en 5 actos y 12 escenas, y los sentimientos son su hilo conductor. Pero aquí las pasiones son ambiguas, las emociones están reprimidas. Nada que ver con los arrebatos del verismo, que nacía con Adriana Lecouvreur, justo la última ópera que acaba de representar el Liceo, que al igual que Pelléas se estrenó en 1902. Michel Boder define esta obra como “una de las partituras más maravillosas de la historia de la música. Lleva en sí misma la idea de la luz”. Y para rebatir a quienes creen que en el fondo Debussy bebe mucho de Wagner, el director de orquesta alemán aclara: "La música de Wagner te llega como una máquina, arrolladora, llena de respuestas; en cambio, la música francesa está llena de preguntas, debes acercarte a ella”.

Y Robert Wilson se acerca a Pelléas desde su dominante y característica personalidad plástica y dramática, en la que el minimalismo, las líneas geométricas y la escena vacía que llena con la iluminación persiguen ese distanciamiento con el que presenta la ópera. Mueve sobre la escena a los personajes, que permanecen prácticamente estáticos, con una coreografía corporal con la que expresan sus sentimientos, pero nunca deja que se miren ni se toquen. “Es el concepto de la goma elástica: cuando está sin tensión, está cerca; cuando se estira, está lejos”.

Wilson ha encontrado la complicidad de los cantantes. “Ha sido un trabajo complicado, pero a la vez muy enriquecedor”, dijo María Bayo. “Nunca había trabajado así con mi cuerpo”.

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