La Seoane expone obras de menores condenados o en acogida
El artista César Fernández Arias coordinó el trabajo de 47 chicos de entre 14 y 18 años
Por un lado desechos de la sociedad de consumo, como tapones, chapas de refrescos, palitos de helados, corchos. Por otro, adolescentes “en riesgo de exclusión social”: delincuentes juveniles que cumplen condenas internados en centro,, otros con penas leves en régimen abierto o menores en acogida bajo tutela de la Administración autonómica. Y en medio el arte como para reinventarse y avanzar. Es la base del proyecto Ars, unos talleres de creación artística en A Coruña que culminan ahora, tras cinco meses, con la exposición de los trabajos realizados por medio centenar de estos jóvenes en busca de su reintegración social. La Fundación Luís Seoane acoge desde hoy el resultado en su sede de A Coruña.
La iniciativa partió de la Fundación Camiña de ayuda a la infancia y juventud y fue uno de los 13 proyectos seleccionados, entre un total de 1.500 candidaturas, para ser financiado por un programa europeo de experimentación social. Bajo la batuta del polivalente César Fernández Arias —pintor, escultor, dibujante y Premio Nacional de Ilustración—, 47 menores de entre 14 y 18 años acudieron, como parte de su reorientación educativa, a estos talleres, tres horas semanales en la Fundación Luis Seoane.
Hay muchas iniciativas similares para ofrecer a jóvenes con condenas judiciales trabajar en su reinserción a través de la danza o el teatro, pero no en el campo de la creación artística, César destaca Fernández Arias. “Como están obligados, al principio montan más bronca, te contestan con un ‘me da igual’ o quieren acabar como sea lo antes posible”. Pero al final del proceso, los adolescentes acaban por sorprenderse del resultado. Son más de 300 trabajos los que se exponen desde hoy en la planta baja de la Fundación Luis Seoane.
El artista estimula el interés y capacidad inventiva de los jóvenes para transformar y crear obras a partir de “materiales sencillos” que de otro modo estarían destinados a acabar en el cubo de la basura. “Yo les doy la materia prima y les pongo modelos para abrirles la mente y mostrarles las múltiples posibilidades que existen para, por ejemplo, hacer un robot”, comenta Fernández Arias. Algunos de los chavales prefieren optar por una construcción, por ejemplo una señal de tráfico con un diseño totalmente distinto del convencional.
Otros chicos, más interesados en la pintura y el dibujo, eligen hacer su propia versión libre de algún cuadro de un artista conocido. Sea cual sea la disciplina artística por la que se decante cada uno, el objetivo siempre es el mismo: mejorar, estimulando su creatividad artística, las capacidades personales y sociales de los participantes y favorecer su reinserción social.
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