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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Anti-spam’ político

Está lo que interesa al debate público, y está lo que al ciudadano le preocupa, y que antes expresaba en pequeño y ahora expresa a lo grande, a través de Internet y de las redes sociales. Muchísimas veces ese interés y esa preocupación no coinciden. El diálogo entre el debate ciudadano y el político se parece a un “¿Dé dónde vienes? Manzanas traigo”. O por decirlo de otro modo, los blogs, el Facebook, el Twitter están a rebosar de interrogaciones, inquietudes, reflexiones ciudadanas que encuentran poca o nula acogida en el sistema de comunicación de lo público, poca o nula respuesta política. Como si esos mensajes que lanza la ciudadanía fueran un spam que el programa político se encarga de filtrar, de marcar en origen como correo no deseado.

Y así, por ejemplo, los ciudadanos se indignan en red de los sueldos y primas millonarias que se han concedido a los directivos de las Cajas ahora quebradas y que tenemos que pagar entre todos. O de los teléfonos e Ipads de los cargos públicos o de sus señorías, que también paga el contribuyente (¿No da un sueldo de diputado para sufragarse los gastos de un móvil?). Se indigna, en definitiva, el ciudadano de la larga lista de privilegios que supone en nuestro país ser mandatario; privilegios no sólo en el plano material sino también en el experiencial: porque, ¿qué comprensión puede tener de las preocupaciones de la gente quien puede gastar despreocupadamente. ¿Con qué urgencia se representa la intemperie quien vive bajo un techo de máxima cobertura?

Y plantea también la ciudadanía otras cuestiones fundamentales: la de si no ha llegado el momento de suprimir instituciones, como el Senado, cuya contribución a nuestro sistema democrático no parecen justificar su coste. Arde la red de peticiones en este sentido; de invitaciones a frenar/replicar con el ahorro que supondría prescindir del Senado los temerarios recortes que el Gobierno central está aplicando en Educación o en Ciencia y Tecnología, y que previsiblemente van a ir a peor (a pesar de que España está en número de investigadores por debajo de la media de la OCDE, la Secretaria de Estado de Investigación afirmaba en un reciente artículo que nos sobran, y que hay que reducir contratos).

Son, insisto, interrogaciones constantes en Internet y las redes sociales, que sin embargo no encuentran prácticamente eco en el debate público. Lo que, desde luego, no contribuye a cimentar la confianza de la ciudadanía en sus dirigentes, en un momento en que se necesitan, en todos los ámbitos, argumentos de credibilidad. Parece pues urgente que el debate político varíe su orientación, que se ponga a la escucha de la sociedad; o por seguir con la imagen del principio, que cambie su sistema anti-spam, de manera que todas estas preocupaciones ciudadanas salgan de la papelera del correo basura, y se incorporen ya a la bandeja de la consideración y la respuesta políticas.

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