El modelo Bildu para la basura
Gipuzkoa toma ejemplo de la planta mecánico-biológica de Bizkaia
El diputado de Medio Ambiente de Gipuzkoa, Juan Carlos Alduntzin, visitó a mediados de abril pasado el “ecoparque” de Artigas, en el monte Arraiz, donde la Diputación de Bizkaia ha inaugurado recientemente una planta de compostaje y espera poner en funcionamiento el año que viene una planta de tratamiento mecánico-biológico, similar a la que Bildu quiere poner ahora en marcha en Zubieta en sustitución de la polémica incineradora. Álava también cuenta con otra planta similar en Júndiz.
Alduntzin ya tenía entonces en mente la fórmula que quería implantar en Gipuzkoa para el tratamiento de las casi 400.000 toneladas que se generan en este territorio. El diputado quiso conocer de primera mano las instalaciones que ahora pretende impulsar en Gipuzkoa: seis plantas de compostaje y tres de tratamiento mecánico-biológico. Así quiere evitar levantar la incineradora.
Pero, ¿cómo funciona una planta de tratamiento mecánico-biológico (TMB)? Se trata de una tecnología que consiste en una primera fase en una clasificación mecánica previa de los residuos en masa donde se separan una parte de los materiales valorizables de forma que se lleven a reciclar. En una segunda fase se realiza el tratamiento biológico de los residuos orgánicos biodegradables, bien en ausencia o con oxígeno, que degrada los componentes biodegradables de la basura para producir biogás para luego obtener energía. Dependiendo de las características, el proceso completo del tratamiento dura entre una y dos semanas.
La planta que está construyendo Bizkaia podrá tratar 180.000 toneladas. Gipuzkoa prevé una de 90.000 toneladas en Zubieta y otras dos de 30.000 toneladas cada una en Beasain y Azpeitia.
El plan de Gipuzkoa necesita canteras para verter 12.000 toneladas anuales
Los residuos llegan en masa y mezclados hasta la zona de almacenamiento, donde se realiza un primer control visual para separar la materia impropia, no valorizable. En la fase mecánica, los residuos pasan por unos grandes cilindros (tromeles) que los discriminan por tamaño. El plástico se selecciona con un lector de infrarrojos y se separa mediante golpes de viento. Un sistema de imanes logra apartar los metales.
La fase de secado o maduración se realiza en túneles de hormigón, unos reactores donde se consigue degradar los componentes de los desechos durante unos 10 días. Al final de esta cadena, la basura pasa a un túnel con el suelo móvil y unas rejillas por las que se introduce el aire, lo que acelera la fermentación del residuo. Los defensores de esta tecnología aseguran que la basura reduce un 20% su volumen.
El tratamiento biológico consigue eliminar la humedad y, con ello, las sustancias contaminantes y lixiviados, aunque no completamente. Se calcula que unas tres cuartas partes (el 75%) de los residuos tratados acaban como rechazo y tienen que ser finalmente conducidos a una incineradora o a vertederos.
Los redactores del nuevo plan de residuos para Gipuzkoa calculan que el TMB dejará unas 120.000 toneladas de material estabilizado que irá a vertido. La propuesta para minimizar su impacto es compactarlo en balas para utilizarlo como “relleno sanitario” de canteras abandonadas. Lo denominan “depósitos controlados” para evitar el término vertedero, algo que ha sido muy criticado por la oposición porque estos fardos no han eliminado el 100% del contenido biodegradable y, consiguientemente, emiten “malos olores, toxicidad y son una fuente de lixiviados”.
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