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El ‘payés policía’, un somatén con la bendición de Puig

Sindicatos de Mossos y oposición critican el peligro de las patrullas ciudadanas

Pepito, Benjamí, Ramon y Cisco, de patrulla en la zona de Alcarràs.
Pepito, Benjamí, Ramon y Cisco, de patrulla en la zona de Alcarràs.HERMÍNIA SIRVENT

Somatén sí, somatén no. La muerte por paro cardiaco de un presunto ladrón cuando huía de los miembros del somatén que le habían sorprendido intentando robar en un almacén agrícola de Maials (Segrià) ha reabierto el debate sobre la legalidad de las patrullas ciudadanas de vigilancia en diversas comarcas catalanas ante el aumento de robos en explotaciones agrícolas y ganaderas.

“Nos sentimos totalmente desprotegidos y como nadie vela por nuestras propiedades, tenemos que hacerlo nosotros”, se justifica Benjamí Ibars, un payés de Alcarràs que desde el pasado mes de enero participa activamente en las patrullas que vigilan las fincas del municipio. “No lo hacemos por gusto, ya que no es agradable trabajar todo el día y vigilar por la noche”, añade.

Es jueves, 31 de mayo. Son las diez de la noche y Benjamí se reúne en un restaurante de las afueras de la localidad con Pepito Estela, Ramon Huguet y Sisco Dolcet para programar las rutas que realizarán durante la ronda nocturna. Les toca patrullar en dos todoterrenos por las partidas de Montagut y Valmanya, solo una parte de las 14.000 hectáreas que vigilar. Tienen la ventaja de que se conocen como la palma de la mano todas las fincas, masías y los 300 kilómetros de carreteras y caminos rurales que surcan el término municipal. A los cuatro les han robado alguna vez. Su único deseo es tener una ronda tranquila.

La diferencia de estos grupos de vigilancia rural con el antiguo somatén es que no van armados. Solo llevan linternas y teléfonos móviles. Como su función es disuasoria se limitan a realizar rondas de vigilancia por turnos de dos o tres personas y alertar a la Policía Local o a los Mossos d’Esquadra si ven algo sospechoso. “Nunca salimos del vehículo y lo primero que hacemos es avisar a la policía. Aconsejamos a todos los patrulleros evitar la confrontación, ya que nuestra misión no es cazar a los ladrones”, dice uno de los patrulleros.

“Ojalá no lo tuviéramos

Aunque no es eso lo que pasó en el caso de Maials. Los payeses corrieron detrás del presunto ladrón. “No es lo mismo que te persiga la policía, que ya sabes que te detendrá y te llevará a comisaria, que lo haga un grupo de vecinos. El miedo y la tensión son mayores”, explica Gemma Galdón, investigadora de la UOC y experta en seguridad. La oposición ha criticado duramente la bendición del titular de Interior, Felip Puig (CiU), a las patrullas ciudadanas, que no tienen un protocolo claro de actuación. Pero los vecinos de Alcarràs —aseguran— no han encontrado otra solución. El aumento de los robos (120 el año pasado) les llevó a principios de año a recuperar la controvertida figura del somatén.Estaban hartos de que cada noche les robaran el ganado, el gasóleo, la maquinaria agrícola, los aspersores de riego que guardaban en sus casas de campo. “Cuando llegas a la finca nunca sabes con qué sorpresa desagradable te vas a encontrar”, señala uno de los patrulleros.

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“Es una situación desesperada de una gente desesperada a los que la policía no está dando respuesta por una falta de efectivos y una mala planificación”, denuncia el portavoz del sindicato de Mossos SPC, David Miquel. “Es un error brutal que Interior apoye estas patrullas. En un Estado de derecho, la seguridad ciudadana está en manos de los profesionales”, se suma Valentín Anadón, de UGT.

Toni Castejón, de CC OO, lo tacha de “vergüenza y situación inadmisible”. “Por mucho que no lleven armas, con alguna cosa se protegerán. Algún día habrá una desgracia”, augura.

“Ojalá no lo tuviéramos que hacer. Somos productores y la vigilancia nos resta tiempo de descanso. Hace unos años vivíamos muy tranquilos”, defiende Ramon Huguet. Los payeses de Alcarràs, Almacelles, Maials, L’Albi y Sucs, los pueblos de Lleida que realizan patrullas de vigilancia, no van a disolverse.

"Algún día habrá

Puig aduce que los ciudadanos tienen el derecho de defender sus propiedades y arguye que el episodio de Maials fue un accidente. El consejero ha recordado esta semana, en una comparecencia parlamentaria, que este tipo de colaboración ciudadana con la seguridad es habitual en los países más avanzados de Occidente. “Son espacios de mediación comunitaria, entre policías y vecinos, para que ambas partes pongan en común lo que se hace y lo que preocupa. Pero no suelen tener de forma activa las patrullas, solo salen en momentos concretos”, rebate Galdón.

Los sindicatos agrarios y los partidos de la oposición han solicitado a la Generalitat que asuma la responsabilidad de la vigilancia en el ámbito rural y ponga fin a los somatenes para evitar desgracias como la de Maials. Los integrantes del somatén de Alcarràs califican de oportunistas a políticos y sindicalistas. “Nos han decepcionado. Nunca han estado a nuestro lado y han esperado a que pasara algo para criticar el papel del somatén. Nos reconforta que el pueblo nos apoya”, afirma Benjamí. “El problema —sostiene Pepito Estela— es que la justicia no funciona. Los Mossos detienen a una banda de ladrones y a los tres días ya vuelven a rondar con sus furgonetas por nuestras fincas”.

A pesar de todo, aseguran que desde que se iniciaron las rondas de vigilancia han disminuido los robos en sus explotaciones agrarias. Se ha pasado de dos robos a la semana a no registrarse ninguno en todo el mes de mayo. “En verano, el problema está en el pueblo. Los payeses hacemos prácticamente vida en el campo y los ladrones prefieren actuar en las viviendas”, explica Benjamí.

En esta localidad de más de 8.000 habitantes los ánimos están caldeados. Los vecinos están inquietos porque se sienten inseguros incluso en sus propios domicilios. En dos semanas se produjeron 10 robos, según datos municipales. Jordi G. sorprendió debajo de la cama de sus padres a un inmigrante que había entrado para robar dinero y joyas. Le expulsó de la casa a golpes.

Una veintena de vecinos y varios policías municipales iniciaron la persecución del presunto ladrón, pero la acción se complicó cuando éste se introdujo en otra casa, donde cogió un cuchillo y amenazó a una chica hasta que logró trepar a un tejado y saltar a un chalé vecino. La misma tarde 200 personas se manifestaron por las calles del pueblo reclamando más vigilancia. El alcalde invitó al consejero Puig a una junta de seguridad local, pero este excusó su asistencia al estimar que en el pueblo no existe un problema de seguridad.

Por si acaso, el Ayuntamiento ha empezado a instalar 16 cámaras de vigilancia en las calles y muchos payeses han colocado alarmas en sus masías. “Los vecinos nos dicen que con el somatén se sienten más protegidos”, concluye Sisco Dolcet, a quien los ladrones le abrieron un boquete en la pared de la torre para llevarse cinco litros de aceite.

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