El tercio de varas en la educación superior
"El público y el personal de las universidades son sorprendidos con un Real Decreto que impone unilateralmente otra reforma de la enseñanza superior"
“Las cosas que se oyen hoy en el mundillo hace unas décadas sólo las decían los tontos de baba y eso si la habían cogido de anís” (Joaquín Vidal, El PAÍS 7/6/2001)
A tenor de sus primeras manifestaciones, la sociedad española percibió que el toreo es una práctica especialmente estimada por el actual gobierno del PP y en particular por su actual Ministro de Educación y Cultura, el expresidente de Inspire Consultores. Pasados ya unos meses de su entrada en el gobierno, hemos constatado que la metodología de la corrida de toros es su modelo privilegiado de gestionar el bienestar público. Según la importancia y el trapío del asunto —según sea empleo, sanidad, educación u orden público— lo lidian como si se tratase de una becerrada, novillada o corrida, propiamente. La gestión de dichos asuntos la realizan, bien a caballo, usando la garrocha de organismos internacionales como el capital financiero o el Banco Central Europeo, bien a pie, utilizando el capote de los recortes y el tercio de banderillas con el Real Decreto de los viernes. El neoliberalismo global se ha enriquecido con esta innovadora aportación del conservadurismo popular español.
Sin haber concluido todavía la faena de muleta con la reforma laboral, la sanidad pública y la enseñanza primaria y secundaria, y poco antes de entrar a matarlas, el gobierno del PP ha encargado a su diestro Wert, que inicie la lidia de la educación superior. No es faena fácil. El intento anterior, llamado Plan Bolonia, tras capotazos y algún que otro puyazo en el morrillo, devolvió la educación superior a los corrales de la excelencia, a coste cero. Entre tanto, el público y el personal de las universidades —estudiantes, personal de administración o servicios y el personal docente e investigador obligados a adaptarse a un plan de convergencia europea de los estudios superiores que seguían sin comprender— son sorprendidos con un Real Decreto que impone unilateralmente otra reforma de la enseñanza superior.
Los alguacilillos de esta nueva reforma nos están haciendo saber
Los alguacilillos de esta nueva reforma nos están haciendo saber que la excelencia será trasladada a las universidades privadas, eso sí, con todo el apoyo y cofinanciación pública que necesiten. Proclaman sin ningún pudor que el objetivo explícito de esta reforma es terminar definitivamente con la educación pública superior e impedir, a través de una desproporcionada subida de tasas, cualquier posibilidad de acceso para los hijos e hijas de las clases populares. Nuestra futura educación pública será como los productos sin, una educación sin educación. Y su principal virtud habrá consistido en “poner en valor la ignorancia”, una ignorancia que impide a las sociedades hacer frente a su futuro y que somete y esclaviza a los ciudadanos, eso sí, por su propio bien. El lema que condensa la propuesta de los populares es simple: bienvenidos al desmantelamiento de vuestro progreso y bienestar.
El encargado de la actual faena, el autodefinido como sociólogo, Wert (matador, podríamos llamarle por continuar con la metáfora) viene precedido por su fama en la lidia en otras plazas. Baste aquí recordar como aplicaba el estoque al 15-M, en un artículo de EL PAÍS (30 de junio de 2011) que probablemente acabó de abrirle la puerta grande del ministerio de educación: “Esto es lo que hay. Izquierdismo revolucionario, poco elaborado y menos realizable. Ausencia total de propuestas viables. Populismo, demagogia y explotación de los sentimientos antipolíticos, sustituyéndolos por no se sabe muy bien qué modalidades de democracia directa”. Todo un cráneo privilegiado de la ciencia social.
Las plazas universitarias de toda España están revueltas, su responsabilidad con la democratización del conocimiento les está llevando a convocar a la desobediencia civil. La mayoría de los trabajadores de las universidades públicas sabemos que lo que hay en juego hoy es nuestro futuro colectivo. Sin educación, no hay futuro de progreso posible. La mayoría de estudiantes también comienzan a saberlo; después de ver como les dejaban sin trabajo, precisamente a las generaciones mejor preparadas de nuestro país, están comenzando a ver como les dejan también sin el derecho a educación. El día 22 de mayo lo diremos alto y claro: pediremos, por una vez, que indulten al torero, con su picador, sus alguacilillos y sus monosabios. Que vuelvan a los corrales, a Inspire Consultores. Exigiremos que la educación pública, sus trabajadores y usuarios, la ciudadanía, recupere la dignidad y la calidad que nuestra sociedad merece. Desmantelar la educación y la salud pública es un acto de violencia estructural contra la ciudadanía cuyas consecuencias son imprevisibles.
José Manuel Rodríguez y Rafa Xambó son profesores del Departamento de Sociología de la Universitat de València
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