El acusado de asesinar a Rangel reunía “las características” de un maltratador

Los expertos no tienen dudas sobre el perfil del hombre acusado de matar hace tres años en Errenteria a su compañera sentimental, Clara Rangel. Según los testimonios que vertieron en la vista oral que tuvo lugar ayer en el Audiencia de Gipuzkoa, el presunto asesino posee las “características” de un maltratador y, sobre todo, “sabía lo que hacía” cuando cometió el crimen. Como atenuante podría servir la consideración relativa a que su “capacidad de control” pudo estar “afectada levemente” por el consumo de alcohol.

En el calendario de declaraciones ante el juez, ayer fue el turno para dos médicos forenses y una psicóloga forense que examinó al procesado y que advierte en el “discurso” del acusado “una gran coherencia” sobre sus sentimientos de “celos, posesión y temor a ser abandonado”, como admitió en su comparecencia el presunto asesino.

Ayer se puso de manifiesto que cuando el autor de los hechos cogió el cuchillo en la cocina del domicilio de Errenteria donde vivía con su compañera era consciente de que portaba un arma, aunque luego pudo “no tener del todo controlado” lo que quería hacer como consecuencia del alcohol que había ingerido. Para la psicóloga, el modo se antoja “bastante habitual en los crímenes machistas”. Además, ha definido al acusado como una persona “muy impulsiva”, satisfecha de cómo es y que muestra “hostilidad” hacia las mujeres en general, incluida su madre, ya fallecida, y otras parejas sentimentales anteriores.

En su opinión, el presunto asesino debería someterse a una terapia para maltratadores, ya que opina que “hay una peligrosidad muy alta” para las mujeres con las que se relacione en el futuro.

Las forenses, a su vez, entienden que también es aconsejable un tratamiento de desintoxicación al alcohol y la cocaína, sustancia esta última cuyo consumo el día del crimen no han podido acreditar, aunque sí se ha determinado que desde al menos tres meses antes del suceso la había estado consumiendo. También aportaron el dato de que era “físicamente imposible” que ese cuchillo hubiera causado las heridas de la fallecida porque no coincidían sus medidas con las de la anchura de la lesión más profunda.