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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

De rodillas

Conquistar la posición erguida no ha sido fácil. Si uno echa la vista atrás en la historia, puede poblar su imaginación de millones de personas con el espinazo doblado, de rodillas o arrastrándose, dedicándose a tareas ingratas, mal pagadas, físicamente devastadoras. Puede pensar, por ejemplo, en todas las mujeres que se han encargado durante milenios de tareas de limpieza: yendo al lavadero o al frío río a frotar y frotar la ropa, de rodillas; fregando con un trapo, palmo por palmo, escalón por escalón, todos los suelos, de rodillas. Puede pensar en todos los hombres y mujeres que se han encargado de las tareas de labranza, sin maquinaria, con la espalda doblada desde la salida del sol hasta su puesta; puede pensar en todos los hombres que han trabajado como animales de carga, con el espinazo roto del peso o el uso.

Esa mirada nos hará ver también cuántas veces se han postrado o arrodillado frente la autoridad. En la oración, en la iglesia o la mezquita, para mostrar la sumisión a Dios, reconocer la propia insignificancia o pedir perdón. Frente al poderoso, sea rey, emperador, marqués, amo, señor o jefe: mayor inclinación cuanto más se cree en su origen divino, desde tumbarse en el suelo y no poder mirarle, a reverenciarle y levantar tímidamente la vista; desde hincar la rodilla a bajar la cabeza. Es obvio que la posición genuflexa implica indefensión, posición de inferioridad, y no es de extrañar que sea una postura sea utilizada de manera transcultural para resaltar la sumisión.

Decía Ernst Bloch que la utopía se expresa en la dignidad de la andadura vertical y el paso erguido. Y efectivamente, muchas de las luchas en pos de mayores cotas de justicia, libertad e igualdad pueden entenderse como la conquista de ese caminar erecto. Por ejemplo, la difusión de artefactos técnicos para realizar las tareas domésticas en posición erguida —lavadora, fregona…— ha sido paralela a las luchas feministas del último medio siglo (entre ellas, claro, el reparto equitativo de esas tareas). Es más que significativo que un aparato técnicamente tan sencillo como la fregona fuera inventado tan sólo hace cincuenta años, y que hasta entonces nuestras antecesoras tuvieran que limpiar, día tras día, a rastras. La era de secularización y de democratización que se expande en estas últimas décadas también va en la misma dirección: no humillarse, no bajar la cabeza, mirar cara a cara a la autoridad, luchar por estar a la altura de nuestras mejores posibilidades.

Hace ya muchos siglos La Boétie dejó escrita una frase magistral: “Los tiranos sólo parecen grandes porque estamos de rodillas”. No simplificaré afirmando que nuestros tiranos actuales son los mercados. Pero lo que sí hemos podido ver, en estos días de indignados y 15-M, es que la posición erguida sigue necesitando de una reivindicación constante, de un estar alerta y una lucha continua.

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