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Los rostros del destino

Begoña Egurbide reflexiona sobre el aprendizaje vivencial en una impactante serie de fotografías lenticulares

Una de las imágenes de Begoña Egurbide.
Una de las imágenes de Begoña Egurbide.

Según los expertos, en la adolescencia el ser humano pierde el 30% de los trasmisores de dopamina, la hormona responsable de la felicidad. De ahí los conflictos y las tensiones a menudo inmotivadas de este periodo de la vida. Lo explicó la artista Begoña Egurbide, en la presentación de la exposición Amor Fati, que reúne los resultados de un largo proceso de investigación técnica como conceptual. En la muestra, abierta en el centro Arts Santa Mònica hasta el 2 de junio, se exhiben dos vídeos y una serie de fotografías lenticulares de grandes dimensiones, realizadas con un sistema de capas, que gracias a la manipulación informática y un innovador tratamiento de impresión digital sobre aluminio, permite a los diferentes elementos que componen la imagen aparecer y desaparecer en relación a la posición del visitante.

Son retratos de situaciones cotidianas, que forman parte del bagaje colectivo, aunque se centran en el paso de la infancia a la adolescencia y en el proceso de aprendizaje vivencial, que implica la aceptación del cambio, la pérdida de la inocencia, la iniciación sexual, la construcción de las emociones, lo ineluctable del destino y finalmente la forma en que recordamos nuestras propias experiencias. “Investigo nuevas técnicas que me permitan expresar lo que tengo en mente, en este caso un relato abierto y resquebrajado, tal y como lo genera nuestra memoria selectiva, que el espectador reconstruye no sólo con su mirada, sino también con sus movimientos”, indicó Egurbide, que delata su formación como pintora en la aproximación a la imagen, el tratamiento de la luz y el aspecto contemplativo de la obra.

Contemplativo, porque para descubrir todo lo que cada foto esconde (algunas tienen hasta 30 capas), hay que moverse muy lentamente a su alrededor, sólo así personajes vestidos se verán desnudos, los jóvenes se convertirán en viejos y el día dejará paso a la noche. “Esta estructura de capas superpuestas simula conceptualmente el sistema de construcción de la memoria, entendida como archivo para vivir el futuro y no sólo para entender el pasado”, explicó Egurbide que es madre de un niño y una adolescente. La muestra se completa con un vídeo y una instalación audiovisual inédita, Fragmentos en el espejo, que se va construyendo combinando la narración de tres voces: “la voz de la conciencia o de uno mismo, de la imagen o del instante detenido y del pensamiento o del aprendizaje y la cultura, que contienen la esperanza del futuro”.

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