La Xunta cedió la gestión de su parque rupestre a familiares de cargos del PP
La empresa adjudicataria nació un mes antes con 3.000 euros de capital
La Consellería de Cultura cedió la concesión del Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre de Campo Lameiro, a comienzos de febrero, a la empresa Espiral Xestión Cultural S. L., constituida el 1 de enero de 2012 con 3.000 euros de capital social. Sus dos administradores solidarios son Jorge Sayáns —hijo del alcalde de Campo Lameiro, Julio Sayáns, del PP y con bastón de mando desde 1983— y Juan Manuel Boullosa —hermano de la concejala María de las Nieves Boullosa—. El objeto social de la empresa de nuevo cuño es la “prestación de servicios relacionados con las actividades multimedia en general”.
Sayáns ya ejercía como jefe de mantenimiento y Boullosa de responsable de administración en el organigrama de Ingenia QED, la adjudicataria del concurso público para la explotación del centro. Pero la empresa entró en concurso de acreedores y pactó con la consellería subrogar su contrato en favor de Espiral, creada ad hoc con este fin. El contrato, que no ha sido publicitado por la Administración, dura hasta 2014 y alcanza 544.500 euros revisables.
“El niño nació mal, vive mal y no morirá de éxito”
La última promesa de la Xunta sobre los otros grandes parques de la Rede Galega de Patrimonio Arqueolóxico (RGPA), cultura castrexa (San Cibrao de Lás, en Ourense), megalitismo (pendiente de ubicación en la Costa da Morte) y romanización (Lugo), se queda en Ourense: se prometió inauguración en 2010. A la pregunta de ahora, Cultura habla de San Cibrao, donde se está procediendo “a la licitación de la urbanización exterior y del mobiliario del edificio”. Solo San Cibrao —200.000 euros este año para gestión y cantidades menguantes a partir de 2013— y el del megalitismo —200.000 ahora y 500.000 en 2013— tienen desglose presupuestario. Campo Lameiro y San Fernando, no.
“El niño nació mal, vive mal y morirá peor”, critica el profesor de la Universidade de Santiago Antón Rodríguez Casal el proyecto inicial de la RGPA. Forma parte de la comisión técnica del parque del megalitismo, pero todavía espera una llamada. En Lugo no es mejor. Sobre el que habría de ser parque “del mundo romano”, lo último presupuestado son los 221.607 euros para la redacción del proyecto. Según Patrimonio, se empezará a partir del verano. El caso es que el ayuntamiento de Lugo ha vallado el viejo cuartel de San Fernando, por si a alguien le cae un cascote. “Como tarden dos años quizás no haya qué rehabilitar”, señalan fuentes municipales, exigiendo obras de apuntalamiento.
Nacido a espaldas de la comunidad arqueológica, la RGPA se publicitó con las heridas abiertas entre Universidad, empresas y Administración: entre 1989 y 2006 —los años de plomo, según recuerdan algunos investigadores—, no se divulgaron las actuaciones arqueológicas. La RGPA fue presentada en 2001 por el entonces conselleiro, Jesús Pérez Varela, para "recuperar la memoria histórica y potenciar el turismo". "Vendrán a vernos desde todo el mundo", dijo, en la lógica del Gaiás. La idea, que costaba 18 millones de euros hasta su cristalización "en 2005", fue criticada en público. Sobre todo a partir de ese año. "Lo importante es el patrimonio, no los centros", dijo en 2008 el exresponsable del ramo durante el bipartito, Felipe Arias. La reforma de la RGPA no se hizo tangible entonces. Tampoco la reforma de la Lei de Patrimonio de 1995.
Ahora mismo, el “Pórtico de la Gloria del arte rupestre”, según discurso del presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, está gestionado por una empresa que no acreditó, a la llamada de este periódico, pruebas de la solvencia técnica que requiere la Ley de Contratos del Sector Público. “Esa información no podemos facilitarla por respeto a esas empresas que colaborarían para aportar esa solvencia, no tenemos su permiso”, señalaron. Sobre el procedimiento usado para concederle la gestión a Espiral y si ahora mismo rige el mismo pliego de condiciones que valió para otorgársela a Ingenia, la Xunta responde que la cesión se produce “dentro de la Ley de Contratos del Sector Público de 2007”. “El contrato se subrogó en las mismas condiciones que tenía la anterior empresa”. Según esa ley, modificada en diciembre de 2011, las personas jurídicas solo podrán ser adjudicatarias de contratos “dentro de los fines, objeto o ámbito de actividad que, a tenor de sus estatutos o reglas fundacionales, les sean propios”. Las actividades multimedia que declara la empresa, casi idénticas a las que figuran como objeto social de Ingenia QED —que obtuvo proyectos museísticos como el del Museo Nacional de Altamira—, poco tienen que ver con la explotación de un centro cultural como el de Campo Lameiro. Según fuentes jurídicas consultadas por EL PAÍS, permitir la cesión de un contrato de una empresa declarada en concurso de acreedores es una “aberración”. “Procedía la resolución del contrato y nuevo concurso, no una cesión”.
Este periódico no ha podido contactar con ningún responsable en activo de Ingenia, si bien Carmen Bueno, antigua coordinadora del parque, quiso declarar que Sayáns y Boullosa “se dejaron la piel por Campo Lameiro”.
Para el director del parque, José Manuel Rey, un técnico de la consellería con un sólido nombre en el mundo arqueológico, estos vaivenes no afectan al desarrollo del proyecto cultural. Es más, apunta que la llegada de Espiral Xestión Cultural ha supuesto una “mejoría notoria”. Según sus datos, en los seis meses de Ingenia QED al frente de Campo Lameiro, 12.372 personas —82 al día— visitaron el centro. Aunque en las condiciones de la adjudicación se reconocía que no había previsión de visitas, los medios difundieron al día siguiente de la apertura, en julio, una estimación de 80.000 al año. Los resultados de Semana Santa “han sido muy satisfactorios”, hay 4.000 reservas para mayo y junio y el número de escolares “se ha triplicado”.
Situados en Campo Lameiro durante un día laborable, sin embargo, allí solo había empleados. Avanzado el recorrido por las 22 hectáreas del recinto, dos vecinos irrumpieron con un rebaño de cabras. Por la mañana había estado un grupo de 34 personas. Rey afirma que el parque “ha ido consolidando su oferta” y que está consiguiendo el equilibrio entre conservación, investigación y difusión de los excepcionales petroglifos que alberga. No detalla el personal que se dedica a investigación. Glosa los “evidentes” avances en arqueología experimental y cita su participación, junto con otros centros de referencia europeos, en diversos proyectos destinados a potenciar las nuevas tecnologías. “El prestigio y la consideración se pelean y se ganan día a día”, replica el director cuando le cuestionan las jornadas gastronómicas prehistóricas como vía para hacerlo. Y recuerda que el conjunto de petroglifos, de una factura y conservación extraordinarias, ha sido incluido en el itinerario cultural Caminos de Arte Rupestre Prehistórico del Consejo de Europa. Es un paso para ser reconocido como Patrimonio de la Humanidad.
Frente a la halagüeña visión del director, estos primeros meses de vida del parque se interpretan como un fracaso fuera del ámbito institucional. En esta línea, el arqueólogo Xurxo Ayán cree que lo ocurrido en Campo Lameiro era previsible, debido a un modelo de gestión “totalmente insostenible”. Vaticina que el centro, una infraestructura cultural de 10,6 millones de euros, acabará sobreviviendo “como un aula didáctica más, a base de visitas de escolares”. Por “falta de reflexión”, el “enfoque tecnocrático” de la Administración y la desconexión con las comunidades locales. También apunta dos clásicos, no imputables exactamente a la Xunta: la insuficiente valoración social del patrimonio y las guerras localistas entre muncipios.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.