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Tiempos de palo y mordaza

"El Gobierno lo está haciendo bien, está defendiendo el Estado del bienestar. Defiende los derechos para que nadie pueda usar de ellos"

Después de las tijeras, viene el palo y la mordaza. La diferencia entre una democracia y una dictadura, decía Churchill es que, en una democracia, cuando alguien llama a tu puerta a las seis de la mañana, sabes que es el lechero y no la policía. Pues bien, a las 6,45 del pasado martes sonaron sendos timbrazos en las puertas de las casas de dos delegados de Comisiones Obreras de la Pobla de Vallbona y no era el lechero. Era la Guardia Civil. A lo largo del día desfilaron por el cuartelillo otros dos sindicalistas, que, igual que sus compañeros, fueron acusados de pertenencia a “grupo organizado para delinquir” tras participar en los piquetes informativos de la jornada de huelga del 29 de marzo.

El diputado de Esquerra Unida Ricardo Sixto y el de Compromís, Joan Baldoví, han presentado sendas interpelaciones al Gobierno para que el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, dé explicaciones por la detención de los sindicalistas. La respuesta no pasará del puro trámite, porque todo parece indicar que el ministro debe estar frotándose las patitas con la actuación de los miembros del instituto armado. Una actuación que no es sino un adelanto de las reformas que el propio ministro quiere introducir en el Código Penal: imputar a los partidos y sindicatos si sus afiliados causan daños en protestas y manifestaciones; elevar las penas del delito de resistencia a la autoridad hasta los tres años de prisión y está por ver si se incluye también la resistencia pasiva; elevar la pena mínima a dos años de prisión en el delito de atentado contras los agentes de la autoridad para poder decretar la prisión provisional de los acusados; y castigar como integración en grupo criminal las conductas concertadas por cualquier medio (por ejemplo Internet) que pretendan “perturbar gravemente el orden público”. La receta es simple, jarabe de palo, palo y más palo. Como con los estudiantes del Lluís Vives.

Cuando Aznar gobernaba, a la ciudadanía se le trataba como a las mulas de tiro, combinando el palo y la zanahoria del boom de la construcción. Ahora no hay zanahoria que echarse al coleto: la recesión se agrava, se acrecienta el paro, crece la prima de riesgo, se hunde la Bolsa, aumentan los impuestos a trabajadores y clases medias, se podan los derechos laborales, se recorta la educación, la sanidad pública, los servicios sociales, la ayuda a la dependencia y la cooperación al desarrollo. Pero el Gobierno lo está haciendo bien, está defendiendo el Estado del bienestar. Defiende los derechos para que nadie pueda usar de ellos. Sólo tiene un problema de comunicación y como los ciudadanos son unos burros, que no se enteran, a los profesionales de RTVE les van a poner la mordaza y a los telespectadores, unas orejeras como las que se gastaban en los telediarios de Urdaci. Tal vez en su reciente vista a Polonia, Mariano Rajoy tuvo ocasión de conocer uno de los “pensamientos despeinados” de Stanislaw Jerzy Lec, la verdad siempre sale a la superficie, por eso hay que ahogarla enseguida.

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