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ESTA SEMANA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cara

Arenas es la imagen en Andalucía de los recortes del Gobierno

Todo son advertencias sobre el difícil y tortuoso camino que tendrá por delante el más que probable Gobierno de coalición de PSOE e IU en Andalucía, siempre, eso sí, que no haya sorpresas de última hora en el referéndum que los izquierdistas celebrarán mañana. La crisis y los consabidos recortes que viene aplicando el Ejecutivo de Rajoy estrechan el margen de maniobra y obliga a todos los gobernantes a secundar las medidas aunque no estén de acuerdo.

 Pero eso no impedirá el derecho a la protesta y, si cabe, la posibilidad de eludir la responsabilidad de ponerlas en marcha. Recientemente, el Consejero de Educación en funciones, Francisco Álvarez de la Chica, avisaba de que “si les dejaban un hueco se escaparían”, aludiendo así a la intención de persistir en la convocatoria de oposiciones docentes. Finalmente, no ha sido así y el Consejo de Ministros la ha paralizado al recurrirla ante el Tribunal Constitucional.

Puede, como señala el consejero, que el PP con su mayoría absoluta lleve a cabo estas actuaciones, pero “no van a poner de rodillas a Andalucía”, sentencia Álvarez de la Chica. Ahora resta que tan arbitraria y lesiva decisión sea explicada a los más de 30.000 opositores que aspiraban a ocupar alguna de las 2.389 plazas que se habían convocado. Y, por lo visto hasta ahora, en La Moncloa no están ni se les espera.

Si Rajoy es poco dado a asumir su obligado protagonismo, otro tanto se puede decir de sus ministros, quienes se muestran sumamente torpes a la hora explicar lo que, en verdad, tiene una difícil venta. Ese incómodo papel se lo dejan al jefe de la zona, al líder del PP andaluz, Javier Arenas, a quien le han encomendado la peor tarea: dar la cara por un Gobierno que no hace más que agredir a Andalucía.

Tratar de echar la culpa de los “hachazos” en los servicios públicos a la Junta, y preservar la trayectoria de un Gobierno central dispuesto a desmantelar el actual Estado de bienestar se ha convertido en su principal misión. Pero no deja de ser un serio desgaste de su figura, un enorme derroche de credibilidad por su parte. Mientras se dilucida su futuro, Arenas no va a tener más remedio que sacrificarse en esta dura misión: ser el rostro humano de una acción política hostil para con esta tierra. Anuncia que vuelve lo peor de lo que en su día se llamó la “confrontación” y que tan mal resultado le dio a los suyos, habría que recordarle. En efecto, vienen curvas para el Gobierno andaluz, las mismas que tendrá que afrontar un Arenas que lleva en su mochila cuatro intentos frustrados de alcanzar la Junta. Tal vez demasiado peso para la larga travesía que nos aguarda.

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