Artigas llena La Pedrera de cerámicas
Frederic Amat monta una exhibición del hombre que colaboró 30 años con Miró
“Era extrovertido, polifacético, disciplinado y profundamente innovador. Sus obras sensuales, esenciales y sin estridencias son la antítesis de la cerámica académica, pomposa, decorada y decadente”. Joanet Artigas describía así a su padre, el ceramista Josep Llorens Artigas, colaborador habitual de Miró, durante la presentación de la exposición Artigas, el hombre del fuego que le dedica Catalunya Caixa en su sede de La Pedrera y que permanecerá abierta hasta el 2 de septiembre.
La exposición reúne 147 obras divididas en dos partes. La primera despliega el propio lenguaje de Artigas a través de 122 piezas. La segunda ilustra sus colaboraciones con los artistas de la vanguardia. Además de la veintena de mirós, hay obras de Raoul Dufy, Eudald Serra, Àngel Ferrant y Georges Braque, entre otros. Picasso también le contactó, pero la colaboración no llegó a concretarse. “El hecho de no ser pintor ni escultor le permitía evitar las rivalidades entre los egos de los artistas y se llevaba bien con todos. La amistad fue el secreto de su éxito”, asegura Joanet Artigas, que ya trabajaba en el taller de su padre en los años dorados de su alianza con Miró.
La exhibición, la primera de cerámica que se organiza en La Pedrera, desde su inauguración como sala de exposiciones en 1992, cuenta con un espectacular montaje de Frederic Amat. El artista ha pintado las paredes de azul oscuro y ha creado un paisaje onírico de dunas formadas por polvo de sílice, componente fundamental de la cerámica, que parece haberse caído de las columnas de la sala. Un espacio fascinante, que por primera vez en 20 años se puede ver en toda su longitud, sin los recovecos que caracterizan habitualmente su superficie. “La cerámica se suele exhibir de forma equivocada, sobre peanas que no dialogan con las piezas y con vitrinas, cuyos reflejos impiden apreciar los colores y las texturas”, explicó Amat.
Las dunas también sirven como pantalla para dos proyecciones: un fragmento de L’Age d’Or de Buñuel y Dalí, excepcionalmente prestado por el Centro Pompidou de París, en el cual Artigas declama un texto surrealista sobre la cerámica y una filmación de Francesc Català Roca de la realización por parte de Miró y Artigas del mural de Osaka, uno de los 10 (incluido el del aeropuerto de Barcelona) que realizaron juntos.
Para Miró, Artigas desarrolló un método especial que consistía en una cocción a alta temperatura para la pieza y a temperatura muy baja para el esmalte, de modo que el fuego no modificase sus característicos colores. Juntos crearon casi 500 piezas y su compenetración llegó a un punto “que es imposible saber dónde termina la obra del ceramista y empieza la del pintor”, según escribía el propio Artigas, que solía dejar constancia negro sobre blanco de sus avatares personales y profesionales. Lo demuestran sus libros, sus postales desde París y sus Diarios de fuego, fechados entre 1920 y 1970, donde iba anotando minuciosamente las fórmulas y los tiempos de cocción de cada pieza, que conforman una extraordinaria base de datos, conservada en el Museo de la Cerámica de Barcelona. Este estricto método de investigación le permitió crear un esmalte único para cada obra y alcanzar una depuración formal, ajena a la estética académica, que elevó la cerámica contemporánea al nivel de arte con mayúscula. Prueba de ello es que la primera cerámica adquirida por el Museo Metropolitan de Nueva York en 1932 fue un jarrón de Artigas.
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