Ensayos bajo control para el novato
La Academia Galega de Seguridade forma policías municipales desde hace 20 años
Ocurre un accidente en la calle. Tras el aviso ciudadano, los primeros en llegar al lugar son los agentes de la policía local, que proceden a acordonar y cortar la calle. Lo hacen tan bien que cuando, minutos después aparecen los bomberos en escena, no pueden acceder a la zona. Esta descoordinación provoca un retraso clave en la actuación pero, menos mal, es solo un caso práctico. El simulacro sucede en A Estrada, donde tiene su sede la Academia Galega de Seguridade que cumple este año sus dos décadas formando agentes. Justo para que ejemplos reales como este no ocurran en la vida real.
La filosofía del equipo que organiza los meses de entrenamiento apuesta por introducir entre la imprescindible formación teórica cada vez más horas de práctica y también sorpresa y realidad. Cuando resuena por la megafonía del centro la alerta de amenaza de bomba casi todos se comportan bien y completan el desalojo rápido y sin problemas. En esa ocasión, solo suspendió el desconcertado personal del comedor, que tuvo que reponer más de un plato tras el ejercicio. El sobresalto forma parte del programa, que se completa con situaciones en las que se encuentran habitualmente los policías pero que escapan un poco de la rutina. Es el caso, por ejemplo, del agente que es llamado a declarar en un juicio. “Hay que ponerles in situ para que si se les suben los colores sea en la academia y no en la calle”, explica la responsable de formación en seguridad, Mónica Castro.
“Si se les suben los colores, que sea en la academia y no en la calle”
Ella es la responsable de que en los meses que pasan internos los aspirantes a policía en el centro pesen ahora un 35% más los ejercicios prácticos. Eso dice de ella su jefe, el director de la academia, José Carlos García, que no se cansa de alabar al “joven” equipo que le rodea, en funcionamiento desde el último cambio de Gobierno en la Xunta. La meta de Castro, el punto en el que considerará que ha cumplido con su trabajo, la alcanzará el día “que cambie la imagen de la policía”. En la academia se trabaja también para inculcar a los novatos que son agentes las 24 horas del día, “cuando van a recoger a sus hijos al colegio” o “cuando se encuentran un accidente fuera de sus horas de trabajo”. Por eso, se trabaja el comportamiento y la actitud desde el saludo obligatorio al paso de los superiores y el comportamiento en el centro. Y es que entre las quejas más habituales de los ciudadanos está la atención al ciudadano, explica Castro, que comprueba como se refleja este descontento cada año en el informe anual del Valedor do Pobo. Con 20 años de historia, de la educación de la academia se escapan muchos policías locales de la época en la que imperaba el “amigo de” en la profesión. Castro reconoce que hay un alto porcentaje de agentes que nunca recibieron formación y que, cuando la hacen, son reacios a cambiar esas maneras que enquista el hábito. El profesor de conducción, por ejemplo, lucha contra los atestados poco fiables. “La imaginación no tiene límites”, dice, por eso les enseñan a manejar la física, las características del automóvil e insiste en que sus decisiones tienen impacto en la vida de muchas personas. Las últimas promociones, sin embargo, llegan muy preparadas. “Intentan ser el mejor”, dice Castro.
Los profesores trabajan también para cambiar la imagen del agente
Desde hace dos años junto a los policías se entrenan bomberos municipales o de las empresas privadas que gestionan muchos de los parques gallegos. Y, cuando coinciden, aprovechan para coordinarse. Sus profesores, muchos guardias civiles, son externos. “Eso nos da la oportunidad de contar siempre con los mejores”, indica García, porque en el centro acumulan cada vez más disciplinas: dentro de poco comenzarán a formar socorristas (para que cuenten con un aprendizaje mínimo común), ya trabajan allí agentes forestales de la Xunta y examinan a los porteros que controlan el acceso a espectáculos y discotecas. Además, los cursos se renuevan, como la introducción de protocolos de violencia machista en la formación de los agentes, o las actuaciones en aerogeneradores.
Con la imposición de hacer más con menos que marca una reducción del presupuesto en los últimos ejercicios —de cuatro millones a 2,5—, la academia rentabiliza sus instalaciones, las ofrece a empresas privadas por un precio que “redunda en la formación pública” y capta ayudas europeas por 600.000 euros. A la pista de conducción que construyeron en un monte a pocos metros del centro se sumará dentro de poco una plataforma para practicar el rescate en altura. En su galería de tiro homologada se forman agentes de seguridad privada, su microscopio de balística lo visitan desde Madrid y, últimamente, los alumnos de Criminología de una universidad de Oporto acuden por turnos a recibir una formación práctica que no han tocado en cuatro años de carrera.
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