La mayor condena a un menor por asesinar y robar a una mujer
Ander E. pasará diez años internado y cinco en libertad vigilada por matar a Amaia Azkue El joven se entregó un día antes de cumplir los 18
Ander E., de 18 años, acusado de asesinar a Amaia Azkue, la mujer de 39 años madre de dos niñas que apareció el 16 de marzo de 2011 con el cráneo abierto y maniatada flotando en un embalse de Azpeitia (Gipuzkoa), cumplirá la máxima pena que se puede imponer a un menor (tenía 17 años cuando cometió el crimen): diez años de internamiento en régimen cerrado y cinco más de libertad vigilada. La sentencia, según Efe, recoge el robo como móvil de un crimen que el acusado consumó con una piedra, con la que golpeó a su víctima en la cabeza entre tres y cinco veces. El caso Azkue conmocionó a los guipuzcoanos. En las calles se especulaba con que el crimen era demasiado brutal para que el móvil fuese el robo. El joven, miembro de una familia acomodada conocida, no encajaba en ese perfil para muchos.
Pero, desde el primer momento en que se abrió la instrucción del caso, tanto la Ertzaintza como la Fiscalía contemplaron el robo como el móvil del asesinato, aunque la defensa quiso desvirtuar esta hipótesis al señalar que “no se mata salvajemente por poco dinero”. Según las pruebas y los testigos periciales presentados en el juicio, que se celebró a puerta cerrada durante ocho días, el asesino sustrajo una tarjeta de crédito con la que sacó 300 euros del cajero de una sucursal.
Ander E. proviene de una familia acomodada. Vive en una zona residencial de Azpeitia y estudiaba en un centro de Formación Profesional en Zarautz, donde su familia tiene una residencia de verano. El padre del joven era gerente de una importante empresa de la zona. Según fuentes del caso, el día que asesinó a Amaia Azkue acudió al psiquiatra por la tarde en San Sebastián. El joven tenía problemas de estudios y había tenido varios altercados relacionados con robos. Meses después del asesinato estuvo implicado en el robo de una motocicleta. Su madre declaró durante el juicio que le había sustraído una sortija que después el joven vendió en una casa de empeños.
Fue hallada con el cráneo abierto y maniatada en un embalse
La sentencia, que obliga al condenado a indemnizar a los allegados de la víctima con una suma total de 922.000 euros, aún no es firme y la defensa recurrirá el fallo que le considera culpable de los delitos de asesinato, robo con intimidación, sustracción de vehículo a motor y contra la seguridad vial por haber conducido el coche de la víctima sin tener el carné. En este caso, la Audiencia Provincial deberá confirmar o revocar la decisión del Juzgado de Menores de San Sebastián con carácter de urgencia para que la condena se haga efectiva. El tiempo corre en contra. El próximo 17 de mayo se cumplen los nueve meses que puede estar encerrado de manera provisional el acusado según la Ley del Menor.
El fallo recoge la petición de las acusaciones —particular y Fiscalía—. Además, contempla la solicitud de una orden de alejamiento durante cinco años de la familia de la víctima en Getaria, Zarautz y Orio, localidades en las viven el viudo y las hermanas de la mujer asesinada. La defensa pedía la absolución del joven, que cambió dos veces la versión de su declaración; el 18 de agosto de 2011, un día antes cumplir la mayoría de edad, el acusado se entregó en la Fiscalía de Gipuzkoa acompañado de su abogado y su padre para confesar la autoría del crimen sin dar apenas detalles. Sin embargo, en enero cambió la versión exculpándose e incriminando a una tercera persona “desconocida” a quien el joven atribuyó el asesinato. Su relato esta vez también fue vago y confuso.
La familia de la mujer asesinada, que durante la vista oral se mantuvo, con discreción, alejada de los medios de comunicación y evitó hacer declaraciones, recibió la sentencia con satisfacción. “Están conformes con la actuación del juzgado, otra cosa es que consideren que la ley no castiga suficientemente este delito”, explicó el abogado de la acusación, Miguel Castells. El letrado cree que la sentencia está muy “fundamentada, estructurada desde el punto de vista jurídico con un alegato irrebatible”. Por su parte, la defensa justifica la interposición del recurso de apelación porque, asegura, las pruebas son “incompletas y no se valoran en su conjunto”. Manu Aizpurua, viudo de la víctima, no quiso hacer declaraciones. “Prefiero esperar a que todo acabe”, señaló.
La sentencia todavía no es firme. La defensa recurrirá el fallo
Durante la vista oral que concluyó el 20 de marzo testificaron 69 personas y se presentaron seis pruebas periciales. La defensa argumentó en su alegato final para pedir la absolución de Ander. E. que existían “dudas razonables” para condenar al joven, así como el hecho de que ningún testigo situó al acusado en el lugar de los hechos o donde se localizaron pruebas. La defensa pidió el sobreseimiento de la causa contra Ander E. alegando que no se había investigado a raíz de la segunda versión exculpatoria del acusado.
La acusación particular y la Fiscalía incidieron durante el juicio en que la versión del acusado cuando atribuye la muerte de la mujer a una tercera persona no resultaba creíble por ser “confusa e incoherente”. Las pruebas de ADN y las huellas dactilares halladas en el interior del vehículo y en el lugar del crimen apuntaban a Ander E. como autor del crimen.
Según el relato de los hechos esgrimidos por la acusación y la Fiscalía durante el juicio, la víctima habría recogido al imputado en su vehículo en Zarautz para trasladarlo hasta Azpeitia. Durante el viaje, el encausado la habría amenazado y sustraído diversos enseres, incluidas tarjetas de crédito, y posteriormente habría acabado con su vida golpeándola fuertemente en la cabeza, tras lo que abandonó el cuerpo, maniatado, en el embalse de Ibai-Eder y trasladó el vehículo de la víctima hasta el aparcamiento del Santuario de Loiola. El asesino se deshizo de las sillas de los coches de las hijas de la víctima en un contenedor de un barrio ubicado en Azpetia. Una mujer testificó en el juicio que vio al acusado pero “ni confirmó ni desmintió” que fuera él.
Los amigos, la novia y la familia del acusado niegan que sea violento, sin embargo, varios informes médicos elaborados durante su internamiento en el centro de menores de Zumárraga inciden en su carácter agresivo. Ander E. continuó haciendo una vida normal tras el asesinato de Amaia Azkue. Acudió un par de veces a tocar la trikitixa durante varias celebraciones en un restaurante.
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