Con las manos en la masa
La asociación de consumidores controla los puestos ambulantes de Fallas Un parte incumple la normativa pero se aprecia una "mejoría" en higiene
El caso de F. P. es distinto al de los churreros que fríen buñuelos a pocos metros. Él vende chucherías y algodón dulce. Una materia que apenas necesita controles: “Aquí miran el colorante, el azúcar y las licencias”, explica, “pero para las fiestas son muy permisivos”, sostiene. Lo aseguró este miércoles, el mismo día en que la Asociación Valenciana de Consumidores (Avacu) anunció que “algunos puestos ambulantes de buñuelos instalados en Valencia por las Fallas incumplen la normativa”. Aunque este organismo percibe este año una “mejoría” en lo relativo a la higiene.
El Ayuntamiento calificó también de “muy positivos” los controles realizados a este tipo de puestos. Según la Delegación de Sanidad, en esta primera etapa de fiestas se han realizado 580 inspecciones, con 374 análisis de aceites y 118 controles de agua en los que no se ha encontrado “nada digno de mención”.
“Aquí nos obligan a tener campana extractora, nos miran el aceite, la leche y hasta apuntan las marcas de los productos que utilizamos”, afirma Lucía, una mujer zaragozana que lleva 17 años poniendo su churrería al principio de la avenida de Aragón. “Nos interesa cumplir la normativa porque queremos poner el año que viene”, justifica. Desde luego, este puesto diáfano atendido por tres mujeres y un hombre parece, a simple vista, cumplir con las condiciones que reclama Avacu.
El Ayuntamiento asegura que se han realizado 580 inspecciones
Este colectivo resume en cuatro las exigencias del consumidor. Una es que los productos estén protegidos por vitrinas. Otra, que exista una lista de precios visible al consumidor. También se tiene que colocar la hoja de reclamaciones y el permiso municipal a la vista. Y, por último, la asociación advierte de que la elaboración de chocolate en estos puestos está autorizada “siempre que cuente con la maquinaria adecuada y sea de fácil limpieza y desinfección”.
A pesar de estas indicaciones, Avacu no tiene más responsabilidad que la de observar lo que ocurre y recoger quejas individuales. “Por aquí pasa la inspección cada dos por tres”, afirma tajante José Manuel Leiva, un gaditano de 52 años que manipula un gran cuenco con masa para realizar a continuación buñuelos, “Pasa temprano y pega fuerte. Te pide bastantes cosas”.
La asociación también alerta sobre los horarios de los puestos, una de las cuestiones que más atañe a los vecinos: “Nosotros empezamos a las doce y hasta que no haya nadie”, señalan Rocío y Patricio, dos cántabros que venden mojito y licores. “Pero es que hasta que no empiecen las fiestas, durante el día sólo compran guiris o latinos”.
En lo que casi todos coinciden es que existe cierta flexibilidad a la hora de inspeccionar: “Si vinieran en serio, más de la mitad acababa en la cárcel, porque esto es una guarrería real”, remata F. P.
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