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OPINIÓN

Un debate desalentador

El Gobierno está paralizado y sin rumbo, y la oposición se encuentra lejos de representar una alternativa

En el debate de política general celebrado ayer en el Parlamento de Galicia, el presidente de la Xunta estaba obligado a presentar un balance riguroso de la gestión realizada durante los tres años de su mandato, y a explicar los ejes políticos que dan coherencia a la acción de su Gobierno. No hizo ni una cosa ni la otra. Al contrario, su intervención lo sitúa como el paradigma del político en permanente contradicción entre lo que dice y lo que hace, y en cuyos discursos existe una absoluta falta de relación entre medios y fines.

Comenzó su intervención reivindicando su papel pionero en la puesta en marcha de las políticas de ajuste, denominadas eufemísticamente de austeridad, gracias a las cuales el presidente de la Xunta considera que Galicia está hoy en mejores condiciones que cualquier otra comunidad de España para abordar la futura recuperación económica. Pero la realidad es que, cuando se cumple el tercer aniversario del triunfo electoral del PP, Feijóo no ha sido capaz todavía de diseñar un proyecto que merezca tal nombre para reactivar la economía gallega y ha renunciado a utilizar las competencias e instrumentos de que dispone para afrontar la crisis; y el principal problema del país, el paro, ha desaparecido de la agenda política del Gobierno. El resultado de todo ello es desolador. En efecto, a partir de 2009 Galicia ha perdido el diferencial positivo de crecimiento del PIB que tuvo entre 2005 y 2008. En términos de empleo, desde que Feijóo es presidente se han destruido 117.000 puestos de trabajo, 64.000 personas han engrosado las listas del desempleo, que ya rebasa la cifra de 274.000 personas, la más alta de la historia de Galicia.

Durante el mandato del actual presidente, el presupuesto se redujo en 2.291 millones de euros. Pero Feijóo, en vez de incrementar los ingresos de la Xunta, realizó el ajuste presupuestario a costa de la reducción drástica de las inversiones, que se disminuyeron en 1. 176 millones, de los recortes a los empleados públicos y de la reducción de los recursos que se dedican a los servicios públicos. Finalmente, la deuda pública ha crecido en estos tres años el 76%, pasando de 3.923 a 6.925 millones. En el último año la deuda, se ha incrementado en 800 millones, un 13%, cantidad similar a la media de las otras comunidades autónomas. Es decir, en las principales variables (crecimiento económico, generación de empleo y equilibrio de las cuentas públicas), Galicia, contrariamente a lo que afirmó el presidente de la Xunta, se encuentra entre las comunidades con peores resultados. Pero, al parecer, Feijóo todavía cree que la retórica, aunque no puede crear la realidad, ayuda a ocultarla.

Tampoco sabemos después de escuchar ayer a Fejóo cuál es su política industrial ni en qué consisten sus proyectos agrario o pesquero. Y, desde luego, no aclaró el futuro que le espera a nuestro sistema financiero. Sin embargo, desgraciadamente sí desveló su estrategia respecto a los servicios públicos esenciales, consistente en el recorte de gasto y su tendencia a la privatización. Por supuesto, ni una palabra sobre la prometida regeneración democrática. No ha existido ni una sola mención al funcionamiento del Parlamento, a la necesidad de completar la desgubernamentalización de los medios de comunicación públicos ni a la política seguida con los medios privados, destinada a poner a la Xunta fuera de todo control de la sociedad. Tampoco han encontrado hueco en el discurso presidencial las políticas de ayuda a la familia o las líneas básicas de un impostergable plan de revitalización demográfica del país. Finalmente, no es aceptable que Feijóo, en el pasado azote del Gobierno central, no explicara por qué aceptó sumisamente los duros recortes impuestos por Rajoy a las comunidades autónomas mientras se mantienen los gastos corrientes en numerosos ministerios cuyas competencias han sido transferidas como consecuencia del desarrollo del Estado autonómico.

Por lo que respecta a la oposición, sus portavoces han cumplido con su responsabilidad de ejercer el control efectivo del Gobierno. Tanto Ana Pontón, un feliz descubrimiento como portavoz, en nombre del BNG, como el secretario general del PSdeG, Pachi Vázquez, desmontaron con datos irrebatibles las fantasías con las que Fejóo había descrito la situación política y socio-económica de Galicia. Pero tanto la grave crisis que atraviesa el Bloque como las incógnitas que todavía pesan sobre el futuro del socialismo gallego, no les ha permitido ir más allá en un debate que de hecho abría la precampaña electoral. Si algo ha dejado claro la controversia vivida ayer en el Parlamente es la existencia de un Gobierno de tercera categoría, paralizado y sin rumbo definido, y de una oposición que, aun cumpliendo con sus funciones de control al Ejecutivo, está todavía lejos de representar una alternativa de gobierno. Pero una situación semejante solo puede conducir a un grave deterioro tanto de la política gallega como de nuestras instituciones de autogobierno. Desalentador.

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