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Un viaje de primera

Dos mil deportivistas gozaron de un fin de semana perfecto en Guadalajara, inesperado destino para un futbolero

La celebración del primer gol provocó la caída de una valla publicitaria que no causó más daños
La celebración del primer gol provocó la caída de una valla publicitaria que no causó más dañosALEJANDRO RUESGA

A veces en los lugares más inesperados prende la llama de lo inolvidable. La misma semana en la que el deportivismo festejó el aniversario de hazañas ante Milan, Real Madrid o París Saint Germain descubrió Guadalajara, donde el equipo venció (1-2), en uno de esos desplazamientos masivos que se recordarán con el tiempo, como aquellos a Avilés y Valencia el año del último ascenso, o las ya míticas visitas a Logroño que se convirtieron en un clásico para futboleros con veleidades enólogas. 2.000 deportivistas tomaron Guadalajara el pasado fin de semana en una invasión en la que, por una vez, nadie se salió del tiesto, un viaje de primera a la Alcarria en el que solo faltó limusina y choferesa para parangonarlo al que hizo Camilo José Cela en los ochenta para desquitarse de la descarnada experiencia que describió en los años de la postguerra.

Contribuyó a tanta felicidad la pacífica y hospitalaria afición local, huérfana de resquemores y rivalidades, presta a mezclarse y compartir una cerveza aunque ésta fuese gallega porque los responsables de un conocido establecimiento hostelero próximo a Riazor alquilaron un local a 300 metros del Pedro Escartín y erigieron allí una pequeña Coruña en la que no faltó la bebida autóctona.

Todo lo que se pueda decir de la gente es poco” Augusto César Lendoiro, presidente del Deportivo

“Todo lo que se pueda decir de la gente es poco”, resumió el presidente Augusto César Lendoiro mientras dejaba el estadio entre los vítores y la curiosidad de los seguidores alcarreños. “Una afición como la nuestra no tiene límites”, apostilló el mandatario, que recuerda cómo, cuando llegó al club en el verano de 1988, se encontró con un censo de 5.000 abonados, un tiempo en el que el Liceo congregaba hasta 6.000 en el Palacio de los Deportes para ver sus épicos duelos contra el Barcelona o el Reus Deportivo.

Lendoiro siempre supo cómo ir a buscar a la gente. Al poco de llegar parafraseó a El Lute para acuñar el lema “camina o revienta” y lanzar una agresiva campaña de abonados. En su primera temporada el equipo estuvo a un paso de alcanzar la final de Copa, en la siguiente cayó en la promoción de ascenso en Riazor ante el Tenerife. A la tercera ascendió. Para entonces el Deportivo ya frisaba los 19.000 abonados, inquebrantable fidelidad que solo se rebajó cuando hace dos años un cierto hastío se apoderó de la gente, pero que se renovó ante las dificultades. Ahora los 25.126 fieles recibirán de obsequio una bufanda conmemorativa en cuya intendencia ya trabaja el club. “Tenemos una afición que nunca nos falla”, reflexionó el técnico José Luis Oltra mientras paladeaba la victoria en Guadalajara. “Me acuerdo de los que no han podido venir y siempre están con nosotros, pero jugábamos en un sitio donde necesitábamos apoyo y aquí ha estado la gente, aunque no era un viaje sencillo”.

En un estadio en el que dos de sus cuatro graderíos son mecanos provisionales, los aficionados blanquiazules llenaron un fondo y parte de la tribuna principal. 28 peñas estuvieron representadas en una comunión que se plasmó cuando el autocar que trasladaba al equipo tuvo que frenar su salida del estadio jaleado por propios y ajenos en una suerte de arcadia en la que todo el mundo gozaba. “Aquí la directiva a veces nos echa en cara que somos muy fiesteros y que celebramos incluso las derrotas, pero es así como nos gusta el fútbol y como lo concebimos”, explicaban los representantes de La Zorra Alcarreña, la peña más numerosa del Guadalajara, que tras el partido invitaron al cerca del millar de deportivistas que pasaron la noche del sábado en su destino, para los que hubo bebida y comida a discreción en una sesión continua en la sede de la peña. Allí se intercambiaron cánticos, camisetas y halagos. “Guadalajara es una ciudad pequeña al lado de un gigante, la gente no suele parar aquí. Para nosotros que venga el Deportivo y su afición es un honor. Estamos muy agradecidos”, espetó en el momento de más efusividad Fernando Rodríguez, el presidente de La Zorra Alcarreña.

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En un estadio en el que dos de sus cuatro graderíos son mecanos provisionales, los aficionados blanquiazules llenaron un fondo y parte de la tribuna principal.

Pero la euforia, la de un viaje perfecto y la de los sesenta puntos alcanzados en la clasificación, es mala compañera para conseguir objetivos. Y al Deportivo aún le falta. Ayer por la mañana, ya con el equipo entrenando en Abegondo, el Valladolid arrancó un triunfo en su visita a Elche que le mantiene a nueve puntos del líder. “Entiendo a la gente, su alegría, pero tenemos que centrarnos porque el halago debilita”, explica Oltra. Para el técnico sólo existe el siguiente partido, contra el Alcoyano en Riazor el sábado a las cuatro de la tarde, el primero de dos encuentros consecutivos como locales (el siguiente será contra el emergente Córdoba) justo cuando el calendario se complica para los perseguidores porque el Celta encadenará dos desplazamientos a Las Palmas y Huesca mientras el Valladolid recibe al Almería, cuarto clasificado antes de afrontar un duelo fratricida contra el Numancia.

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