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Catarsis del ‘yo’ rojiblanco

Sociólogos y economistas analizan el masivo desplazamiento de aficionados del Athletic a Manchester. Tienen un sentido del “deber” ajeno a la crisis

Aficionados del Athletic aguardan ayer la salida de sus vuelos a Manchester.
Aficionados del Athletic aguardan ayer la salida de sus vuelos a Manchester.SANTOS CIRILO

A priori, la imagen de miles de personas adquiriendo entradas en las taquillas de San Mamés y contratando viajes a Manchester que suponen un coste medio mínimo de 600 euros si se hacen en avión choca con la situación de crisis que lleva años azotando a la provincia, a la comunidad autónoma y al país en general. Pero esa fotografía existe. La veintena de aviones cargados de hinchas que han salido con una cadencia creciente del aeropuerto de Loiu desde el martes hasta hoy dan fe de ello. Hay quien no ha dudado en enlazar cuatro conexiones que le obligan a pasar por Milán, Roma y Bruselas con tal de alcanzar la ciudad inglesa a tiempo. Que la afición rojiblanca es especial y que nunca ha tenido problemas en viajar para seguir a su equipo es un hecho. Célebres son las ventas de colchones para costearse los viajes a Madrid y poder así disfrutar de las finales de Copa de antaño.

Hoy, nadie vende colchones, pero algunos seguidores del club están dispuestos a pasar un fin de mes terrorífico con tal de tomar asiento en el conocido como Teatro de los sueños o al menos llegar a sus aledaños. La ida de octavos de final de la Liga Europa en Old Trafford es una de esas ocasiones irrepetibles que se prestan a hacer esfuerzos, pese a que lo habitual en plena crisis es que el miedo contraiga el gasto. Tras este fenómeno se hallan, según los expertos consultados, varios factores. El sociólogo Xabier Aierdi apunta a la “tradición copera” del Athletic y al “punto de sacralidad” que acompaña al equipo. Ir al encuentro es una suerte de “fuente catarsis” ante la crisis y otras problemáticas, según Aierdi, ya que en el imaginario de los aficionados “mandan a su ejército simbólico a hacer gestas a territorios extraños”. Más que una “contradicción” con el desfavorable momento económico que nos ha tocado vivir, acudir al partido es un “respiradero” y un momento puntual que “refresca” el sentido grupal de esta sociedad. En definitiva, Aierdi subraya que las épocas de crisis no solo traen “circunstancias disfuncionales, sino también funcionales”, como la marea rojiblanca en tierras inglesas.

“Es como cuando un amigo te invita a su boda en Katmandú, vas”

A la catedrática de Economía de la UPV Mari Carmen Gallastegui, por su parte, le sorprende la capacidad de convocatoria del partido teniendo en cuenta que cae en día laborable y destaca el sentido del “deber” que mueve a los aficionados. “Es como cuando un amigo te invita a su boda en Katmandú. Sientes que el amigo vale más que el equilibrio presupuestario y vas”. Además, sostiene que la gente por lo general tiene “bastante facilidad para endeudarse”. Un mecanismo parecido guiaría a los aficionados rojiblancos, que están dispuestos a apretarse el cinturón el resto del mes porque la ilusión de ir a Old Trafford puede más que “cualquier restricción” posterior que pudiera sufrir su economía doméstica. La cita deportiva evidencia que en los gastos de las familias en épocas de recesión hay un componente selectivo. “Queda claro que la gente está dispuesta a apretarse el cinturón en unas cosas y en otras no”, señala Gallastegui.

Aierdi pone en valor la capacidad del Athletic para aunar voluntades, algo que la política no consigue. “Ojalá los políticos lograran la misma ilusión para ir todos a una a la hora de encarar la travesía por el desierto”.

“Vivimos en una economía de experiencias, no se miden en euros”
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El director de Prospecciones Sociológicas del Gobierno vasco, Víctor Urrutia, apunta que, en general, en el deporte de masas subyace un “mecanismo de liberación, de compensación de otros problemas”. Pero, según Urrutia, hay que ver hasta que punto es “soportable” el esfuerzo para alimentar esta “religión de sustitución”. Esto ocurre con “todos los clubes de fútbol”, que en general activan esa “necesidad de trascender los problemas”.

En su caso, Leire Gandarias Eiguren, coordinadora de la Comunidad de Marketing del Colegio Vasco de Economistas y fundadora de Bilbao Design Academy habla de la búsqueda de “experiencias memorables”, una tendencia cada vez más arraigada en el consumidor. “Vivimos cada vez más en una economía de experiencias. Los consumidores invierten una proporción cada vez mayor de su poder adquisitivo en viajar, ocio, conciertos..., porque lo que nos define y lo que nos satisface es cada vez menos lo que tenemos y cada vez más lo que hacemos y experimentamos. ¿Y qué experiencia más memorable que ir a ver el Athletic a Manchester? Para un consumidor medio, forofo del Athletic, el gasto que le supone ir en avión a ver el partido está completamente en equilibrio con la compensación que le produce en términos de emoción, aventura, experiencia compartida, identidad y sensación de pertenencia (al Athletic). Digamos que para él o ella el gasto es relativo, no se mide en euros”.

Por su parte, Antonio Fernández-Casado, director general de la cadena High Tech Hoteles, señala que también el concepto de distancia “ha cambiado” respecto a hace unos años y alude también a la “tradición británica” existente en Bilbao. “Es el único equipo con el que viajan familias enteras”, destaca el empresario.

La crisis, sostiene Fernández-Casado, más que hacernos renunciar a cosas, nos obliga a adaptarnos. “Los restaurante siguen llenos, pero la gente baja el pistón, en vez de gastar 100 euros, gasta 30”. Con el Athletic pasaría un poco lo mismo, hay quienes tienen a sus hijos estudiando en Inglaterra y aprovechan la coyuntura deportiva para ir a verles y también están aquellos jóvenes que se reparten los gastos para ir en coche.

Las agencias de viaje no salen de su asombro. Han despachado en tiempo récord paquetes de viaje que cuestan entre 425 y 550 euros. No fueron pocos los que reservaron los vuelos antes de tener las entradas en la mano y eso que en caso de cancelación se quedaban sin el dinero. “No son los clientes habituales, sino otro tipo de perfil, el del aficionado que apenas suele viajar, salvo para este tipo de eventos”, explican desde una agencia de viajes de Bilbao. “No importa lo que cueste, quieren morir con las botas puestas”.

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