Gamarra se presenta como una víctima de la ONG en el comienzo del juicio
El expresidente asegura en el comienzo de la vista oral que la entidad le ha costado “mucho dinero y 40 años de vida”
“No solo no me he apropiado de ningún euro de Anesvad, sino que me ha costado mucho dinero y 40 años de mi vida, encima para acabar en la cárcel”. El expresidente de la ONG José Luis Gamarra intentó ayer sacudirse la imagen de acusado y se presentó, en sentido inverso, como una víctima en el juicio que comenzó en la Audiencia de Bizkaia para esclarecer la supuesta apropiación de parte de los fondos de la entidad por quien era su responsable. Esta acusación pesa también sobre otros dos antiguos directivos de la organización, Francisco Martínez y José Miguel Sustacha, que prestarán declaración hoy ante el juez.
El fiscal pide seis años de prisión para cada uno de los tres acusados, al entender que entre 1996 y 2006 incorporaron a sus respectivos patrimonios un total de nueve millones de euros procedentes de donativos realizados a la ONG, dinero que destinaron a “fines particulares” y no sociales.
Durante la vista oral, y a preguntas del Ministerio Público sobre su forma de ganarse la vida, Gamarra incidió en que procede de una familia “de mucho dinero” y que además ha recibido varias herencias, por lo que ni siquiera cobró “ni un duro” durante las casi cuatro décadas que estuvo al frente de Anesvad. Y ello hasta el punto de que no le corresponde “ninguna pensión por jubilación” a día de hoy. “Las cuentas de la fundación están impolutas. Nunca me he enriquecido con ellas”, recalcó.
El expresidente de la ONG sí reconoció que recurrió a los fondos de la organización como puente para realizar movimientos bancarios e “inversiones” en proyectos solidarios, aunque dejó claro que siempre dio parte al patronato de Anesvad. En concreto, admitió que, en función del cargo que ocupaba como cónsul honorario de Filipinas en Bilbao, que desvió parte de los donativos ingresados para la ONG a las cuentas del propio consulado. No obstante, sostuvo que lo hizo como nexo para impulsar económicamente dos proyectos solidarios en los que colaboraba Anesvad: Leprosería Culión y Misión China. “Al comienzo íbamos allí con los bolsillos llenos de dólares, pero aquello comenzó a ser inviable y hubo que buscar nuevas fórmulas para hacer llegar el dinero de forma segura”, explicó.
El caso Anesvad arrancó en marzo de 2006, cuando una denuncia anónima planteada desde la propia ONG dio lugar a una investigación que propició, un año después, la detención de Gamarra como principal acusado de la supuesta trama. El expresidente de la entidad pasó ocho meses en la cárcel y quedó en libertad provisional en octubre de 2007, tras pagar una fianza de 300.000 euros.
Intento de anulación desestimado
El expresidente de Anesvad José Luis Gamarra era el único de los tres acusados que iba a declarar en la sesión de ayer del juicio en la Audiencia de Bizkaia. Sin embargo, no pudo terminar de hacerlo y continuará hoy. La vista comenzó con la presentación de una serie de cuestiones previas por parte de la defensa del principal acusado, que incluía una petición de anulación del proceso, al entender que se habían vulnerado los derechos de su defendido. El tribunal las desestimó.
El juicio se vio interrumpido a las dos en punto de la tarde, cuatro horas después de su inicio, cuando se produjo un fallo en el sistema de audio de la sala que impidió que Gamarra pudiese seguir declarando. El exrsponsable de la ONG tendrá que terminar hoy de responder a las preguntas de su defensa, así como a un segundo turno de intervención por parte de la fiscalía. Es previsible que el Ministerio Público traslade al acusado parte de las preguntas que iba a plantear la acusación particular, que representa a la ONG, a las que el expresidente de Anesvad se negó a responder ayer por recomendación de sus abogados.
A la segunda parte de la declaración del principal acusado se sumarán hoy los testimonios de los otros dos encausados, Francisco Martínez y José Miguel Sustacha, cuyos defensores no quisieron plantear ayer ninguna cuestión a Gamarra.
Las sesiones del juicio se prolongarán hasta el próximo 15 de marzo. Entre mañana y el próximo lunes declararán los 41 testigos que han sido citados por la Sala. El 13 será el turno de la declaración de los peritos, mientras que las dos jornadas finales se reservarán para los informes de conclusiones elaborados por las acusaciones y la defensa. Serán los últimos argumentos antes de que resuelva el tribunal que está encargado del caso.
El expresidente de la entidad reconoció ayer, sin embargo, que su conocimiento de las irregularidades se remonta a un año antes, cuando un empleado le informó de la supuesta apropiación cometida por Martínez y Sustacha, exdirectores financiero y general de Anesvad, respectivamente, quienes abandonaron la organización tras conocerse el caso. “Se montó una revolución y me quedé solo ante el peligro”, dijo.
El primero devolvió lo supuestamente sustraído en dos semanas, mientras que el segundo tuvo que recurrir para hacerlo a 320.000 euros que le prestó el propio Gamarra, quien extrajo el dinero de las cuentas de Anesvad, por la “urgencia de los hechos”, previa comunicación al patronato, siempre según su testimonio. El reintegro lo realizó vendiendo a la ONG una colección personal de sellos valorada en el mismo importe.
El expresidente de la ONG remarcó que, pese a su propia condición, Anesvad funcionaba “como una empresa” y que por eso concedió, en su calidad de máximo responsable, gratificaciones a algunos de los empleados que habían trabajado con “exceso de celo”.
Gamarra ofreció también su versión en torno a otro de los aspectos considerados decisivos por la acusación: la apertura a su nombre de una cuenta de un millón de euros en un banco de Suiza. El acusado argumentó que su existencia deriva de una herencia recibida por Anesvad y que la tuvo que mantener el dinero en ese país porque “en el Banco Santander” le dijeron que “no podía traerla a España”.
El exresponsable de Anesvad, quien continuará declarando hoy, se negó a responder a las preguntas de la acusación particular, que representa los intereses de la ONG. La imagen de Anesvad salió seriamente dañada cuando estalló el escándalo y la entidad se ha visto obligada desde entonces a impulsar distintas campañas de comunicación para recuperarla.
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