Palacio con Cadillac y flores
Al final de la calle Alcalá florecen los 1.500 almendros de la insólita finca secesionista de César Cort Botí, un promotor, concejal y viajero empedernido que profesionalizó el urbanismo en España


Lo llaman el Valle del Jerte madrileño, pero los árboles de la Quinta de los Molinos son almendros, no cerezos. Es el momento de ir a verlo, este parque histórico al final de la calle Alcalá está floreciendo y, si se tuerce el tiempo, el jolgorio de capullos rosas puede ser brevísimo. Hoy arranca un programa de visitas guiadas que ya ha colgado el cartel de aforo completo.
Un camino rodeado de 1.500 almendros, pero también de olivos, eucaliptos y pinos, lleva al corazón de la finca, un palacete, también rosado, de aires decó. Su autor es el alicantino César Cort Botí, todo un personaje: fue concejal católico y monárquico en la Segunda República, promotor de éxito (llegó a acumular 13 millones de metros cuadrados de suelo), explotador de minas de wolframio durante la II Guerra Mundial, fundador de la editorial Plus Ultra, primer catedrático de Urbanismo de Madrid y orgulloso dueño de un Cadillac negro que debía de girar cabezas en la posguerra. “Le gustaba epatar, con el coche y con la finca... Había viajado por todo el mundo, era muy inteligente y tenía un carácter endiablado”, cuenta con cariño su nieto, César Cort, que pasó muchas Navidades en esta insólita quinta agrícola, con molinos de viento traídos de Michigan, fuentes levantinas y una arquitectónica pista de tenis que parece salida de una película de Visconti. “La Quinta era la niña de los ojos del abuelo”, dice el nieto.
El palacete, construido en 1925, recuerda mucho al palacio Stoclet de Bruselas, proyectado por Joseph Hoffman, uno de los padres del estilo secesionista. Cort lo levantó en un terreno que le dio su amigo el conde de Torrearias como pago por hacerle el palacio en la calle de Martínez Campos. “Es una obra única en Madrid por ese protorracionalismo de la Secesión vienesa que Cort tradujo y simplificó”, explica Javier Martínez-Atienza, que, junto a Julio Gómez, transformó el interior en 2007 para que alojase Magistralia, una fundación privada de apoyo al profesorado musical del Ayuntamiento, al que pertenece el palacete desde que la familia Cort cedió dos tercios de la finca a cambio de poder urbanizar el tercero. El proyecto musical no fraguó, como tampoco lo había hecho antes otro para que el palacete fuese sede de la olímpica Madrid 2012. Ahora se habla de que aloje Madrid 2020, pero no hay nada concreto. Protegido por una valla que lo afea y un guarda, el palacete, totalmente rehabilitado, languidece sin uso.
Cort Botí no solo proyectó este edificio, sino que diseñó todo el parque, 29 hectáreas reunidas durante años, parcela a parcela, en los alrededores del aeropuerto, por donde Cort vislumbró, ya en los años veinte, que se expandiría la ciudad. “Plantó almendros porque era un árbol bonito y barato”, explica su nieto, “fácil de quitar si se quisiese urbanizar la finca, algo impensable hoy”.
Quinta de los Molinos
Autor. Cesar Cort Botí. Obra. 1925.
Ubicación. Alcalá, 527 - 531 (Suanzes).
Estilo. Secesión vienesa. E Función original. Finca de recreo y agrícola privada.
Función actual: Parque público; el palacete, del Ayuntamiento, está rehabilitado pero sin uso.
“Cort fue muchas cosas, pero ante todo, quien profesionalizó el urbanismo, entonces llamado urbanología en España”, explica la arquitecta María Cristina García, que el año pasado presentó la tesis César Cort y la cultura urbanística de su tiempo. “Su mayor aportación fue su concepto de los espacios verdes dentro de la ciudad”, dice, y explica que Cort siempre tuvo muy clara la relación entre urbanismo y política. Se presentó a concejal y quiso ser alcalde. Sin embargo, un carácter poco diplomático y su tendencia monárquica no le fraguaron amistades ni durante la República ni en el franquismo (cuentan que se reunió una sola vez con Franco y lo describió como “una mula”). Pero, en vez de rendirse, Cort decidió ejercer el urbanismo por su cuenta y riesgo, acumulando vastas cantidades de suelo en las que poner en práctica sus utopías. En el polígono de Las Mercedes proyectó un residencial para obreros; en la Quinta de los Molinos, una finca nobiliaria de la que hoy puede disfrutar todo el mundo.
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