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Los obispos se quedan en un consenso de mínimos ante sus diferencias

Los prelados instan a las víctimas de la banda a ofrecer un perdón “liberador”

El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, lee la homilía ayer en una iglesia donostiarra.
El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, lee la homilía ayer en una iglesia donostiarra.JESÚS URIARTE

La homilía conjunta que los tres obispos vascos leyeron ayer por separado en sus respectivas diócesis refleja apenas el consenso de mínimos al que los prelados han podido llegar después de ser incapaces de elaborar una pastoral común, dadas las diferencias abiertas en el seno de la Iglesia de Euskadi sobre el proceso de reconciliación tras el final de la violencia de ETA. Supuso más una respuesta al pronunciamiento público sobre el cese definitivo del terrorismo que se les venía reclamando desde distintos sectores que una toma de posición firme y convencida.

El texto —poco más de cuatro folios firmados por los obispos de Bilbao, Mario Iceta; San Sebastián, José Ignacio Munilla, y Vitoria, Miguel Asurmendi— reclama la definitiva desaparición de la banda. Y a sus miembros —“quienes han dañado y ofendido al prójimo”, cita la homilía— los insta al “arrepentimiento verdadero” y a la “petición sincera” de perdón.

Las claves del texto

  • "El anuncio de ETA (...) ha sido acogido por nosotros y por la sociedad con satisfacción y esperanza, pero continuamos deseando y demandando su definitiva desaparición".
  • "Los senderos de la verdad y de la justicia constituyen el itinerario para una reconstrucción moral y social".
  • "Pedimos a Dios que quienes han dañado y ofendido al prójimo sientan su llamada al arrepentimiento verdadero y a la petición sincera de perdón".
  • "También rogamos a Dios que a quienes han experimentado la agresión y todo tipo de violencia física o moral les conceda la gracia de poder ofrecer este perdón sanador y liberador que, sin anular las exigencias de la justicia, la supera".

No es la única alusión al perdón en la homilía, titulada Busca la paz y corre tras ella. Zorionekoak bakegileak, que solo cita directamente a ETA en una ocasión. Los prelados piden también a las víctimas —“quienes han experimentado la agresión y todo tipo de violencia física o moral”— que concedan un “perdón sanador y liberador” que, “sin anular las exigencias de la justicia, las supera”.

A finales de enero, Munilla avanzó que los tres prelados preparaban una pastoral conjunta sobre el final del terrorismo que con el paso de las semanas se ha ido posponiendo sin fecha, ante la imposibilidad de consensuar un texto, finalmente reducido a la homilía de ayer. Su anuncio no fue sino una declaración de intenciones que se antoja complicada de llevar a la práctica ante esa diferencia de sensibilidades, en una Iglesia que ayer volvía a ofrecerse como “servidora de la reconciliación”.

La división refleja

“El final del terrorismo nos ha dejado una especie de camisa rota que no basta con meter en la lavadora y listo. Hay que retejerla y eso lleva tiempo”, asegura un veterano sacerdote, consciente de la dificultad que va a conllevar la redacción de un texto que, si llega, tiene garantizada su condición de polémico.

En la demanda de disolución de ETA y la necesidad de que los terroristas pidan perdón a sus víctimas “todos estamos de acuerdo, pero para abordar la reconciliación es necesario hablar de otras muchas cuestiones más vidriosas”, advierte otro destacado miembro de la comunidad eclesial vasca. Como crítica a ese “silencio” episcopal que se vivía, el sector crítico de la diócesis vizcaína ya impulsó en diciembre su propio encuentro sobre la paz. Desde el sector oficial parece difícil llegar más allá del texto leído ayer.

La dificultad de redactar una pastoral conjunta muestra no solo las diferencias sobre el final del terrorismo en la Iglesia vasca, sino también la distinta relación que Iceta y Munilla mantienen con sus respectivas comunidades de fieles y sacerdotes. Ambos recalaron en sus diócesis en 2010 con el objetivo común de reconducirlas hacia postulados más conservadores y alejados del activismo social que las había caracterizado, sin renunciar de paso a un distanciamiento del nacionalismo.

Su distinto talante, sin embargo, no ha tardado en evidenciar sendas formas de gestión. Mientras Iceta ha sabido adaptarse con flexibilidad a su comunidad eclesial, sin imponer su criterio ni cambios drásticos, Munilla no ha logrado evitar el conflicto que habían adelantado los detractores a su designación.

El prelado donostiarra se ha mostrado desde su elección convencido de la necesidad de impulsar la espiritualidad y la oración en su vertiente más clásica, pese al perfil progresista de su comunidad. Iceta, aun con 10 meses menos al frente de su diócesis, ha sabido adaptar la misma pretensión a la tradicional participación de las bases en la toma de decisiones.

Como consecuencia, los rifirrafes que en Gipuzkoa han mantenido el obispo y destacados miembros de su diócesis, en Bizkaia se han reducido a polémicas aisladas. “Munilla es más peleón; no rehúye el enfrentamiento con quienes opinan de forma diferente y tampoco se corta a la hora de hacerlo público, mientras que Iceta no es partidario de choques. No ha dejado de imprimir su sello personal, pero sin cambiar las normas que había”, admite otro párroco.

Ajena a la polémica se mantiene Álava, donde Asurmendi ha superado ya una década y media como prelado y no parece dispuesto a verse envuelto en problemas en la recta final de su mandato.

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