Etiquetas 'made in' Galicia
Marta Lojo viste botellas de vino y licores por encargo de bodegas españolas y extranjeras
El estudio de diseño Marta Lojo ha conseguido embotellar la creatividad gallega y llevarla a las bodegas de todo el mundo. Desde que montaron su estudio en Cambados en el año 2004, han diseñado la imagen de más de un millar de marcas de vinos. Y es que una de las claves de las ventas está en vestir de etiqueta la etiqueta.
Aunque confiesa que llegó a esta profesión por casualidad, la biografía de Marta Lojo (Barrantes, 1974) está salpicada de esas pequeñas llamadas que al final construyen las vocaciones. Nacida en tierra de vinos, de familia hostelera y con un hermano enólogo, de joven ya gustaba de pintar letras en los marcos de las ventanas. Sin embargo, cuando se matriculó en la escuela de artes Pablo Picasso de A Coruña, fue tentada por la fotografía artística, que la hizo ganar varios premios. Sería la genialidad de uno de sus profesores lo que la reconduciría por la senda del diseño. El proyecto de fin de curso le dio la clave de su futuro profesional: se trataba de hacer un estudio de marca para una bodega.
Después de una primera experiencia de negocio en el sector con cuatro amigos, se lanzó a trabajar por cuenta propia. Debutó con un cartel que recogía todas las etiquetas de la Denominación de Origen Rías Baixas. Fue una cosecha exitosa que decidió exportar a otros pagos. Repitió la iniciativa con marcas de Penedés y de Cava.
Su estancia en Cataluña fue una buena clase de mentalidad empresarial: “En Galicia, cuando les proponía la idea del cartel me preguntaban quién más aparecería; los catalanes, qué beneficios les iba a reportar”. En esas bodegas conocería también las etiquetas de vino diseñadas por Toulouse Lautrec: “Me impresionó la combinación de pintura y diseño”. Con esta experiencia en la maleta, regresó a Galicia y montó su estudio con Kike López, antiguo compañero de estudios.
En EE UU quieren ver lo que hay dentro, y piden vidrio incoloro
Estaban en el lugar clave y en el momento clave. Su lanzamiento coincidió con la proliferación de nuevas marcas de albariño. Pero las puertas se les abrieron de par en par de la mano de una de las dinastías vinateras más antiguas de España: los Chivite. “Conocí a Julián Chivite por casualidad y me encargó el rediseño de todas sus marcas”, cuenta Marta.
Desde ahí, la producción del estudio cambadés no ha hecho más que crecer. Están sobrevolando la crisis con un aumento en sus encargos. El 50% de sus clientes son importadores de vino extranjeros, distribuidores internacionales como la británica Direct Wines. Muchos de ellos compran el vino en España y lo comercializan en sus países con su propia marca. “Por eso buscan un estudio de diseño español: para crear su imagen y darle la identidad de origen”, explica Marta.
El albariño Paco y Lola ha sido premiado en Los Angeles Internacional Wine and Spirits Competition. Se trataba de vender el producto en China asociándolo a un vino español, y por eso lo vistieron de lunares, como una bata de cola andaluza. Francia, Alemania, Suiza, Holanda, Estados Unidos, Rusia, Italia o Chile lucen en sus bodegas etiqueta gallega. Entre otros, han diseñado la imagen del rioja más vendido en Alemania, Guía Real. Y se han enfrentado a desafíos singulares: “En una ocasión tuvimos como cliente a un bodeguero que tenía daltonismo, y eso nos complicó todo el trabajo con los colores”.
Diseñan la etiqueta, la contraetiqueta, la cápsula y la caja. “El conjunto es muy importante”, dice Kike. “Nos gustaría poder intervenir también en el diseño de la botella, pero las características del proceso industrial del vidrio dificultan la personalización”, añade Marta. Conocen las preferencias de los compradores: “A los estadounidenses les gusta ver lo que hay dentro de las botellas, por eso han de ser transparentes; para Europa, más oscuras”. Estudian el tipo de letra, su tamaño, las tintas e incluso el papel: “En el caso de los blancos, el papel va a estar sometido a bajas temperaturas y debe soportar la humedad”.
En cuestión de diseño, no se deja nada al azar. “Debemos saber a quién quieren vender sus vinos nuestros clientes, porque cada vino tiene su público y eso determina su etiqueta”. Aseguran también que pueden dar la vuelta a este proceso y conocer a la persona por el vino que elige. “Para vender en grandes superficies, la etiqueta debe destacar; para vender en una vinoteca, ha de atraer a los expertos”. Además, como en el mundo de la moda, van cambiando las tendencias. “En este momento el diseño está volviendo a las pautas clásicas. Es algo cíclico”, explican.
Además de los vinos, se vienen ocupando también de las etiquetas para los licores de las bodegas, como aguardientes y licor café, y han hecho sus pinitos con aceites y conservas. Ahora se plantean subir los grados de su desafío y lanzarse al mercado de los destilados. Una ginebra gallega les encargo el diseño. Mientras, siguen diseñando con pulso firme y sin que el éxito les embriague.
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