La vida vuelve a la Colonia Vidal
TV-3 rueda una serie basada en ‘Olor de colònia’, la novela de Silvia Alcántara sobre la vida en las hilaturas del Llobregat
Es un domingo de mayo de 1953. En la Colonia Vidal de Puig-reig, una de las fábricas textiles situadas en la comarca del Berguedà que aprovechan la fuerza del río Llobregat para mover los telares, que trabajan las 24 horas del día seis días a la semana (solo paran los festivos y entonces descansan las casi mil personas que allí viven y trabajan), un grupo de niños sale de la iglesia tras recibir la primera comunión acompañados de sus padres y las monjas catequistas, que impresionan con sus largos hábitos que ocultan todo el cuerpo, excepto el rostro.
Por un momento parece que la vida ha vuelto a la colonia textil, tras permanecer vacía desde 1980, cuando la empresa cerró a causa de otra de las crisis de la economía española. Pero en realidad, las personas que van de un lado a otro de este centro neurálgico de la colonia son actores y extras que participan en el rodaje de la miniserie de TV-3 Olor de colònia, basada en la novela homónima de Silvia Alcántara, que arrasó en 2009 y llegó a superar en Cataluña a la trilogía de Stieg Larsson.
Como ocurre en las películas, el domingo primaveral es, en realidad, una gélida mañana de enero en la que apenas se superan los cero grados, por lo que actores y técnicos aguantan espartanamente el frío, con mantas y gruesas botas, aunque la toma se tenga que repetir hasta ocho veces por exigencias del director. Visto de cerca, no parece fácil ser actor.
El rodaje, que está previsto que termine el próximo 1 de febrero, ha recorrido algunas de las cerca de 40 colonias que jalonan este río textil, como Can Cases, Cal Marçal, Cal Prat y Viladomiu Nou, un patrimonio industrial que difícilmente se repite en otras partes de Europa, pero se ha centrado en Can Vidal, y se ha filmado incluso en el piso en el que Alcántara vivió hasta los 18 años. Una de las escenas más difíciles de esta miniserie de Diagonal TV de dos capítulos, que dirige Lluís Maria Güell (Les veus del Pamano y Ermessenda) para TV-3 y que cuenta con un presupuesto de 2,7 millones de euros, se rodó en Can Cases: la del incendio de la fábrica que en la novela —y en la serie— desencadena el desequilibrio en este microcosmos de la Cataluña interior de los años cincuenta, en el que las historias personales son de dominio público y todo funciona bajo el control absoluto del amo y de la iglesia.
Lluís Maria Güell dirige la serie con un presupuesto de 2,7 millones de euros
En este incendio pierde la vida el escribiente principal, por eso su viuda, Teresa (Maria Molins), debe abandonar la vivienda para que la ocupe el nuevo responsable de la oficina, Climent (Pep Planas), con el que tuvo una historia de amor adolescente no superado. Sobre esta “historia de amor difícil”, según Güell, giran los otros personajes: Matilde, la mujer de Climent (Miriam Iscla); Boix, la mano derecha del amo (Toni Sevilla); el dueño de la colonia (Fermí Reixach); Cèlia, la hija de Climent (Greta Fernández); la madre superiora (Vicky Peña), y Bernat, el mozo de los trabajos sucios (Miquel Gelabert), pieza clave en la resolución de la historia, además de 450 extras seleccionados entre 1.500 personas que se presentaron de las comarcas vecinas para un papel.
Silvia Alcántara, la autora de la novela, ha supervisado el guión, que lleva la firma de Toni Cabré, uno de sus profesores en el Ateneo Barcelonés, donde ella comenzó a escribir novelas. “Estoy ilusionada, pero también con un poco de miedo, aunque entiendo que el lenguaje televisivo es diferente”, asegura la escritora cuando se le pregunta por el hecho de ver en la pantalla a sus personajes. “La novela, evidentemente, habla de cosas que viví hasta los 18 años, pero no es autobiográfica”, responde Alcántara ante las comparaciones con el personaje de Cèlia, la niña rebelde que rompe normas y solo quiere salir de la colonia. “Aunque tiene mucho de mí”, apostilla. La mayoría de los actores reconocen que han leído el libro tras conocer su participación en la serie. La más entusiasmada es Maria Molins, que asegura haberla releído y subrayado.
“Es un homenaje a todas las personas que trabajaron y que levantaron el país en este momento”, dice Güell en un momento de descanso. Faltan dos semanas para terminar el rodaje, pero aún quedan momentos complicados, como la recreación de una sala llena de telares donde trabajaban las mujeres desde que cumplían los 14 años, en la que se tenían que comunicar por señas debido al ruido atronador que producían las máquinas. En la actualidad, solo quedan 12 en el museo de la colonia (que dirige Jordi Vidal, descendiente de los fundadores), de los que solo funcionan dos. “Con ayuda de la tecnología 3D podremos ver cómo trabajaban unos 280 0 300 telares a la vez, algo que no se ha hecho nunca”, explica Güell. En uno de ellos aparecerá Alcántara en un pequeño papel de tejedora. “Seguro que lo haré bien, porque es lo que hice hasta los 18 años”, asegura la autora, ilusionada por la oportunidad.
Ante las críticas de algunas personas que vivieron en las colonias y no comparten la visión que refleja Alcántara en su libro, la autora asegura: “Lo he explicado como lo viví. En un lugar donde hay mucha gente cada uno lo vive a su manera, ya que nada es blanco o negro”. Sobre su próximo trabajo, el tercero tras la salida en 2011 de La casa cantonera (1984, tercera edición, 14.500 ejemplares), explica: “Siempre escribo de cosas que conozco y de la época que he vivido, de sentimientos que siempre se pueden adecuar a cada época. Será de amor, pasiones y envidias, pero tardaré un poco”.
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