Pombo obtiene el Nadal con una crítica a la insensibilidad de hoy
‘El temblor del héroe’ reporta al académico el octavo premio de su trayectoria
Además —o por culpa— de la crisis, estos son tiempos en los que la gente ha perdido el entusiasmo hacia los otros; no se sabe bien qué actitud tomar frente a ellos; cuesta reaccionar ante cualquier drama, ya sea propio o ajeno. A un escritor de la alta sensibilidad de Álvaro Pombo (Santander, 1939) no podía escapársele esa situación moral, que ha decidido volcar en un profesor universitario de Filosofía recién jubilado, atribulado en el Madrid actual, lleno de engaños y manipulaciones, y que asiste a una desgracia ante la que no se inmuta. Así es el protagonista de El temblor del héroe, novela con la que el autor santanderino obtuvo anoche en Barcelona los 18.000 euros del 69º Premio Nadal (decano de las letras españolas, convocado por la editorial Destino) y que llegará las librerías el 2 de febrero.
Cierta añoranza por tiempos pasados más bienaventurados destila también Quan érem feliços, obra con la que otro veterano, en este caso en lides periodísticas, el gerundense Rafael Nadal, se alzó con el 44º Premio Pla de prosa en catalán (6.000 euros), memorias de infancia y juventud con las que el galardón regresa a la no ficción tras 24 años de victorias de la novela pura.
Previo estruendosa caída de del galardón al suelo y con una divertida excitación, Pombo aseguró que el Nadal "es un poco mi coronación literaria: con 17 años leí Nada, de Laforet [ganadora del primer Nadal] y en 1975 en mi primer viaje a Barcelona me fui a la calle Aribau, donde transcurre la acción. Esa nada, esa insustancialidad resbaladiza que reflejaba esa novela es hoy peor; en esta obra mis personajes descuidan a los otros; esa pereza en el bien obrar es lo que critico; el yo saturado y líquido lo inventé antes que Baugman y Kundera" .
El embotamiento ante el dolor de los demás es una constante en la obra de Pombo, consciente de que sus novelas son “descripciones de carencias”. A pesar de ese trasunto filosófico, tanto Pombo como su obra han transitado rápido desde el aprecio minoritario de la crítica avezada a cierta popularidad, que ayer se consumó al lograr su octavo premio literario.
La parálisis ante el dolor de un profesor, trama de la obra, es un clásico del autor
El primero le llegó pronto, en 1977, con los poemas de Variaciones (1977, premio El Bardo), segundo libro tras Protocolos (1973), con el que debutó este licenciado en Filosofía y Letras afincado en Londres entre 1966 y 1977. Año prolífico ese porque selló su regreso con Relatos sobre la falta de sustancia, pórtico a su primera novela, El parecido (1979). Solo necesitará cuatro años para asomarse al éxito con El héroe de las mansardas de Mansard, con la que estrenó el Premio Herralde de novela y que presagiaba el impacto de El metro de platino iridiado.
El metro… (premio Nacional de la Crítica), Donde las mujeres (1996, Nacional de Narrativa) y La cuadratura del círculo (1999, premio Fastenrath) son tres de las mejores novelas de un autor que en ellas consolidaría su mundo literario: ambientes marcados por relaciones personales falseadas, personajes femeninos potentes, cierta sensación de inutilidad y del sinsentido de la vida, y una homosexualidad latente fruto de su propia biografía.
A pesar de temas así, su popularidad es notable. Ayuda, amén de ser miembro de la RAE desde 2004, que sus reflexiones destilan mundos poéticos y salpicados de humor, como refleja La fortuna de Matilda Turpin (2006, premio Planeta). Es genuino de Pombo, algo socarrón como ha demostrado como tertuliano televisivo y no exento de ardor polémico y beligerante, de lo que también ha dado muestras en las últimas elecciones como candidato al Senado por Madrid de Unión, Progreso y Democracia. "Me gusta presentarme a cosas: ¡ojo que saqué más de 300.000 votos!", alardeba divertido ayer. Puro Pombo.
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