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CRÍTICA LITERARIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Las siete maravillas del mundo antiguo’, de Bettany Hughes: la gran belleza

La historiadora y divulgadora británica explica qué revelan las maravillas del mundo antiguo del pasado y de nosotros y por qué siguen fascinándonos

Excavaciones en Irak de la antigua Babilonia de donde se extrajeron las puertas de Ishtar que se muestran en el museo de Pérgamo de Berlín.
Excavaciones en Irak de la antigua Babilonia de donde se extrajeron las puertas de Ishtar que se muestran en el museo de Pérgamo de Berlín.DE AGOSTINI PICTURE LIBRARY / GE

No deja de resultar sorprendente que todavía hoy sintamos fascinación por las Siete Maravillas del mundo antiguo cuando tan solo se conservan de ellas las pirámides de Egipto. Las murallas y los jardines colgantes de Babilonia nos trasladan al superlativo y exótico Oriente, la estatua de Zeus en Olimpia o el Coloso de Helios en Rodas son únicamente lugares de memoria canonizados a base de recordar sus nombres y del templo de Ártemis de Éfeso o del Mausoleo de Halicarnaso algunas piedras repiten una y otra vez el eco de su grandeza pasada en salas del Museo Británico.

La lista de las maravillas de la Antigüedad añadía o borraba nombres a placer, aunque siempre predominó el mágico y simbólico número siete. De la primera lista, los Laterculi Alexandrini, no conservamos más que unos pocos fragmentos en un papiro de época helenística y autores como el poeta Calímaco añadieron incluso un altar construido con cuernos de cabra y dedicado a Apolo en la isla de Delos. El Faro de Alejandría, la más joven de las maravillas en la ciudad de la que quizás surgió esa ya mítica lista, fue añadido en un momento tardío y desde entonces nos iluminó para guiarnos y volver una y otra vez a lo que Varrón, el anticuario romano, acuñó como “siete obras que deben ser admiradas en el mundo”, Vitrubio como septem spectacula o el geógrafo Pomponio Mela como septem miracula. Guerras y terremotos o el inexorable paso del tiempo no han conseguido borrarlas del recuerdo y su esplendor y belleza late en nuestra memoria cultural.

Bettany Hugues dedica la obra a sus difuntos padres por haberle enseñado el valor del asombro y el no dejar de hacerse preguntas sobre el porqué de todas las cosas. El consejo paterno recuerda la máxima de Aristóteles en la Metafísica de que la filosofía se inicia con la admiración, con el mismo asombro y sorpresa que ha acompañado siempre a esta intrépida divulgadora de y viajera por el mundo clásico y la Antigüedad que ha conseguido que sus documentales en la BBC o Netflix sean vistos por millones de personas en todo el mundo.

El mérito de este ensayo histórico sobre tantos prodigios de la creatividad humana consiste precisamente en combinar erudición y didactismo, saber y conocimiento, razón y pasión para comprender y sentir la belleza, la fascinación frente a las ruinas, los monumentos y el propio pasado, con palabras que en este caso, salvo para las Pirámides de Guiza, valen más que mil imágenes.

A la lista de Siete Maravillas se podrían sumar muchísimas otras obras y construcciones, desde la Antigüedad hasta nuestros días, y quizás a esa voluntad respondió el encargo de las vidrieras instaladas en el vestíbulo del Empire State de Nueva York en1963 representando esas maravillas. Desde entonces nos admiramos frente a las pirámides como Heródoto y reflexionamos sobre la megalomanía de Keops, casi un dios entre los hombres; sucumbimos ante la soberbia de Nabucodonosor II y la ampliación de las murallas de Babilonia, cuya puerta de Ishtar se expone en el museo de Pérgamo de Berlín, o frente a la intrépida Semíramis y sus jardines colgantes o paraísos; nos imaginamos la impresión que causaría entre los visitantes a Olimpia la estatuta de Fidias con Zeus sentado sosteniendo su cetro sobre un trono de oro y marfil; nos indigna la rabia de que Eróstrato, para pasar a la posteridad, incendiase el majestuso templo de Ártemis en Éfeso; nos sorprende la treta de Mausolo, para mayor gloria de su Mausoleo, de contratar para su construcción a célebres artistas como Escopas o Paraxíteles para decorar cada uno de los lados del templo en armónico agón o competición; nos imaginamos la altura de treinta metros del Coloso de Rodas, la más efímera de las Siete Maravillas, su caída al ser abatido por un terremoto y la impresión que causaría tanta grandeza sumergida y esparcida bajo las aguas; o el sosiego generado en los navegantes, en la tenebrosa noche, al contemplar la intensa luz del Faro de Alejandría y la seguridad de las orillas del País del Nilo.

Pero fueron esas siete, y no otras, las que provocaron por primera vez y desde entonces la admiración que sentimos ante los monumentos, que no podamos evitar decir ante la cultura o la natura ¡Qué maravilla!; de esta o aquella casa ¡Qué mausoleo!; o ver en rascacielos a coloso. En definitiva, seguir admirándonos ante el genio del hombre para crear tanta belleza y generar tanta emoción, para seguir sintiéndonos fascinados por la magia de las ruinas y comprender lo que las Siete Maravillas del Mundo Antiguo nos revelan del pasado y de nosotros mismos.

Portada de 'Siete maravillas del mundo antiguo', de Bettany Hughes

Las siete maravillas del mundo antiguo

Bettany Hughes
Traducción de Claudia Casanova
Ático de los Libros, 2025
485 páginas. 27,96 euros

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