‘Despertar a los Muertos’, de Scott Spencer: poderoso, y electoral, retrato de una obsesión
La novela construye la falible carrera de un aspirante a presidente de los Estados Unidos que no puede olvidar a su novia muerta
Esta es la historia de Fielding Pierce, un brillante fiscal del montón, egoísta y ligeramente manipulable, un adicto al reconocimiento de cualquier tipo, por pequeño que sea, que, un buen día, se presentó a congresista de los Estados Unidos —la ciudad era Chicago; el partido, demócrata—, y no lo hizo porque quisiera sino porque alguien le dijo que podía hacerlo. “Hazlo y ganarás”, le dijo. Ese alguien es otro tipo, un tipo poderoso, con un hijo que jamás estará a la altura de esa clase de cosas, y que ha decidido robarle el hijo al padre de Fielding, y jugar con él a dominar una pequeña parte del mundo que, algún día, podría ser el mundo entero. Porque sí, Fielding sueña con ser presidente de los Estados Unidos. ¿Y podría llegar a serlo? Siempre que dé un paso tras otro en la dirección correcta, sin duda. Pero ¿no está Fielding demasiado perdido como para hacerlo?
La razón por la que Fielding está perdido tiene además tintes políticos. Su novia, Sarah, a la que amaba ferozmente, ha muerto. Y no de cualquier manera. Viajaba en un coche con una pareja de disidentes chilenos —son los años setenta, la dictadura atraviesa un momento horrible— cuando el coche explotó. Cuando la novela da comienzo, Sarah ya es historia, pero no deja de aparecer, invade la narración y la mente del lector, porque el narrador insiste en resucitarla. Nos cuenta su historia —era una mujer valiente, y rara, atractiva, esquiva, por momentos, opaca y misteriosa, un frondoso bosque al que observar fascinado y en el que desaparecer y perderse, y nunca jamás volver a encontrarse—, y detiene su aparentemente imparable carrera política para hacerlo, y siembra de interferencias, tal vez reales, la acción.
¿Qué clase de interferencias? Sarah se aparece. No como un fantasma, sino como alguien real, como alguien que quizá jamás ha dejado de existir. Alguien a quien ve por la calle, que llama por teléfono. Alguien a quien su hermana dice haber visto. ¿Y si nunca murió? ¿Y si sólo pasó a algún tipo de Otro Lado? Experto en el arte del retrato, y el análisis en profundidad, de la obsesión amorosa —lean, y háganlo rápido, no se arrepentirán, Amor sin fin, un cruce salvajemente íntimo entre J. D. Salinger y Joseph Heller, algo inquietante y a la vez apasionante, sobre un adolescente obsesionado con la chica con la que acaba de romper, Jade, hija de una familia libérrima y genial—, Scott Spencer (Washington D.C., 79 años) parece volver una y otra vez sobre eso que ocurre cuando el amor de tu vida desaparece y te niegas a creer que lo ha hecho.
La voz que construye Spencer es a la vez perturbadora —Fielding tiene algo de la psicopatía de Bob Slocum, el protagonista de Algo ha pasado, del mencionado Heller—, e ingenua —también está ahí, de fondo, Saul Bellow, y la neurosis de Herzog, sólo que en una versión controlada y fría—, y su forma de estar en el mundo es tan faliblemente magnética —casi todo va mal, o está a punto de hacerlo— que se experimenta a la vez compasión y cierta desidia, porque, en realidad, y esto es importante, Fielding jamás se ha portado del todo bien con nadie. Es un alguien, decíamos al principio, egoísta y ligeramente manipulable, que cae en su propia y ridícula trampa. La de pretender ser algo que jamás serás. Alguien que piensa en alguien que no sea él mismo, y aquello que ha perdido, y que le ha obligado a perderse: su chica.
Dice Lorrie Moore que Despertar a los muertos tiene uno de los mejores finales de toda la literatura estadounidense. Y es cierto. Y no les diré por qué. Aunque sí les diré que Scott Spencer es también el eslabón perdido entre John Cheever y Jonathan Franzen, o, mejor, entre John Cheever y la poderosa y retorcida A. M. Homes, y sólo por eso, deberían echarle un vistazo.
Despertar a los Muertos
Traducción de Ce Santiago
Muñeca Infinita, 2024
528 páginas. 24,90 euros
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