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Flamenco, de la tradición oral a la música barroca

Nuevas figuras del cante buscan otras presentaciones e inspiraciones mientras hacen su propia lectura del canon consagrado

Flamenco
Retrato promocional del cantaor Sebastián Cruz.GERÓNIMO NAVARRETE

El Cante está ya hecho”. La sentencia, muy recurrente, podría suponer una firme llamada al respeto de la ortodoxia o un directo rechazo a su contraria o a posibles innovaciones. Pero, paradójicamente, el gran edificio del cante flamenco no se entendería sin las aportaciones de muchos creadores y creadoras que se sintieron libres para dejar en la rica tradición oral sus melodías e inflexiones personales, que quedarían fijadas para siempre y se siguen interpretando con sus nombres. Todo ello, teniendo en cuenta que el canon ha permanecido prácticamente inalterado para las estructuras rítmicas y armónicas de la casi totalidad de los estilos flamencos.

El género no se entendería sin las aportaciones de muchos creadores que se sintieron libres

Con la misma libertad de aquellos artistas legendarios, los nuevos creadores hacen su propia lectura de ese canon e incorporan sus propias innovaciones. Entre ellas, la forma de presentar el propio cante. El clásico acompañamiento con guitarra, un binomio básico y mayoritario, no ha desaparecido y puede que no desaparezca nunca, pero también es cierto que han surgido nuevos formatos: obras sin guitarra, o con ella, pero, en muchos de esos casos, tratada de forma diferente o junto a otros instrumentos. La electrónica, signo de los tiempos, ha llegado quizás para quedarse. En lo relativo a la inspiración, ya sea en la lírica o en la música, existe una diversidad que dibuja un panorama muy heterogéneo: desde nuevas lecturas de la tradición oral hasta una mirada a la música barroca.

Esa es, por ejemplo, la fuente que inspira la nueva obra del cantaor onubense Sebastián Cruz (Beas, Huelva, 1977), Zarabanda, editada por el prestigioso sello alemán Winter & Winter. Los encuentros entre la música antigua y el flamenco no son algo nuevo, valga con recordar los trabajos del violagambista sevillano Fahmi Alqhai junto al cantaor Arcángel (Las idas y las vueltas, 2014) y a la cantaora Rocío Márquez (Diálogos de viejos y nuevos sones, 2018). También Perrate viajó al Siglo de Oro en su última grabación, Tres golpes (2022). Lo de Cruz se antoja, sin embargo, como algo diferente: estamos ante un cantaor traspasado por la música barroca, de la que se enamora tras la escucha de la banda original de la película Todas las mañanas del mundo, que reúne obras de compositores franceses de ese tiempo. Tras ellos vendrían Haendel o Bach para componer toda una experiencia que, sin duda, ha transformado su aproximación a los estilos flamencos clásicos, de los que ya era acreditado conocedor.

‘Zarabanda’, editado por el sello alemán Winter & Winter, es un encuentro entre la música antigua y el flamenco

La fidelidad a esos estilos no le ha impedido que los tiña ahora de una modulación distinta, una nueva lectura poblada de ecos y reminiscencias antiguas que se articulan por medio de la plasticidad de su voz y de una escolta instrumental que proporciona las atmósferas adecuadas al propósito. Quizás nadie como Raúl Cantizano (guitarras y zanfona) para la dirección musical. Junto a él, una reunión de músicos abiertos y desprejuiciados, muy demandados para proyectos de vanguardia: el saxofonista Juan M. Jiménez (también gaita gastoreña y flauta rociera), el percusionista Antonio Moreno y el contrabajista Marco Serrato. Los guitarristas Rafael Riqueni y Alfredo Lagos, con puntuales aportaciones, dejan su impronta en los cortes en los que participan. Malagueñas, fandangos, soleares, seguiriyas, caña, serrana, tanguillos o taranta —con letras tradicionales, adaptadas por el propio Cruz, la poesía popular de Lope de Vega y poemas de Ramón Andrés y de Edgar Allan Poe— viajan en el tiempo para encontrarse con la zarabanda, que se inspira en la de Haendel.

La grabación Arteria, de Rafael del Zambo (Jerez, 1990), solo disponible en plataformas, tiene unas raíces muy diferentes. Él es el nuevo eslabón que prolonga la dinastía de Los Zambo, los Fernández Soto del barrio de Santiago de Jerez, de los que emergió su tío Luis en uno de los últimos ejemplos de tránsito desde el cante de uso hasta una profesionalidad que diríamos de culto. La familia es más amplia, como se puede comprobar en la genuina fiesta por bulerías que cierra la grabación, puro Jerez a compás. En su disco de presentación en solitario, el joven Rafael no traiciona su herencia, pero la lleva a su personal terreno con frescura y con la complicidad de otra ilustre saga, la de los Parrilla. Guiado por la impecable guitarra de Manuel, y con detalles de sus hermanos Juan (flauta) y Bernardo (violín), el metal de los Zambo, que aúna jondura con un toque dulce y melodioso, es reconocible en todos los estilos, mayormente ligeros, pero de forma especial en la seguiriya, donde luce desnudo.

También por seguiriya se presenta el sevillano Juani Mora (Sevilla, 1999) en su estreno discográfico, Mi calle no tiene nombre (Karonte). Sorprende en ese intenso primer corte el rajo jondo y rancio del cantaor, un rajo que parece viejo pese a la juventud de su dueño. La incontestable calidad de esa garganta inunda toda la grabación y da carácter a un repertorio con predominio de estilos ligeros —canción andaluza, sevillanas, bulerías, rumba, bolero flamenco…—, que se presentan bien arropados por los ricos arreglos instrumentales de Jesús Bola, productor musical, que incluyen cuerda, metales y, también, unos omnipresentes coros vocales. El otro productor, Jesús de Fariña, firma la mayoría de las letras originales, con excepciones, como las sevillanas, del propio Mora, con las que homenajea a sus maestros.

Se acordó que, con ‘No duerme nadie’, de Gregorio Moya, la mejor manera de tributar a Enrique Morente era “calcando literalmente su obra”. No obstante, el cantaor demuestra no ser un simple calco de Morente

De singularidad se puede calificar la grabación que protagoniza el cantaor Gregorio Moya (Argamasilla de Alba, Ciudad Real, 1984), No duerme nadie (La Droguería Music). Se trata de una antología, quizás un “grandes éxitos”, de Enrique Morente, de cuya extensa discografía se han seleccionado 14 cortes, que van desde su grabación Homenaje flamenco a Miguel Hernández (1971) hasta la rompedora Omega (1996), pasando por los imprescindibles Homenaje a Don Antonio Chacón y Despegando, ambos de 1977. Los temas escogidos hacen fácil el paseo por la trayectoria del artista de Granada, y no solo porque sean conocidos para el aficionado, sino también por la fidelidad interpretativa que muestra Moya adaptando sus registros. ¿Se podría hablar de versiones? Tal vez, pero el productor de la grabación, el musicólogo Chemi López, cuenta que acordaron que la mejor manera de tributar a Enrique era “calcando literalmente su obra”. No obstante, el cantaor demuestra no ser un simple calco de Morente.

Portada de 'Zarabanda', de Sebastián Cruz

Sebastián Cruz

'Zarabanda'
Winter&Winter
Portada de 'No duerme nadie', de Gregorio Moya

Gregorio Moya

'No duerme nadie'
La Droguería Music
Portada de 'Arteria', de RAfael del Zambo

Rafael El Zambo

'Arteria'
Autoeditado
Portada de 'Mi calle no tiene nombre', de Juani Mora

Juani Mora

'Mi calle no tiene nombre'
Karonte

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