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Israel Fernández y Cristian de Moret: sangre nueva en el cante flamenco

Dos treintañeros renuevan el género con sus álbumes: ‘Pura sangre’ y ‘Caballo rojo’. Ambos comparten planteamientos y referencias similares

Retrato del músico Israel Fernández.
Retrato del músico Israel Fernández.

En la portada de su último disco, titulado Pura sangre (Universal), el cantaor Israel Fernández se retrata junto a la hermosa testuz de un caballo. El también cantaor y multiinstrumentista Cristian de Moret ilustra su segunda grabación, Caballo rojo (autoeditado), con un bello ejemplar equino rampante que irradia un intenso color rojo. Además, una de las partes de su obra —como se verá— lleva el mismo nombre que el trabajo de su compañero. Es obvio que las coincidencias resultan casi anecdóticas, pero no dejan de ser curiosas en dos jóvenes artistas que casi comparten edad y un momento creativo que se podría calificar de muy pujante. Uno y otro tienen al cante flamenco como referente, pero cada uno se aproxima a él de una forma que parece radicalmente distinta, aunque, en los tiempos que vivimos, las distancias puede que no sean tan acusadas y un encuentro en el terreno común de la renovación no se antoja descabellado. Por lo pronto, no es extraño verlos anunciados —a uno, a otro, a los dos a la vez— en actos con marchamo flamenco o sin él, y siempre generando un movimiento positivo, al atraer un público nuevo y joven a un género necesitado del relevo que ellos representan.

Más allá de esas coincidencias más bien triviales, las referencias equinas de ambos remiten a cosas bien distintas: tras escuchar la obra, se entiende que, al nombrar su trabajo Pura sangre, Israel Fernández, de 34 años, está ejerciendo una suerte de pacífica vindicación de su etnia gitana y de su forma de vida a través del fluido que comparten y de sus propias vivencias familiares. Vuelve así a firmar una obra casi conceptual y, como hiciera en su anterior grabación, Amor (2020), es autor de la mayoría de las letras de los cantes en lo que ha calificado como su obra más personal. Y lo es: canta el martinete inicial, ‘Pucheros y sartenes’, contándonos la historia del primo que “de buena mañana está en la fragua / para mantener a sus tres hijos”. Estremecerá a continuación con unas soleares al golpe donde relata su infancia: “Nos hemos criao en la era / jugando mañana y tarde / llenos de polvo y arena”. En un estilo tan tradicional como es la soleá, el acompañamiento se hace actual con la colaboración del músico electrónico Pional, que añade unas bases discretas y elegantes que para nada desvirtúan la naturaleza de un cante, que se remata con la guitarra de Diego del Morao, con el que repite sociedad.

El músico Cristian de Moret.
El músico Cristian de Moret.Pedro J. Canela

Israel parte de la ortodoxia, de la tradición que ha heredado y que hace propia desde el tiempo que vive. En ese empeño de personalización juega un papel fundamental el guitarrista jerezano, poseedor de un toque respetuoso con el pasado y que mira siempre al futuro. En esta grabación, las aportaciones puntuales del citado Pional abundan en la intención, como también lo hace la participación del gran Josemi Carmona en unos tangos muy gitanos que prolongan la indagación en las raíces y costumbres de la etnia por ‘Caminos y vereas’. La unidad temática se extiende por una diversidad de estilos que van de los cantes de Levante a la serrana, a una rumba de acentos jerezanos y a los finales fandangos. Entre medias, dos bulerías cargadas de fuerza y mensaje. La primera, ‘Al tercer mundo’, es un canto contra la desigualdad, mientras que la segunda, ‘Despierta’, parece llamar a la movilización. En su manera de componer, y como ya lo hiciera en su anterior trabajo, Fernández se convierte en una suerte de cantautor flamenco, llenando de mensajes la verdad de un cante insobornable.

El caballo de la portada del segundo disco de Cristian de Moret, de 35 años, simboliza la belleza y es la metáfora que pretende plasmar en su música. Valores de ese animal, como la potencia, la nobleza o su condición mestiza, también quieren estar presentes a través de una amplia mezcla de géneros que envuelven al flamenco, siempre en el eje del proyecto. Alrededor de su cante, De Moret teje un complejo trenzado sonoro que incorpora distintas músicas y sonidos que el autor, con un calculado discurso conceptual, estructura en las tres secuencias diferenciadas que componen la grabación. Su lectura se convierte en honesta guía de escucha en la que el autor nos desgrana las claves de una producción que no puede ser calificada de otra forma que personalísima: él canta, toca casi todos los instrumentos (las colaboraciones de compañeros han sido pocas y puntuales), compone todas las músicas y parte de las letras, que mezcla con otras populares, además de encargarse de la producción.

La primera de las secciones agrupa cuatro cortes bajo el nombre de ‘Furia’. La libertad del animal en estado salvaje para incorporar programaciones electrónicas de distinto signo a las siempre presentes guitarras eléctricas. ‘Magia negra’ va en clave de rumba y ‘Limpio y puro’ viaja al terreno de la cumbia y la milonga. ‘Romance de la cautiva’ se tiñe de psicodelia primero para permitirse un refrescante piano de jazz. La ‘Furia’ que da nombre a esta sección se amansará en su balada final. La segunda secuencia responde al nombre de ‘Mustang’, una raza equina que representa el mestizaje entre Andalucía y América. Licencia, pues, para incorporar las guitarras de todo cuño y las músicas de allí llegadas: mucho rock, un toque de funk y blues. Y ello sobre estilos flamencos como una soleá de Triana que popularizó Marchena, una clásica guajira, unos tientos de desamor con guitarras encendidas y unas blueseras alegrías de Cádiz a golpe de armónica: “Cuando va andando, lirios y rosas va derramando”. Con el terreno popular allanado se entra en la tercera sección, ‘Pura sangre’, con los sonidos ya más depurados de la grabación: guitarras acústicas y la flamenquísima garganta de De Moret que se quiebra en quejíos para abordar la clásica taranta, “tú el pecado, yo el penitente”, recordada en la voz de Morente, entre otros. El tiempo se remansa en el último corte, ‘Tren de medianoche’, con el piano como vehículo de una soleá que evoca en su inicio a Manuel Torre (“pérdidas que aguardan ganancias”) para viajar de nuevo a tierras del blues.

Portada disco Israel Fernández

Israel Fernández  

Pura sangre 
Universal
Babelia 01/07/23 musica

Cristian de Moret  

Caballo rojo 
Autoeditado

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