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‘Soy fan’, brutal manual para la sumisión contemporánea

El debut de Sheena Patel radiografía cómo se articula, se sostiene y se sufre una relación tóxica en el mundo turbocapitalista

Sheena Patel
La escritora inglesa Sheena Patel, retratada en diciembre de 2022.Basso Cannarsa (Agence Opale / Alamy)

Como en una batalla en la que todo se ha dado por perdido —la identidad, el placer, el tiempo, lo real—, la protagonista del brutal debut de Sheena Patel (Londres, 35 años), una treintañera sin nombre, trata de abrirse camino por un asfixiante presente en el que todo la ningunea. Su trabajo, que para nada la tiene en cuenta —es la clase de trabajo aparentemente maravilloso y terroríficamente precario que te hace volar a ciudades desconocidas de un día para otro, para no saber qué hacer exactamente una vez allí, y que impide que tu vida sea algo planeable—; su inexistente círculo de amigos —ahí está Melocotón, su amiga del trabajo, con la que los límites no están nada claros—; su teléfono móvil, ese contenedor de redes sociales —en las que ella no es más que un engranaje, parte de la masa, nada que en ningún caso importe—, y sobre todo él. Él es el hombre con el que ella quiere estar, un artista de relativa fama internacional, que vive aplastando corazones desesperados, consciente de su inexplicable poder de destrucción.

Patel, curtida en salas de guionistas —forma parte del colectivo 4 Brown Girls Who Write— y tras las cámaras —es ayudante de dirección—, construye en Soy fan un collage que profundiza en la desorientación contemporánea, pero sobre todo radiografía cómo se articula, se sostiene y se sufre —y disfruta: el placer es siempre un placer sadomasoquista a la vez deseado y no deseado— una relación tóxica. Porque, entre otras muchas cosas, la historia de la narradora es un manual de instrucciones sobre todo aquello que debe evitarse para no acabar atrapada en esa clase de relación, una habitación sin ventanas y con un altar ante el que postrarse. Su voz es todo lo que oímos en la página, y su ferocidad tiene mucho que ver con su rabia, pero también con la necesidad de escapar. Corre, la voz de la protagonista, pero no sabe hacia dónde dirigirse. No quiere esconderse, pero tampoco puede hacerlo, porque el mundo de hoy está siempre a la vista, y lo está para ser visto, no para que este la vea a ella.

El deseo de volver a ser vista como aquella primera vez se impondrá y, en su búsqueda, la narradora espera y renuncia y espera y se muestra siempre disponible

Los pedazos de relación que se atisban, desordenados, podrían pasar por una exhibición de atrocidades. Sentimental y existencialmente hablando. La manera en que él la seduce para, un instante después, abandonarla no a su suerte, sino a la clase de suerte de aquel que ha sido elegido para luego ser dese­chado, da una idea de la lógica macabra en la que la protagonista está a punto de sumirse. Y sumirse aquí significa someterse. Porque el deseo de volver a ser vista como aquella primera vez se impondrá y, en su búsqueda, la narradora espera y renuncia y espera y se muestra siempre disponible —corre ante cualquier llamada, sea la hora que sea, esté haciendo lo que esté haciendo— porque no puede permitirse no estarlo, ¿y si ese día es al fin el día en que él se decide a follársela? La forma en que las demás —un pequeño ejército de amantes, más su mujer y al menos otras dos relaciones estables— tendrán que fastidiarse cuando eso ocurra habla de cómo el castigo es siempre, pase lo que pase, femenino.

Pero hay otro vértice en el triángulo, y no es el novio de la protagonista —para la lógica autodestructiva de la narradora, en exceso inofensivo—, sino una mujer, conocida simplemente como “la mujer con la que estoy obsesionada”, una estrella de Instagram —y escritora de best sellers—, a la que la narradora acosa virtualmente. Lo sabe todo de ella, incluido el hecho de que está liada con él, y que parece tener el control de la relación, ¿y es esa la razón por la que la protagonista la sigue? No, la protagonista desea poseerla para poseer aquello que jamás tendrá: una individualidad. Porque en el mundo turbocapitalista y exhibicionista de hoy, tener al margen de la masa —ser rico, inventar un gusto aparentemente sencillo y presumir de él— es lo único que te permite alejarte hacia el firmamento de las estrellas individuales. He aquí otro disparo valiosísimo de Patel, el de la transformación de las clases sociales en nuevos tipos idénticos de clases sociales, en el que lo único que cambia es la apariencia, pero las diferencias siguen intactas.

Portada 'Soy Fan', de Sheena Patel. EDITORIAL ALPHA DECAY

Soy fan

Sheena Patel 
Traducción de Regina López Muñoz
Alpha Decay, 2023
240 páginas. 19,90 euros

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