La singularidad del final del terrorismo vasco
En ‘ETA: El desenlace’, Teresa Whitfield ofrece una visión sugerente y rigurosa desde el exterior de España
ETA: El desenlace. La paz esquiva en el País Vasco (editado por el Institut català internacional per la pau), de Teresa Whitfield, es el libro más meticuloso y sugerente que ha escrito un autor extranjero sobre el final del terrorismo vasco. Whitfield, exdirectora de una división del Departamento de Asuntos Políticos y Consolidación de la Paz de Naciones Unidas, participante en los procesos de paz centroamericano y colombiano, ha entrevistado a todos los participantes en el proceso final de ETA, ha accedido a una amplísima documentación y ha realizado un trabajo inédito de investigación durante más de una década.
Aunque la trayectoria profesional de Whitfield, consultora en mediación de conflictos, sugiera una actitud equidistante entre el Estado y la organización terrorista, su libro lo evita. Entre sus numerosas claves destaca la singularidad del final del terrorismo vasco respecto a otros procesos que la autora conoce bien como el colombiano o el irlandés. Sostiene que su final no fue el resultado de unas negociaciones ni de un acuerdo de paz entre el Gobierno y ETA sino de un proceso unilateral en la organización terrorista y su entorno político. Afirma, asimismo, que ETA y Batasuna fueron abocados a ese final, pese a su singular arraigo, por la presión policial, judicial, las movilizaciones antiterroristas y las exigencias internacionales.
También resalta las causas por las que fue imposible un final negociado en el proceso vasco: la asimetría de la violencia —a diferencia de Irlanda del Norte, no hubo dos bandos enfrentados—, el alto grado de autonomía concedida durante la Transición española —mientras ETA mataba, el autogobierno vasco aumentaba— y por la polarización entre nacionalistas y no nacionalistas.
Los pactos democráticos unitarios de Ajuria Enea y Madrid de 1988 rechazaron la negociación política entre los gobiernos españoles y ETA. Estaban dispuestos a asumir, incluido José María Aznar, un acuerdo de paz por presos, pero ni siquiera fue posible porque ETA, que pretendía imponer sus posiciones políticas, perdió su oportunidad al romper las conversaciones sucesivas con los gobiernos de Felipe González, de Aznar y de Zapatero.
Whitfield revela en su texto las condiciones que puso ETA, muy debilitada, a Batasuna, ilegalizada desde 2002, para abandonar el terrorismo: alianzas con otras fuerzas soberanistas, el apoyo abertzale y la participación internacional. Arnaldo Otegi y Rufi Etxeberria se dedicaron, entre 2007 y 2011, a ese cometido, zanjado con éxito. También revela cómo Batasuna relevó a ETA en el contacto con los actores internacionales. Brian Currin, ex asesor de Nelson Mandela en el proceso de paz surafricano, fue su interlocutor y promotor de la Conferencia Internacional de Aiete de octubre de 2011 que escenificó la petición a ETA para que abandonara el terrorismo en presencia del ex secretario general de la ONU, Kofi Anan, y otras personalidades internacionales. Lo anunció tres días después. Whitfield revela cómo Kofi Annan preguntó a La Moncloa si debía acudir a Aiete, si su presencia era beneficiosa y si era el final de ETA. Le contestaron afirmativamente.
Para ese momento, la izquierda abertzale había recuperado la legalidad con Bildu y el aval del Tribunal Constitucional, tras rechazar en sus estatutos el terrorismo. Tiempo atrás, Alfredo Pérez Rubalcaba había trasladado a Batasuna, a través de Currin y del líder del Sinn Fein, Gerry Adams, la predisposición gubernamental a su legalización si ETA abandonaba las armas, según reveló EL PAÍS. Se amparaba en los pactos de Ajuria Enea y Madrid de 1988, revalidados en una resolución parlamentaria de 2005.
Con esos datos, Whitfield abre el debate sobre si ETA fue derrotada. El Gobierno socialista y el líder del PP, Mariano Rajoy, así lo consideraron porque abandonó el terrorismo sin lograr ningún objetivo político, ni siquiera un acuerdo de paz por presos. La legalización de Bildu, vinculada al final del terrorismo, estaba avalada por los pactos democráticos. El ala radical del PP, que se escindiría mayoritariamente y crearía Vox, denunció los pactos democráticos y el final del terrorismo identificando ETA con Bildu.
Whitfield defiende el acuerdo final del terrorismo, vía facilitadores internacionales, porque cuando ETA lo asumió, aunque muy debilitada, tenía capacidad de matar. Sin embargo, el sector radical de la derecha político-mediática estaba dispuesto a arriesgarse porque su objetivo real era acabar con el independentismo.
Aunque reconoce la singularidad vasca, extrae enseñanzas generales del proceso. Considera fundamental el diálogo entre el Gobierno y la organización terrorista —la distingue de la negociación—, con la condición de acertar con el momento, el modo y el fin. En el caso vasco asegura que no hubiera habido fin del terrorismo sin comunicación entre Gobierno y ETA, primero directa y posteriormente por los facilitadores internacionales. Valora altamente las movilizaciones sociales contra ETA y, en el ámbito terrorista, el liderazgo para facilitar la interlocución. En ETA no existió. Pero sí cuando Otegi, representando a Batasuna, cogió las riendas.
Subraya el obstáculo que supuso para el final del terrorismo y para la salud democrática española la guerra sucia y su escasa investigación, así como de las denuncias de torturas; el desigual tratamiento institucional a las víctimas de ETA respecto a las de la guerra sucia o de los abusos policiales. O el riesgo de que las medidas antiterroristas especiales —como el alejamiento de los presos— se prolonguen indefinidamente.
Finalmente plantea un interrogante: si el auge de Bildu, representante del arraigo independentista, no es debido también a los errores cometidos por el Estado durante el proceso y a una reacción social ante la soberbia e intolerancia de la derecha radical.
ETA: El desenlace. La paz esquiva en el País Vasco
ICIP, 2023
542 páginas, 26 euros
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