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‘Nuda’, el vuelo de dos gemelas

Daniele Finzi Pasca, director de ‘Luzia’, ha trenzado en esta ocasión un hermoso espectáculo circense lastrado por lo profuso de un relato redundante en primera persona

Nuda
Una escena del espectáculo 'Nuda'.
Javier Vallejo

“Recuerdo el instante de mi nacimiento: el reloj de la sala de partos, la cara enrojecida y sudorosa de mi madre, las manos regordetas de la monja (…) Lo que ocurrió en los meses siguientes lo he olvidado”. Puede ser que en la prosa del director escénico suizo Daniele Finzi Pasca haya un eco de la de Juan Rulfo, como se ha escrito, pero la raigambre profunda de Nuda, espectáculo estrenado en Madrid en el Espacio Ibercaja Delicias, se halla en el teatro poético europeo de la transición del siglo XIX al XX. Ese Pierrot que al comienzo de la obra camina sobre el aire, prendido de ocho hilos de acero de los que él tira hacia el suelo como marioneta rebelde que es, se parece al joven enamorado descrito por Benavente en su pantomima trágica La blancura de Pierrot, inspirada a su vez en los mimodramas truculentos de los payasos británicos Hanlon-Lees y en los del maestro Jean-Gaspard Deburau, inmortalizado por Marcel Carné en Les enfants du Paradis.

En Nuda el relato en primera persona de dos gemelas disparejas se superpone al desarrollo de media docena de números acrobáticos aéreos y de varias pantomimas, envuelto todo en una luz y un espacio cuya belleza recuerda la de las nevadas dentro de una bola de cristal. Para que prenda, al lirismo del relato del autor le falta un contraste dramático o cómico: quizá porque su espectáculo se basa en una novela suya homónima, lo narrativo tiene una presencia redundante. Nuda dice mucho más cuando se ponen en acción Micol Veglia y Jess Gardolin, princesas del aro aéreo, y Francesco Lanciotti, su contraparte.

Lanciotti le imprime una fragilidad formidable a su Pierrot ingrávido durante un número que se acaba sin más cuando podría tener un desarrollo dramático ulterior. Son muy bellos también sus ejercicios en las correas aéreas, las escenas femeninas de las camas voladoras y especialmente la escena de los aros, en la cual ambas jóvenes golondrinas acrobáticas hacen verano. Cabe destacar la fluidez, energía y alegría contagiosa que le imprime a toda su labor la brasileña Gardolin, que además es una sobresaliente patinadora y bailarina clásica.

Nuda entra por lo ojos, pero satura el oído, no por la sugestiva música de Maria Bonzanigo, sino por lo profuso del relato que desgranan en castellano esforzadamente, con buen oído, las también brasileñas Melissa Vettore y Beatriz Sayad.

‘Nuda’. Texto y dirección: Daniele Finzi Pasca. Madrid. Espacio Ibercaja Delicias, hasta el 30 de abril. Málaga, 3 de mayo. El Ejido, 6 de mayo.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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