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Luz y lucimiento del Cirque du Soleil

La célebre compañía ofrece una panorámica aterciopelada, lisonjera y onírica de México en ‘Luzia’, un espectáculo de línea clara con un ramillete de números sobresalientes

Una escena de 'Luzia', del Cirque du Soleil.
Una escena de 'Luzia', del Cirque du Soleil.Matt Beard
Javier Vallejo

El Cirque du Soleil es el ejemplo más célebre de una corriente que podemos bautizar como circo de línea clara, extrapolando a este arte el concepto acuñado por Joost Swarte para designar a los cómics de Hergé. Como las viñetas del autor de Tintín, los espectáculos de esta productora quebequesa se caracterizan por su claridad expositiva, su trazo pulcro y luminoso en extremo y su colorido nítido, sin claroscuros. También las puestas en escena circenses de Daniele Finzi Pasca se distinguen por su caligrafía límpida, sus tonos contrastados y su atmósfera poética. Es el caso de Luzia, donde el director suizo ofrece hasta el 22 de enero en Madrid, y durante el mes de febrero en Sevilla, una visión panorámica aterciopelada, lisonjera y onírica de México, país en el que residió durante una década.

Los espectáculos del Cirque du Soleil no se diferencian de los de circo clásico en lo sustancial, sino en ese envoltorio al que llamamos puesta en escena. En la escenificación de Luzia salen, como de la chistera de un mago, una bella y palpitante mariposa monarca humana, una pantera títere colosal, un armadillo digno de una comparsa de gigantes y cabezudos, cuatro caimanes músicos, mil flores de cempasúchil (las que llevan las familias mexicanas a sus muertos cada 2 de noviembre) o un caballo plateado apocalíptico al galope, como el que hermosea la plazuela de Machado del centro histórico de ­Mazatlán, en el Estado de Sinaloa. Pero la esencia de esta función son sus números de raigambre circense. El de salto a través de aros situados en tres y cuatro alturas sobre una cinta de correr es impactante tanto por la verticalidad de las destrezas acrobáticas que despliegan sus ocho intérpretes como por el dinamismo que imprime el movimiento horizontal continuo de la cinta, colocada sobre un escenario que gira a su vez sobre su propio eje.

Una escena de 'Luzia', del Cirque du Soleil.
Una escena de 'Luzia', del Cirque du Soleil.Anne Colliard

En los carteles de los circos clásicos figuran como reclamo los nombres de los protagonistas de sus números más celebrados. En los carteles del Cirque du Soleil, en cambio, solo aparece el nombre de la compañía, pues esta le parece al público una garantía suficiente. Pero al cabo, más que la bella escenificación de Finzi Pasca, lo que encandiló al común de los espectadores en la noche del estreno fueron las actuaciones de Sascha Bachmann, Jérome Sordillon, Cyril Pytlak y Aleksei Goloborodko.

Vestido de bañista de entreguerras, el fornido Bachmann compone con su cuerpo una preciosa serie de figuras escultóricas asimétricas mientras hace equilibrios sobre dos bastones encima de los cuales pondrá otros dos, y así sucesivamente hasta trepar a unos ocho metros de altura. Colgado de una liana, Sordillon, gimnasta acrobático francés cubierto de tatuajes, es un Tarzán negro y un ángel caído.

Por su parte, Golobo­rodko, contorsionista ruso, parece una versión aumentada del Hombre Elástico de Los Cuatro Fantásticos: es capaz de doblarse por cualquier parte de sí mismo y en cualquier dirección, de empaquetarse para regalo y de hacerse un nudo girando 180 grados torso y cabeza, como los búhos. Las actuaciones de ambos recibieron ovaciones ensordecedoras. Pero el número redondo, en el que se produce una simbiosis perfecta entre música y movimiento, son los malabares con siete mazas en el aire que Cyril Pytlak ejecuta con la velocidad de un fórmula 1 y la precisión de un reloj suizo, incluso subiendo escaleras y corriendo entre el público. Otro prodigio de exactitud es el ejercicio donde la joven Kelly ­McDonald es izada, lanzada por los aires 20 veces y recogida limpiamente siempre por un impecable trío de portores masculino. Su actuación es una alegoría del lugar que ocupan el yang y el yin, lo fuerte y lo ligero.

Los espectáculos de la compañía se caracterizan por su claridad expositiva, su trazo pulcro y su colorido nítido, sin claroscuros

Es emocionante el suspense creado por el balanceo del columpio ciclópeo que el bielorruso Mikita Paulenka impulsa hasta completar cabeza abajo un giro de 360 grados en todo lo alto de la cúpula circense. El espectáculo cierra con un número vivaz pero rotundo, que incluyó un triple salto mortal desde un columpio ruso a otro. La música resulta menos almibarada que en otras ocasiones, pues en Luzia los aires autóctonos interpretados por la cantante mexicana Majo Cornejo tienen más peso y presencia que las adormecedoras melodías new age.

Hay en Luzia, en fin, una cortina de agua que sirve de pantalla de proyección, un futbolista que hace breakdance sin que el balón se despegue de su pie izquierdo y un payaso que sirve de hilo conductor. Aparte, pero sin salir del género, la semana próxima el Cirque Ici del geómetra Johann Le Guillerm estrena en Girona Terces, para amantes de lo singular, lo futurista y lo atávico.

Luzia’. Dirección: Daniele Finzi Pasca. Escenario Puerta del Ángel. Madrid Hasta el 22 de enero de 2023.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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